Por medio del correo electrónico se ha comunicado con nosotros una amiga oyente para preguntarnos acerca de lo que dice la Biblia en cuanto a la ofrenda y al diezmo.

Gracias por su consulta. Su inquietud tiene que ver con la ofrenda y el diezmo. Esto, se inscribe en lo podríamos llamar el dar. Para tener un punto de partida, leamos 1ª Juan 3:17 «pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra con él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?»

Según el apóstol Juan, el dar, no importa si es a Dios o a otros, se relaciona directamente con el amor que decimos que tenemos a Dios. Este versículo va precedido de uno que dice que debemos poner nuestras vidas por los hermanos como la más grande prueba de amor. Desde luego, la mayoría de los creyentes no se verán nunca en necesidad de llegar a este extremo, ¿cómo, pues, puede el creyente en circunstancias ordinarias mostrar que ama a su hermano, y por consiguiente a Dios?

La respuesta es simple: por medio de dar dinero o bienes a su hermano. Si no lo hace, teniendo posibilidad de hacerlo, entonces muestra que no solo no ama a su hermano, sino que no ama a Dios. El dar por tanto no debe ser exclusivo de los ricos. El dicho lo resume bien. No da el que tiene sino el que quiere dar. Siempre se presenta una tendencia, cuando leemos pasajes bíblicos que hablan del dar ya sea dinero o bienes y esa tendencia es de aplicar lo que leemos a los demás. Invariablemente miramos a la persona que se encuentra en mejor situación económica que nosotros, y pensamos que le haría muy bien leer esto que nosotros estamos leyendo.

Pero con muchísima facilidad olvidamos que hay otras personas que están peor que nosotros económicamente hablando y que aún ellos deberían practicar el privilegio de dar, no se diga nosotros que tenemos tal vez poquito más que ellos.

El pasaje del Nuevo Testamento que nos instruye claramente sobre el dar se encuentra en 1ª Corintios 16:2 que dice: «Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas»

En este sólo versículo se encuentran cuatro principios sobre el dar.

Primero, el dar es responsabilidad de cada uno de los creyentes. Aunque vivimos en la era de la gracia, sin embargo el dar no es opcional sino que un privilegio y responsabilidad de cada creyente. Recuerde que es la manifestación de nuestro amor a Dios. El dar es asunto personal en el que cada creyente mantiene una responsabilidad individual y directa con el Señor. Lo que da es asunto suyo personal, con tal que lo que dé lo haga consultando con Dios ante quien todas las cosas están desnudas y abiertas.

Segundo, el dar ha de ser proporcionado, según haya prosperado dice el texto. No se halla regla fija y firme sobre la cantidad en los principios del Nuevo Testamento para dar. Esto constituye un claro contraste con las normas del Antiguo Testamento según las cuales se requería dar el diezmo de todo a los levitas, quienes a su vez entregaban el diezmo de lo que recibían a los sacerdotes. Además, los judíos entendían que un segundo diezmo, tenía que ponerse aparte y consumirse en una comida sagrada a las puertas del templo de Jerusalén. Sobre esto, cada tres años debía entregarse otro diezmo para los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas. De este modo, la proporción quedaba claramente especificada y cada israelita se veía obligado a dar al Señor aproximadamente el 23 % de sus ingresos anuales. En contraste con ello, el Nuevo Testamento dice simplemente que lo que debemos entregar al Señor como ofrenda debe ser según se haya prosperado. Esto puede significar un 8 o 12 o 15 o 20 o 50 o 100% cualquier porcentaje según el caso individual. Puede significar también una proporción variable cada año, porque no hay razón para creer que la proporción conveniente de un año haya de ser la misma para el próximo año. Cuando viene la prosperidad, como sucede a muchos creyentes, debe emplearse el excedente para dar más y no necesariamente para comprar más cosas.

Tercero, el dar ha de estar en depósito privado. Ponga aparte algo dice el texto. Contrariamente a la creencia común, el creyente no está obligado a entregar su donativo a la iglesia cada semana. La palabra griega que se ha traducido como poner aparte, significa reunir, guardarlo aparte, amontonar, atesorar. La idea es personal, es decir que el donativo se ha conservar en privado, no como depósito público. El cuadro de este versículo es claramente del de un fondo privado, donde el creyente coloca sus donativos en proporción a lo que prospera, fondo del cual luego distribuye cantidades para fines específicos. Siempre, todo creyente debe disponer de una cantidad, aun cuando sea pequeña para dar, según el Espíritu Santo dirija.

Cuarto, el dar debe ser algo periódico. El primer día de la semana dice el texto. El depositar en el fondo debe hacerse cada domingo. Este es el día cuando el creyente debe llevar las cuentas, determinar las proporciones, añadir dinero al fondo y sacar dinero del fondo para dar a la iglesia local, a personas necesitadas o a ministerio que están sirviendo al Señor. Alguien podría decir: para qué tanta molestia. ¿Acaso no es suficiente apartar el diezmo de lo que uno ha ganado y ponerlo en la colecta cada domingo? No, la palabra diezmo aparece en el Nuevo Testamento solo 8 veces.

En las referencias de los evangelios se emplea en relación con lo que los fariseos estaban haciendo al cumplir con la ley mosaica. En las referencias de Hebreos el diezmar se emplea para probar la inferioridad del sacerdocio levítico con relación al sacerdocio de Melquisedec. El pasaje no enseña que los creyentes debemos dar los diezmos a Cristo como nuestro sumo Sacerdote. Se dice que el diezmo estaba vigente antes de ser incorporado a la ley mosaica y que por tanto los creyentes estamos obligados a diezmar hoy en día.

Bueno, también el séptimo día de la semana se guardaba como día de reposo antes de la ley de Moisés. Solo por eso ¿tenemos también que guardar el sábado como día de reposo hoy en día? Antes de la ley de Moisés también se ofrecían a Dios sacrificios de animales. Solo por eso ¿Tenemos que ofrecer nosotros a Dios hoy en día también sacrificios de animales? Lo mismo es con los diezmos.

Si el Nuevo Testamento no tuviera la enseñanza sobre el dar, según hemos señalado, entonces sí, deberíamos pensar en al menos dar los diezmos, es decir un 23% de nuestros ingresos, pero gracias a Dios que tenemos normas claras para dar y de esa manera no debemos atarnos solamente al diezmo. Si los judíos estaban obligados a entregar a Dios al menos un 23% de lo que ganaban, ¿será bien visto por Dios que los creyentes nos limitemos al 10%?

La segunda consulta de nuestra amiga oyente tiene que ver con la seguridad de la salvación. ¿Se pierde o no se pierde? Si se pierde, ¿qué es lo que hace que se pierda?

La palabra de Dios enseña que una vez salvos, somos para siempre salvos. Existe mucha evidencia bíblica que demuestra este hecho. De entre esa mucha evidencia, solamente permítame tomar este texto.

Juan 10:27-29 dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi padre.»

Si ha recibido a Cristo como su Salvador personal, llega a ser un hijo de Dios y también una oveja de Cristo. Imagine cuánto le ama su pastor que estuvo dispuesto a morir por Ud. Como oveja del rebaño de Cristo, entra a disfrutar de algunos beneficios. Este texto cita al menos lo siguiente: Ud. es conocido por Cristo. Qué importante es en nuestra sociedad el ser conocido de algún personaje importante. Bueno, como hijo de Dios Ud. es conocido de Cristo. Como tal, nada ni nadie puede hacer algo contra Ud. sin el consentimiento de su pastor. Además, dice el texto que el pastor le da vida eterna. No dice que le dará vida eterna si no peca o si se mantiene fiel hasta el final. Nada de esto. El texto dice simple y llanamente que el pastor, le otorga vida eterna cada instante de su existencia por la eternidad. Otra forma de decir que nadie puede quitarle la vida eterna. Por eso dice el mismo texto que las ovejas del pastor que es Cristo, no perecerán jamás. Esto sería suficiente garantía para sentirnos seguros de nuestra salvación, pero el pastor va más allá en su afán porque Ud. esté seguro de su salvación eterna. El texto dice que está en la mano del pastor y por tanto, no existe nadie que pueda arrebatarlo de allí en contra de la voluntad del pastor. Si hubiera alguien más fuerte que Cristo podría arrebatarle de la mano de Cristo, pero ¿quién puede ser más fuerte que Cristo? Absolutamente nadie. Y más aún, además de estar en la mano de Cristo estamos también en la mano del Padre. Cristo y el padre nos sostienen en su mano, por eso nuestra salvación está garantizada por la eternidad.

 

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