Lo más difícil en las relaciones interpersonales o en las peleas es que no sabemos darle el lugar a Dios; a veces peleamos con alguien por cosas que ni siquiera hemos hecho y heredamos pleitos ajenos, hijos que sienten rencor por sus padres de cosas que ellos no sufrieron sino que escucharon quejas de uno de ellos, en fin, a veces sólo nos quejamos o peleamos por problemas de otros y asumimos como nuestros.

El punto principal de esto no es de quién es la culpa o el problema, sino que Dios es el Juez, no se le pasa por alto, sabe perfectamente lo que ocurre y juzgará a cada uno. Debemos tener temor ante la realidad de que en medio de nuestros conflictos, de cada pelea Dios está como Juez, viendo mis actitudes, escuchando mis palabras, pensando mi corazón. Habla con Dios mientras tomas tu café, pues es necesario que juzgue en tu vida.

¿Tus conflictos tienen peso real? ¿Cómo resuelves estos conflictos?