Quedamos pasmados al contemplar el poder que hoy en día el hombre administra en el plano científico. Una sola bomba devasta una ciudad y el mundo está en la era nuclear. La división de un átomo genera poder y fuerza como nunca hemos visto antes. En el lugar de despegue, los cohetes rugen, y una carga explosiva sale disparada hacia el espacio. Los descubrimientos con los que se soñó durante siglos son nuestros cuando comenzamos a explorar el universo. Aún más nos aterramos al ver la fuerza de la naturaleza y sus efectos devastadores. Los volcanes, los terremotos, las marejadas, los huracanes y los tornados liberan una fuerza incontrolable e indescriptible. Solo podemos contemplarlos, y luego, recoger los pedazos. Nos quedamos sorprendidos por la demostración de fuerza natural y artificial. Pero estas fuerzas no pueden ni remotamente compararse con el poder del Dios omnipotente. Como Creador de las galaxias, de los átomos y de las leyes naturales, el Señor Soberano gobierna todo lo que existe, y que alguna vez existirá.

Es muy tonto vivir sin Él; es tonto correr y esconderse de Él; es de necios negarlo o desobedecerlo. Pero lo hacemos. Desde el Edén, hemos buscado la independencia, como si fuéramos dioses, y pudiéramos controlar nuestro destino. Y Él nos ha permitido rebelarnos. Pero pronto vendrá el día de Jehová. En ese día Dios juzgará toda desobediencia y maldad y todas las cuentas se rendirán. Anónimamente el escritor a los Hebreos dice: “Horrenda cosa es caer en las manos del Dios viviente”. Pero a pesar de tantas demostraciones de su carácter en la naturaleza y en la Biblia misma, son pocos los que hoy en día ven la realidad  de los hechos. El hombre y la mujer de hoy creen ingenuamente que todo gira en torno a uno mismo ignorando que hemos sido creados por Él y para Él. Existimos gracias a Dios, nos movemos dentro de lo que Él nos permite movernos y ese día futuro de ajuste de cuentas llegará como ladrón en la noche. No te duermas.

Pensamiento del día:

Desde el Edén, hemos buscado la independencia, como si fuéramos dioses, y pudiéramos controlar nuestro destino.