A través del correo electrónico nos escribe un amigo oyente y dice lo siguiente: Un cariñoso y fraternal saludo desde la bella República de Panamá, a todos los que laboran de forma continua y dedicada, en la proclamación de las Buenas Nuevas a través del programa La Biblia Dice… Mi consulta es con respecto a prácticas como la hechicería, mal de ojo, premoniciones, visiones, sueños y cosas semejantes. ¿Son válidas estas prácticas en aquellos que han conocido la verdad del Evangelio? En mi opinión, estas prácticas no son más que pura imaginación y superchería. Pienso que las Sagradas Escrituras nos advierten sobre estas prácticas en textos como Deuteronomio 18:9-14. No obstante, quisiera escuchar su opinión.
DL Qué gozo estar junto a usted amable oyente. A nombre de los que servimos al Señor en La Biblia Dice… quiero expresarle un profundo agradecimiento por sus saludos y por sus palabras de aprecio hacia nuestro ministerio. Que el Señor le colme de bendiciones. Bueno. Noto que usted tiene ya su opinión formada en cuanto a prácticas como hechicería, o la actividad de los brujos y brujas; mal de ojo, o la capacidad de hacer daño a alguien con tan solo mirarlo; o las premoniciones, o la capacidad de saber de antemano algo que va a suceder, o las visiones, en el sentido de percibir imágenes sobre determinada situación desconocida, o los sueños, en el sentido de conocer algo oculto por medio de un sueño. Tal vez convendría aclarar que visiones y sueños fueron, entre otras, maneras válidas de conocer la voluntad de Dios en determinada época de la vida de Israel, pero a raíz de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo y el consiguiente descenso del Espíritu Santo, las visiones y los sueños dejaron de ser maneras válidas de conocer la voluntad de Dios. Hoy en día, teniendo a nuestra disposición la palabra completa de Dios, teniendo la persona del Espíritu Santo morando en nuestra vida, teniendo hombres y mujeres temerosos de Dios que pueden aconsejarnos, es todo lo que nos hace falta para conocer la voluntad de Dios. Pero volvamos a las prácticas mencionadas por usted. Todas estas prácticas caen dentro de lo que se llama el ocultismo y usted tiene toda la razón cuando afirma que es algo condenado en la Biblia. Para beneficio de los amigos oyentes que no tienen una Biblia a la mano, permítame leer el pasaje bíblico que usted citó en la consulta. Se encuentra en Deuteronomio 18:9-14. La Biblia dice: “Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.” El ocultismo, amigo oyente, es tan ofensivo a Dios como la misma idolatría. En ambos casos, Dios lo cataloga como abominación. Un genuino creyente, no debería involucrase en ninguna de estas prácticas. Así que jamás recurra a un adivino, no importa el método que use para la adivinación. Jamás recurra a la astrología para ver lo que le depara el destino. Olvídese del aparentemente tan inofensivo horóscopo. No se meta jamás en juegos de azar, como la lotería, el casino, los sorteos, las apuestas. Aléjese del espiritismo, de hacerse leer las cartas, de la tabla ouija y en general de todo lo que tiene que ver con el ocultismo. No se contamine con cosas que son abominación para Dios. Para terminar, me gustaría hacer un breve comentario sobre lo que usted dijo en cuanto a que para usted, todas estas prácticas no son más que producto de la imaginación y la superchería, es decir, el engaño, o el dolo o el fraude. Puede ser que sea así, inclusive en la mayoría de los casos, pero no en todos. Lo que pasa es que quien gobierna y controla el mundo del ocultismo es Satanás, y Satanás es muy poderoso, aunque no todo poderoso. Sólo Dios es todo poderoso. Satanás puede hacer cosas sobrenaturales para engañar a sus víctimas. Esto lo sabemos por lo que dice la Biblia en cuanto a lo que el falso profeta hará durante la tribulación. Entre otras cosas hará descender fuego del cielo, infundirá aliento a la imagen del Anticristo de modo que pueda hablar y hacer matar a todo aquel que no le adore. No toda práctica ocultista es un fraude. Satanás está allí y es mejor no contaminarse con el mundo tenebroso de Satanás.
A través del correo electrónico se ha comunicado con nosotros un amigo oyente desde algún lugar de Argentina. Nos pide explicación del pasaje bíblico en el libro de los Hechos capítulo 8, cuando los apóstoles hicieron imposición de manos y como resultado los creyentes recibieron el Espíritu Santo.
Gracias amable oyente por su consulta. Para comenzar, es necesario que tenga muy en claro la manera como un creyente recibe el Espíritu Santo. Este asunto se trata en varios pasajes bíblicos, de entre los cuales me gustaría citar aquel que se encuentra en Efesios 1:13-14. Me voy a permitir leerlo para beneficio de los amigos oyentes que no tienen una Biblia a la mano. La Biblia dice: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” Según lo que dice este texto, cuando una persona oye la palabra de verdad, que no es otra cosa sino el evangelio, o las buenas nuevas de salvación, y cree absolutamente en esa palabra de verdad, lo cual en esencia es sinónimo de recibir por la fe a Cristo como Salvador, entonces Dios mismo sella a este creyente con el Espíritu Santo de la promesa. Esto significa que el Espíritu Santo es el sello que garantiza entre otras cosas que ese creyente pertenece a Dios. A partir de ese momento, el Espíritu Santo toma residencia en el creyente y jamás se va de allí. De esta manera, el Espíritu Santo es las arras o lo que se da como prenda o seña, o pago anticipado, del cuantioso tesoro espiritual que está a disposición del creyente. De modo que, amable oyente, el Espíritu Santo no viene a un creyente como consecuencia de que alguien imponga manos. Nadie, ni aún los apóstoles tienen poder para otorgar el Espíritu Santo a un creyente. Es Dios quien otorga el Espíritu Santo a un creyente y esto acontece el mismo instante que la persona deposita su fe en Cristo y lo recibe como Salvador. Con esto en mente, veamos lo que dice el texto en Hechos 8:14-17 “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.” El acto de imponer las manos denota identificación total y absoluta entre quien impone las manos y los que reciben la imposición de manos. A raíz de que los samaritanos recibieron a Cristo como Salvador, existía la posibilidad de que los samaritanos lo consideren como algo distinto de lo que años antes había sucedido en Jerusalén con los judíos cuando recibieron el Espíritu Santo. Había el peligro de que de entrada se produzca un cisma en la naciente iglesia Cristiana. La iglesia de los judíos versus la iglesia de los samaritanos. Fue necesario que vengan Pedro y Juan y se identifiquen con los creyentes samaritanos, por medio de imponerles las manos, para que tanto judíos como samaritanos entiendan que son parte de un mismo cuerpo. La venida del Espíritu Santo sobre los samaritanos tan pronto Pedro y Juan impusieron las manos, era prueba que lo que sucedió con los judíos y lo que sucedió con los samaritanos fue un mismo evento, de modo que judíos y samaritanos formaban parte de un mismo cuerpo. Una vez que el evangelio se extendió hacia el pueblo gentil, según Hechos capítulo 10, se estableció el modelo final de recepción del Espíritu Santo, el cual, según lo que ya señalé resulta de recibir por la fe a Cristo como Salvador.
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