Desde Costa Rica nos escribe un amable oyente y nos dice lo siguiente: Primero que nada felicitarlos por sus programas radiales porque son de mucha bendición y dejan mucha enseñanza. También doy gracias a Dios por su sitio en Internet porque es maravilloso y nos da la oportunidad de ver las respuestas a consultas y nos permite archivarlas para uso futuro. Mi pregunta es la siguiente: Dios le dio permiso a Satanás para atentar contra todo lo que poseía Job, excepto su vida. Satanás usó personas malas para hacer daño a las propiedades de Job. Pero en Job 1:16 dice que cayó fuego de Dios desde el cielo y quemó a las ovejas y a los pastores de Job. También dice que un fuerte viento derribó la casa donde estaban todos los hijos de Job y todos perecieron. Mi pregunta es si Satanás tiene poder para hacer descender fuego de Dios y producir vientos fuertes.

Gracias por sus comentarios y por su consulta amable oyente. Su inquietud tiene que ver con el libro de Job. Este libro debate la milenaria pregunta: ¿Por qué sufre el justo si Dios es un Dios de amor y misericordia? El libro de Job enseña claramente la soberanía de Dios y la necesidad que el hombre tiene de reconocer dicha soberanía. Los tres amigos de Job ofrecieron básicamente la misma respuesta: Todo sufrimiento se debe al pecado. Eliú, sin embargo, declaró que con frecuencia el sufrimiento es un medio para purificar al justo. El propósito de Dios, por tanto, fue deshacer toda la auto-justicia de Job y colocarlo en el lugar de la completa confianza en Él. Allí en el libro de Job se nos muestra que este personaje oriundo de Uz, territorio al Sur Este del mar muerto, era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Job era íntegro en todo sentido. Job no podía ser justamente acusado de alguna falta moral por sus contemporáneos. Job tenía una gran parentela, nada más y nada menos que siete hijos y tres hijas. Sus bienes se resumen en 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnas, y muchísimos criados. Con razón que tenía fama de ser el más grande de todos los orientales. Algo digno de imitarse en Job es que no sólo procuró bienestar material para él y su familia sino que procuró bienestar espiritual para él y su familia. En algún momento el haz de luz se quita de Job, su familia y sus posesiones y se coloca en la esfera celestial. Sucede que un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. El nombre Satanás significa adversario. Jehová preguntó a Satanás: ¿De dónde vienes? La respuesta de Satanás refleja la maldad de su carácter. Siempre está buscando oportunidad para causar mal. La respuesta de Satanás fue: De rodear la tierra y andar por ella. Jehová entonces puso sobre la mesa el caso de Job. Dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? La respuesta de Satanás fue acusando a Job de que su devoción a Dios era simplemente en pago por lo bien que estaba siendo tratado por Dios. Tan convencido estaba Satanás de lo que decía, que dijo a Jehová: Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Jehová entonces dijo a Satanás: Todo lo que Job tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Aquí comenzó la odisea de Job. Mientras los hijos y las hijas de Job disfrutaban de la vida en la casa del hermano primogénito, vino a Job un mensajero con la ingrata noticia del ataque de los sabeos, quienes se llevaron todas las asnas y los bueyes y mataron a los criados. Mientras todavía estaba hablando este mensajero, llegó otro y dijo: Fuego de Dios cayó del cielo y quemó a las ovejas y a los pastores. Cuando este mensajero se refirió al fuego de Dios cayendo del cielo, se estaba refiriendo probablemente a un rayo o un relámpago. Mientras todavía estaba hablando este segundo mensajero, llegó un tercero y comunicó a Job sobre el ataque de un ejército de caldeos. Como resultado, se llevaron todos los camellos y mataron a los criados. Mientras todavía estaba hablando este tercer mensajero, llegó un cuarto mensajero y comunicó a Job que había venido un gran viento del lado del desierto, una especie de gran tornado, y había derribado la casa donde estaban celebrando los hijos de Job y habían muerto todos ellos. Qué terrible lo que tuvo que vivir Job. Pero a pesar de eso, Job se levantó y rasgó su manto y rasuró su cabeza y se postró en tierra y adoró a Dios y pronunció esas memorables palabras: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno. Más adelante Job tuvo que soportar más prueba. Su salud fue afectada, le increpó su esposa y sus tres mejores amigos le acusaron injustamente. Después de una serie de sucesos por demás interesantes, Job finalmente hizo esa famosa declaración de confianza absoluta en  Dios: De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven. De esta historia, a Usted le interesa especialmente lo concerniente a los instrumentos que utilizó Satanás para herir a Job. No reviste mayor dificultad el entender que Satanás debe haber incitado a los sabeos y a los caldeos para que ataquen a los criados de Job y luego de matarlos se lleven los bueyes, las asnas y los camellos. Es natural que los impíos estén muy dispuestos a someter su voluntad a la voluntad de Satanás, porque en el fondo son siervos de Satanás. Pero el problema surge con ese gran viento del desierto, el cual tal vez fue un gran tornado, y con ese fuego de Dios que cayó del cielo, el cual tal vez fue un gran relámpago. Estos son fenómenos naturales. Parecería como que Satanás tuviera poder sobre los fenómenos naturales de modo que puede hacer que sucedan a su voluntad. Pero no es así. Dios es el único que tiene poder sobre la naturaleza. Satanás recibió permiso de Dios para herir a Job y lo que sucedió fue simplemente que Satanás manipuló las circunstancias para poner los bienes, los criados y los hijos de Job en el lugar preciso donde se iba a manifestar un fenómeno de la naturaleza.

La segunda consulta para el programa de hoy dice así: Según Hechos 16:6 el Espíritu Santo prohibió a Pablo que predique el Evangelio en Asia, pero según Hechos 19:10 y 22 Pablo predicó el Evangelio en Asia. ¿Será que Pablo desobedeció al Espíritu Santo?

El apóstol Pablo no desobedeció al Espíritu Santo de ninguna manera. Permítame explicarlo. Para ello voy a leer el texto en Hechos 16:6. La Biblia dice:

“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.”

Este episodio ocurrió durante el segundo viaje misionero de Pablo. La idea original o el deseo de Pablo era ir a la provincia romana de Asia para predicar el Evangelio allí, pero el Espíritu Santo no se lo permitió. Obediente a esta prohibición, Pablo cambió rumbo y fue hacia Misia. Una vez allí, Pablo intentó ir a Bitinia pero nuevamente el Espíritu Santo no se lo permitió. Fue así como Pablo, pasando junto a Misia, descendió a Troas. Fue allí donde Pablo vio en visión a un varón Macedonio, en pie, rogándole y diciendo: pasa a Macedonia y ayúdanos. Pablo obedeció la visión y partió para Macedonia, dando por cierto que Dios le estaba llamando para que anunciase el Evangelio allí. Esto abrió la puerta para el fructífero ministerio de Pablo y sus acompañantes en Filipos, Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto. Vemos aquí al Espíritu Santo dirigiendo la labor evangelística de Pablo.

La razón del Espíritu Santo para no permitir que Pablo predique el Evangelio en Asia, fue simplemente porque no era el tiempo de Dios. Más tarde, Pablo dio inicio a su tercer viaje misionero. Ahora había llegado el tiempo de Dios para ir a Asia. Pablo visitó por orden a la región de Galacia y de Frigia. Visitó las regiones superiores y eventualmente llegó a Efeso, la primera ciudad en Asia. Pablo comenzó a enseñar en la sinagoga de los judíos por espacio de tres meses. Cuando los judíos rechazaron el mensaje de Pablo, se separó de ellos y se quedó en Efeso por espacio de dos años. Note lo que dice Hechos 19:10.

“Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.”

Allí lo tiene. No es que Pablo desobedeció la prohibición del Espíritu Santo de ir a Asia. Esa prohibición se dio en el segundo viaje misionero de Pablo. Pero para el tercer viaje misionero de Pablo, la prohibición ya no estaba más en vigencia. Ahora era el tiempo de Dios para que Pablo predique el Evangelio en Asia. Pablo lo hizo y Dios añadió su bendición a raudales.

 

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