La primera consulta para el programa de hoy nos llega desde San Miguel, Buenos Aires, Argentina. Dice así: ¿Puede una persona creyente estar bajo el dominio de los demonios? ¿Por qué?
Muchas gracias por su consulta amable oyente. Todo depende de qué es lo que se entiende cuando se habla de estar bajo el dominio de los demonios. Si entiende esto en el sentido de posesión demoníaca, entonces la respuesta es negativa. Posesión demoníaca es un estado en el cual una persona es controlada total y absolutamente por Satanás o sus demonios al punto de anular su propia voluntad. Un verdadero creyente jamás puede estar poseído de demonios, por dos razones contundentes. Primero, porque eso es lo que expresamente declara la Biblia en 1 Juan 5:18. La Biblia dice: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
Según este texto, Aquel que fue engendrado por Dios, es decir el Señor Jesucristo, guarda al creyente. En consecuencia, el maligno o Satanás no toca al creyente. El apóstol Juan utiliza el verbo “tocar” solamente en este texto y en el Evangelio escrito por él, en el capítulo 20 versículo 17. El verbo “tocar” denota “asir a alguien con firmeza” o “agarrar con la finalidad de causar daño”. Por el hecho que el creyente pertenece a Dios, Satanás se ve obligado a operar dentro de la soberanía de Dios, es decir a no hacer nada más allá de lo que Dios se lo permita, como fue en el caso de Job, según Job 2:4-6 donde dice: Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
Satanás no hizo con Job lo que quiso sino solamente lo que Dios se lo permitió. De esto podemos concluir que Satanás y ciertamente también sus demonios, pueden perseguir, tentar, probar y acusar a los creyentes, pero Dios protege a sus hijos y fija límites definidos a la influencia y poder de Satanás. La segunda razón es porque la Biblia declara que el creyente es templo del Espíritu Santo y mal podría ese mismo creyente ser templo de Satanás o sus demonios al mismo tiempo. Dios no puede compartir su morada con Satanás o sus demonios. Note lo que dice 1 Corintios 6:19-20. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
Por estas dos razones es imposible que un verdadero creyente pueda ser poseído por Satanás o sus demonios. Pero si se entiende la frase “estar bajo el dominio de los demonios” en el sentido de ser perseguido, o tentado, o probado o acusado por demonios, entonces es afirmativo. Un verdadero creyente puede ser el blanco de Satanás o sus demonios para causar daño, pero siempre dentro de los límites que Dios establezca para cumplir con sus soberanos propósitos. En todo caso, la palabra de Dios nos muestra que el creyente tiene a su disposición todo lo que hace falta para no ser derrotado por Satanás o sus demonios. Permítame leer Efesios 6:10-17. Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Satanás y sus demonios pueden maquinar cualquier cosa en contra del creyente, pero si el creyente se ha fortalecido en el Señor y se ha vestido de toda la armadura de Dios, jamás será derrotado.
La segunda consulta de nuestro amigo oyente de San Miguel, Buenos Aires, dice así: Entiendo que las pruebas ayudan a los creyentes a fortalecerse en su fe y a depender de nuestro Señor en medio de la prueba, pero ¿qué se le puede decir a un incrédulo que está pasando por pruebas muy difíciles?
Gracias por su consulta amable oyente. Usted tiene mucha razón cuando afirma que en el caso de los creyentes, las pruebas son para nuestro beneficio. Por eso alguien ha catalogado a las pruebas como bendiciones en disfraz. Las pruebas para los creyentes provienen de Dios, no del diablo y por tanto son cuidadosamente administradas en cuanto al tipo de prueba y la intensidad de la prueba. Un hermano en la fe solía afirmar que Dios nos mete en el horno de la prueba, pero mantiene su mano sobre el termostato. El creyente jamás será probado más de lo que puede soportar. Con razón que en Santiago 1:2-3 dice lo siguiente con respecto a las pruebas para los creyentes: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
Allí lo tiene amable oyente. Los beneficios resultantes de las pruebas deben motivar al creyente a experimentar gozo. Las pruebas permiten que la fe sea más pura. Eso es lo que tenemos en 1 Pedro 1:6-7 hablando de la salvación. Dice así: En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
La prueba para los creyentes es como el fuego que utiliza el joyero para purificar el oro. Las pruebas purifican la fe del creyente. Pero todo esto aplica única y exclusivamente a los creyentes. Los que no son creyentes pueden experimentar diversas crisis, pero no se puede afirmar que son pruebas de Dios. Recuerde que las pruebas tienen como propósito purificar la fe de los creyentes. Los incrédulos todavía no tienen la fe a ser purificada. Los incrédulos primeramente tienen que nacer de nuevo por medio de recibir a Cristo como Salvador para adquirir la fe verdadera, la fe que produce salvación. Las crisis en los incrédulos pueden resultar de sus propias malas decisiones, o de las malas decisiones que otros hayan tomado, o de poderes malignos o de Dios. Dios puede utilizar las crisis en los incrédulos para llamar a la reflexión en cuando a su estado espiritual, pero en este caso, el propósito es distinto al propósito de las pruebas para los creyentes. Lo que se puede decir a un incrédulo que está atravesando por una severa crisis, es que mire a esa crisis como una oportunidad para que Dios le guíe hacia una relación personal con él. No está por demás mencionar que no siempre Dios usa una crisis para guiar a un incrédulo a los pies de Cristo. Cuando Pablo estuvo en Filipos, hubo una mujer que con tan solo oír el evangelio reconoció su estado espiritual y recibió a Cristo como Salvador, pero en la misma ciudad, hubo un carcelero a quien le hizo falta que Dios envíe un terremoto para quebrantar su duro corazón. A raíz de este terremoto, el carcelero dijo a Pablo y a Silas: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? ¿Ve? Dios no siempre echa mano de las crisis para atraer a un pecador hacia la cruz de Cristo.
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