El pecado en su esencia está basado en sutiles distorsiones de la verdad de la Palabra de Dios,  no en groseras manifestaciones que abiertamente contradicen esa verdad, por eso nos envuelve tan fácilmente como dijera el autor de la epístola a los Hebreos en su capítulo 12 verso 1. Es notable observar con cuánta sutileza el tentador dialogó con Eva en aquel jardín del Edén. “Nos envuelve”, es como correr envuelto en una sábana ¡Imposible! Cuando permitimos que el pecado nos envuelva con su sutileza este entorpece cada una de las áreas de nuestra vida. Nuestras emociones se vuelven amargas o tristes, nuestros pensamientos se llenan de condenación y cierto espíritu de crítica nos atrapa paulatinamente, nuestra perspectiva de la vida se tiñe de pesimismo, nuestra visión se nubla y vemos todo como un problema, nuestras palabras se convierten en instrumentos para lastimar y destruir y nuestra relación con Dios se vuelve dramáticamente afectada.  

Un viejo refrán dice que “el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo”. No cabe duda que este archienemigo de Dios tiene sobrada experiencia en hacer caer en sus trampas a cuanta criatura cometa el error de dialogar con él. ¡Tendrás el mismo final que Eva!, te lo aseguro. Es que si el pecado sería amargo, feo, amenazador y violento Satanás no tendría trabajo. Pero es todo lo contrario. Es dulce, atractivo y delicado. Entra suavemente como un dulce e inofensivo bocado para amargarte el alma cuando ya es demasiado  tarde. Es una trampa, una seducción, una jugada estratégicamente diseñada para tu aniquilación. Por eso necesitamos la luz de la lámpara de Dios para advertirnos y mostrarnos dónde pisar y dónde no. Vivir una vida enajenada de Dios es auto condenarse al fracaso y la destrucción de tu futuro.

Pensamiento del día:

El pecado en su esencia está basado en sutiles distorsiones de la verdad de la Palabra de Dios.