Si Dios quiere hablarte, y de hecho que quiere, lo hará usando todos los medios posibles, algunos de ellos que ni te imaginas. Cuando quiso hacer entrar en razones al profeta Balaán lo logró usando una mula. Cuando quiso hablarle a Elías lo hizo suavemente con un simple silbido del viento, una brisa. En el caso de Jonás usó al incrédulo capitán del barco quien lo despertó cuando huía de la presencia de Dios. Con Moisés un simple arbusto del desierto. A Gedeón fue a través de un arroyo donde bebían agua sus valientes soldados. A Jacob a través de una escalera que vio en un sueño. Al rey de Babilonia  a través de una estatua, a su nieto le escribió el mensaje en una pared de cal. A los reyes, por los profetas, a los profetas por las visiones, y en los albores de la era cristiana, dice el libro de los Hebreos, nos ha hablado a través del Hijo de Dios, Jesucristo.

Sí. Él es la imagen del Dios invisible. El eterno poder y toda la deidad se han hecho claramente observables en la vida y obra del Jesús nacido en Belén, criado en las cálidas orillas del mar Mediterráneo, en Nazaret, y  visto en todo su esplendor en las áridas tierras de Judea donde, como diría uno de sus más fieles seguidores: “vimos su gloria. Gloria como la del Único Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Es en este aspecto que nos dice Juan que Jesús es como el verbo en una oración. Es lo que le da acción al mensaje y además es la palabra que transmite la idea del pensamiento del interlocutor. Y en el caso del Señor Jesús ese pensamiento fue tan idéntico al Pensador (o sea su mismo  Padre) que fue capaz de decir “el que me ha visto a mí haga como si hubiese visto al Padre, porque Yo y el Padre una misma cosa somos”. Como puedes verlo no hay excusa para que digamos: “Yo no lo sabía, a mí nadie me dijo.” Dios ha hablado. ¿Qué le responderás?…

Pensamiento del día:

Continúa tapando tus oídos a los evidentes mensajes de Dios y acabarás sordo.