Nos escribe un amable oyente desde Colombia. Una parte de su correo electrónico dice lo siguiente: Gracias por tan maravilloso programa que escucho por la emisora BBN en los 1100 kilociclos del A. M. en la ciudad de Bogotá, República de Colombia, el cual ha sido como un faro de luz que me ha permitido despejar algunas interrogantes acerca de las Escrituras. La siguiente consulta me ha surgido al escuchar a algunos predicadores de radio y T. V. que cuando hablan sobre prosperidad o motivan a las personas a dar, piden que pongan un nombre, entre comillas, a su semilla con el fin de que Dios les otorgue lo pedido en razón de su ofrenda. Tal enseñanza la dan con base en Deuteronomio 14:26 donde dice: Darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que deseares. ¿Debo entender que al dar mi ofrenda o mis diezmos, puedo pedirle a Dios por algo específico que yo necesite y esperar que Dios me lo conceda? En caso contrario, ¿cómo interpretar correctamente la frase: Darás el dinero por todo lo que deseas, y por cualquier cosa que tú deseares?

Qué bendición ha sido para nosotros recibir su carta amigo oyente. Sus comentarios nos han animado grandemente. Damos gracias al Señor, porque es por Él y para Él todo lo que estamos haciendo. El asunto que es materia de su consulta es un caso típico de interpretar textos fuera de su contexto. Una norma básica de interpretación bíblica dice que todo texto debe ser interpretado dentro su contexto. Un dicho popular entre los intérpretes bíblicos dice que texto fuera de contexto es siempre un buen pretexto. En este caso, el texto fuera de contexto ha servido de pretexto para manipular a la gente para que entregue su dinero o sus bienes, ojalá a la iglesia o a la obra de Dios, porque en muchos casos, el dinero va a parar a los bolsillos de personas inescrupulosas. No es que sea malo dar al Señor, o que sea malo dar mucho al Señor, lo malo está en utilizar la codicia para estimular a la gente para dar al Señor. Como esto de poner nombre a lo que se da al Señor para que eso, en un sentido, ponga al Señor en la obligación de darnos lo que deseamos. Ya no es el amor al Señor lo que motiva a dar, sino el amor a cualquier cosa que queremos recibir de él. La idea de poner nombre a lo que damos al Señor, para recibir eso de él no tiene ningún fundamento bíblico, al menos hasta donde yo conozco de las Escrituras. Así que, apliquemos esa regla fundamental de interpretación bíblica para entender lo que significa Deuteronomio 14:26. El contexto parte en el versículo 22, de modo que vamos a leer desde allí, hasta el versículo 26. La Biblia dice: Indefectiblemente diezmarás  todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año.  Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre,  el diezmo de tu grano,  de tu vino y de tu aceite,  y las primicias de tus manadas y de tus ganados,  para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días.  Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo,  por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre,  cuando Jehová tu Dios te bendijere,  entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano,  y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere;  y darás el dinero por todo lo que deseas,  por vacas,  por ovejas,  por vino,  por sidra,  o por cualquier cosa que tú deseares;  y comerás allí delante de Jehová tu Dios,  y te alegrarás tú y tu familia.

Este pasaje bíblico tiene que ver con un segundo diezmo que debía apartar el pueblo de Israel. El primer diezmo que debía apartar aparece en Números 18:21 donde dice: Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos  en Israel por heredad,  por su ministerio,  por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión.

Note que el primer diezmo tenía el propósito de sustentar a los hijos de Leví, la tribu sacerdotal, por cuanto ellos se dedicaban al servicio a Dios en el tabernáculo y posteriormente en el templo. En cambio es segundo diezmo tenía un propósito distinto. En el pasaje que leímos dice claramente que ese diezmo tenía el propósito de que un varón de Israel lo coma con su familia delante de Jehová en el lugar que Jehová escogiere para poner su nombre, es decir, inicialmente donde estaba el tabernáculo y más tarde, donde se edificó el templo en Jerusalén. La Ley de Moisés establecía que cada varón de Israel debía hacer al menos tres peregrinaciones anuales a Jerusalén, en la fiesta de la Pascua y los panes sin levadura, en la fiesta de las semanas, o Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos. La idea era que el varón de Israel, tome su diezmo, bien sea del grano, del vino, del aceite, de las primicias de las manadas, de los ganados, y lo lleve con él al lugar donde estaba el tabernáculo o el templo, y lo coma allí con su familia. Era la forma para que el varón de Israel y su familia aprenda a temer o a reverenciar a Jehová su Dios todos los días. Pero ¿qué pasaba cuando el varón de Israel vivía demasiado lejos del lugar donde estaba el tabernáculo o el templo? Hubiera sido muy difícil e inconveniente que el varón de Israel tenga que caminar tanto con su familia y su diezmo de productos o de animales a cuestas. En ese caso, la ley de Moisés permitía al varón de Israel a vender su diezmo, allí donde vivía, bien sea del grano, o del vino, o del aceite, o las primicias de sus manadas, o del ganado, tomar el dinero producto de la venta, y guardar ese dinero para llevarlo al lugar donde estaba el tabernáculo o el templo. ¿Qué debía hacer el varón de Israel cuando llegaba al lugar donde estaba el tabernáculo o el templo, con el dinero por lo que había vendido el diezmo en el lugar distante donde él vivía? Pues aquí justamente cae lo que fue materia de su consulta y lo que erróneamente se ha interpretado, diciendo que significa que se debe poner nombre a lo que se da a Dios, para que Dios se vea obligado a conceder aquello que se desea. Moisés instruyó a los varones de Israel a usar el dinero de la venta del diezmo, para comprar cualquier cosa que quería comer delante de Jehová su Dios. A esto es a lo que se refieren las palabras de Moisés cuando dice: Y darás el dinero por todo lo que deseas. Si el varón de Israel quería comer junto con su familia, vacas u ovejas, o vino o sidra, podía usar el dinero de lo que vendió el diezmo para comprar cualquiera de estas cosas. Por eso Moisés termina este pasaje diciendo algo como lo siguiente: Compra cualquier cosa que tú deseares con el dinero que vendiste tu diezmo allá lejos donde tú vives, y cómelo allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. Esta es la forma como se reglamentó el segundo diezmo que se debía apartar para Dios. Como notará amable oyente, esto tiene que ver directamente con los hijos de Israel, no con la iglesia. Si tuviera que ver con la iglesia, sería imposible que podamos cumplir con eso. Ni siquiera existe tabernáculo ni templo de Jerusalén hoy en día. De modo que, y en conclusión, Deuteronomio 14:26 no se puede usar de ninguna manera para fundamentar la práctica de poner nombre a lo que damos como ofrenda al Señor, es decir, esta ofrenda doy al Señor, con el nombre de auto nuevo, o casa nueva, o título universitario, o salud para mí o para alguien diferente, y Dios está obligado a concederme aquella cosa que he nombrado a mi ofrenda. Es perfectamente válido pedir cosas a Dios, inclusive cosas que deseamos, pero siempre debemos tener en mente que Dios es Dios y como tal, se reserva el derecho de conceder nuestros deseos conforme a su voluntad soberana. Por eso es conveniente discernir la voluntad de Dios y pedir a Dios aquellas cosas que son su voluntad. Si hacemos esto, Dios ha prometido concedernos lo que pedimos. Note lo que leo en 1 Juan 5:14-15. La Biblia dice: Y esta es la confianza que tenemos en él,  que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,  él nos oye.  Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos,  sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Veo con mucha preocupación una creciente tendencia a deificar al hombre y humanizar a Dios. Par muchas personas, Dios no es más que un siervo dócil que está presto a obedecer cualquier cosa que el hombre quiere, siempre y cuando el hombre tenga fe. Se asume que la fe es más fuerte que el mismo Dios. Inclusive se piensa que la fe tuerce el brazo de Dios para obligarle a hacer lo que él no quiere hacer. Esto es fe en la fe, no fe en Dios. Cuidado amable oyente con esta manera de tratar a Dios. Usted debe dar a Dios lo que corresponde a Dios, y si quiere dar a Dios más allá de sus fuerzas, está bien, pero hágalo por amor a Dios, no por interés, no para que Dios se vea obligado a concederle cualquier cosa que desea. No trate de comprar a Dios, esto es una grave ofensa a Dios. No tergiverse el Padre Nuestro. Una parte dice: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. La idea es que la voluntad de Dios se haga en la tierra, así como se hace en el cielo, pero muchos tuercen este asunto y pretenden que la voluntad del hombre se haga en el cielo, así como se hace en la tierra. ¿Ve la diferencia?

 

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