No dejo de sorprenderme de cómo somos de ingratos. Puede que aun estemos disfrutando de los beneficios de una buena acción a nuestro favor y ya nos comencemos a quejar. Israel no era diferente a nosotros, ellos no se acordaron; la idea aquí es que dejaron de darle importancia. Vieron que lo que Dios había hecho era sólo una obra más y hasta parte de su obligación, era como pensar en que si Dios me sacó de Egipto ahora tiene que cuidarme y darme todo lo que prometió.

Otro aspecto es ser ingrato con los siervos de Dios, algo también muy sorprendente, ya que hemos tenido personas que hicieron de todo por ayudarnos y nos acompañaron, pero en cuanto cometen una falta o dejan de estar a nuestro lado nos volvemos contra ellos y les comenzamos a criticar o murmurar. No dejes que tu corazón quite de tus ojos el valor de los que están a tu servicio, no son tus empleados, son esclavos de Cristo por amor.

¿Te quejas de Dios? Haz una lista con 3 cosas lindas que recibiste de Dios en los últimos días.