La primera consulta en la edición de hoy de Consultorio Bíblico, nos ha sido hecha por una amiga oyente de Nogales, Texas, Estados Unidos. Ella es creyente pero su esposo no. Cuando él está sobrio, es tranquilo y cariñoso con ella y con los hijos, pero cuando se emborracha, lo cual sucede muy a menudo, se transforma totalmente. Enloquecido por el alcohol, varias veces ha agredido físicamente a su esposa y a sus hijos, no sin antes pasar por la agresión emocional. Ella tiene temor de que algo más grave pueda ocurrir en el futuro. Por el miedo a que él tome represalias contra ella, no ha hablado con nadie sobre la conducta de su esposo. Nos pide un consejo.
Primeramente me gustaría solidarizarme con Usted ante la difícil prueba que está experimentando. La conducta de su esposo no se justifica bajo ningún punto de vista. Aun si Usted fuera la peor esposa del mundo, su esposo no tiene el más mínimo derecho a maltratarla emocionalmente, peor físicamente. Me imagino que por guardar las apariencias, o por el temor a que su esposo la abandone, o como Usted mismo dice, por el temor a que su esposo le golpee con más violencia, Usted ha ocultado esta situación, pero eso no es correcto amiga oyente. Usted no puede seguir viviendo de esta manera con su esposo. No solo está en peligro su vida sino también la de sus hijos. Nuestro consejo es que lo antes posible acuda a los pastores o ancianos de la iglesia donde Usted se congrega y denuncie ante ellos la conducta agresiva de su esposo. Seguramente ellos hablarán con su esposo para compartir con él el evangelio, para instruirle en cuanto a la gravedad de su conducta agresiva, para mostrarle cómo debe tratar a su esposa y a sus hijos, y para advertirle sobre futuras agresiones. Además, le sugiero que ore mucho al Señor por su esposo para que llegue a conocer a Cristo como su Salvador. Apoye su oración con la buena conducta que toda esposa creyente debe manifestar en su hogar. Quiera Dios que estas acciones constituyan un remedio para su situación, al menos en lo que a la conducta agresiva de su esposo se refiere. Si esto no da ningún resultado, me temo que va a tener que recurrir a las autoridades civiles que velan por el bienestar de las esposas. En nuestro país el Ecuador, existe lo que se llama la Comisaría de la Mujer, la cual, entre otras cosas se encarga de proteger a esposas del maltrato de sus esposos. No tenga temor de recurrir a esta instancia, si todo lo anterior no ha dado el resultado que busca. No estará quebrantando ningún principio bíblico al buscar protección de las autoridades civiles puestas por Dios para ese propósito. Si aún esta medida no logra los cambios que Usted busca en su esposo, me temo que no le quedará otra alternativa sino una separación de su esposo. No es una decisión fácil y por tanto no se puede tomarla a la ligera. Busque consejo de personas maduras espiritualmente hablando, quienes conozcan de cerca la situación que está viviendo y los pasos que ha dado para arreglar el problema. La separación tendría un doble propósito. Por un lado, proteger la integridad física de Usted y de sus hijos. Quizá Usted no ha tomado conciencia todavía de que la vida suya y de sus hijos se pone en serio peligro cuanto están al frente de un hombre embrutecido por el alcohol. Para casos como estos, es que la Biblia habla de la posibilidad de la separación. 1Corintios 7:10-11 dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese; y que el marido no abandone a su mujer.” La voluntad de Dios es que los casados no se separen. Eso es obvio. Pero hay casos, como por ejemplo cuando la vida de la esposa o de los hijos está en peligro por la agresividad del esposo, en los cuales la separación es la alternativa para proteger la integridad física de la esposa y de los hijos. Por otro lado, una separación puede hacer reflexionar a su esposo a reconocer lo que está poniendo en juego con su violencia cuando está borracho, y eventualmente su esposo podría motivarse a un cambio en su conducta. En el estado de separada, Usted tiene solo dos alternativas: Número uno, quedarse sin casar, o número dos, reconciliarse con su marido. En todo caso, amiga oyente, insisto en que no puede seguir viviendo en las condiciones en que está, y callarse no va a arreglar el problema. Es hora de orar con fervor, depender de Dios y dar los pasos necesarios para arreglar la situación. No pierda la esperanza. Dios es experto en imposibles, pero Usted también tiene que hacer su parte.
La segunda consulta para nuestro programa de hoy nos ha hecho un amigo oyente de Quito, Ecuador, quien tiene un hijo adolescente quien está manifestando una conducta en extremo rebelde tanto en el hogar como en el Colegio donde estudia. Este amigo oyente ha usado la vara para disciplinar a su hijo, pero no ve ningún cambio de conducta. Nos pregunta qué es lo que puede hacer.
Gracias por su consulta amigo oyente. La adolescencia es una etapa de transición, poco a poco se van dejando las cosa que son propias de los niños y se van adoptando las cosas que son propias de los adultos. En esta etapa se producen cambios en lo espiritual, lo emocional y lo físico. Espiritualmente se inicia una etapa de formar convicciones espirituales propias. Mientras era niño, se conformaba con creer lo mismo que sus padres, o sus maestros o sus pastores, sin comprender mucho las razones para creer así. En lo emocional, aparecen temores, dudas, angustia, ansiedad. En lo físico, quizá es donde más se producen cambios, el cuerpo crece rápidamente, la voz cambia, los rasgos de un adulto comienzan a dibujarse en el rostro del niño. Como toda etapa de transición, la adolescencia tiene sus altibajos. No será extraño que determinado día se sienta todo un ateo, mientras que otro día se sienta con un enorme fervor espiritual. No será extraño que de pronto se sienta dueño del mundo para, en instantes, pasar a un profundo desánimo. No será extraño que algún día despierte temprano para aprovechar bien el día y otro día tenga deseo de dormir hasta la hora del almuerzo. Es parte de la inestabilidad de la adolescencia. Otra de las características preponderantes de la adolescencia es la tendencia a rebelarse contra la autoridad. No solo la autoridad paterna, sino la autoridad de la iglesia y la autoridad educativa. Todo es producto de los cambios espirituales, emocionales y físicos por los cuales está atravesando. Digo todo esto para que Usted no se desespere al ver algunas de estas manifestaciones en su hijo adolescente. No vaya a pensar que su hijo está endemoniado o que ya no hay esperanza para él. En esta etapa es cuando más necesitan los hijos de los padres y es cuando más cuidadosos tienen que ser los padres con los hijos. Colosenses 3:21 dice: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” La condición del adolescente es tal, que por lo mínimo se exaspera y se desalienta. Ahora la gran pregunta es: ¿Cómo criar a un hijo o a una hija adolescente? Pues tomemos como guía la palabra de Dios. Efesios 6:4 dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” Este mandato tiene dos partes. Una negativa. No provoquéis a ira a vuestros hijos. Los adolescentes son provocados a ira cuando son sobreprotegidos, cuando son comparados con sus hermanos o con otros adolescentes, cuando son forzados a ser perfectos, cuando son tratados como niños, cuando son ofendidos con palabras o gestos, cuando son ridiculizados por sus rasgos físicos, cuando son castigados en público, cuando se les niega tiempo para pasar con ellos. Todas estas son maneras de provocar a ira a los hijos adolescentes. La otra parte del mandato es positiva. Sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Criar en disciplina no significa caer a garrotazo limpio a un adolescente cuando hace algo que se considera malo. Criar en disciplina significa establecer de antemano cuáles son las normas de conducta en la casa, en la iglesia, en el colegio y premiar cuando esas normas de conducta son respetadas y castigar cuando esas normas de conducta son violadas. El castigo con vara tiene su lugar en la crianza de los hijos, pero cuando los hijos son adolescentes, el castigo con vara produce resultados opuestos a lo que se busca. Es mejor castigar de otra manera. Por ejemplo, por medio de privar privilegios. Juntamente con el castigo, debe haber un tiempo para hablar con amor al hijo adolescente. En la adolescencia es cuando más hace falta el amor de los padres. Los padres deben aprender a dividir la falta del que cometió la falta. Me explico. Si un hijo adolescente ha hecho algo malo, los padres deberían decir: Hijo, te amo mucho, te amo más de lo que imaginas, pero a la vez estoy totalmente opuesto a esto que has hecho. El amor a un hijo adolescente debe ser expresado en formas prácticas, tales como un abrazo, una caricia, una salida a pasear solo con él o con ella. Es necesario que el hijo adolescente sepa que sus padres no solo dicen que le aman sino que en realidad le aman. Por último, cuando los hijos son adolescentes comienzan a distinguir muy bien si sus padres son coherentes entre lo que creen y lo que hacen. Cuando son niños, es posible engañarlos diciendo: Haz lo que te digo sin mirar lo que hago. Pero cuando los hijos son adolescentes, ya no se les puede engañar. Lo que los padres hacen habla más alto que lo que los padres dicen. Así que, amigo oyente, tanto Usted como su esposa, deben vivir en la práctica lo saben en la teoría. Ámense entrañablemente, sométanse el uno al otro. No anden en mentiras ni en chismes, ni en rumores ni en peleas entre Ustedes. Su buen testimonio, su fidelidad al Señor, será el mejor ingrediente para ayudar a un hijo adolescente a superar esta etapa de transición.
0 comentarios