Comencemos por leer el texto en Éxodo 20:4-6. La Biblia dice: No te harás imagen,  ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo,  ni abajo en la tierra,  ni en las aguas debajo de la tierra.  No te inclinarás a ellas,  ni las honrarás;  porque yo soy Jehová tu Dios,  fuerte,  celoso,  que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,  y hago misericordia a millares,  a los que me aman y guardan mis mandamientos.

Este es el segundo mandamiento del decálogo. Condena la adoración a Jehová Dios por medio, o a través de cualquier imagen. A esto se refiere la parte que dice: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. En esto es donde falla mucha gente tanto en el pasado como en el presente. Normalmente razonan y dicen: No adoro a las imágenes sino a Jehová Dios representado por tal o cual imagen. Pero esto precisamente es lo que condena el segundo mandamiento. La desobediencia a este mandato ocasiona fuerte condena por parte de Dios. Porque Jehová Dios es fuerte, celoso, que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen y también hace misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos.

El amor a Dios se manifiesta en guardar sus mandamientos. Muy bien. Ahora que tenemos claro de qué se trata el segundo mandamiento del decálogo, examinemos el texto bíblico en el cual usted ha detectado una contradicción. Se encuentra en Números 21:8. Para incluir el contexto, permítame leer desde el versículo 6 hasta el versículo 9. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes,  que mordían al pueblo;  y murió mucho pueblo de Israel.  Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo:  Hemos pecado por haber hablado contra Jehová,  y contra ti;  ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes.  Y Moisés oró por el pueblo.  Y Jehová dijo a Moisés:  Hazte una serpiente ardiente,  y ponla sobre una asta;  y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella,  vivirá.  Y Moisés hizo una serpiente de bronce,  y la puso sobre una asta;  y cuando alguna serpiente mordía a alguno,  miraba a la serpiente de bronce,  y vivía.

Note que el propósito de la serpiente de bronce sobre esa asta, no era para que el pueblo de Israel se incline ante ella y le rinda honores. Esto sería una violación flagrante del segundo mandamiento del decálogo. El propósito de la serpiente de bronce sobre el asta, tampoco era para que de ella salga poder curativo para sanar a los que eran mordidos de las serpientes. El propósito de la serpiente de bronce era simplemente para que la gente que tenía fe en Jehová Dios para ser sanados de la mordedura de las serpientes, lo demuestre obedeciendo algo que Jehová Dios había dicho que hicieran, es decir, mirar a la serpiente de bronce sobre el asta. La genuina fe se manifiesta en obediencia a lo que Dios dice. Este incidente es usado en el Nuevo Testamento como símbolo de la muerte expiatoria de Cristo, y la necesidad de tener fe en él para obtener la salvación que conduce a la vida eterna.