La primera consulta para el programa de hoy nos ha llegado desde Sabanilla de Montesdeoca, San José, Costa Rica y dice así: Después de haber entregado al Señor Jesús y al ver que fue condenado injustamente, Judas Iscariote dijo: He pecado entregando sangre inocente. Mi pregunta es: ¿Será posible que se haya salvado? ¿O definitivamente se condenó?

Gracias por su consulta amigo oyente. Que tal si damos lectura a esa parte del Nuevo Testamento donde aparentemente Judas Iscariote se arrepintió de haber entregado al Señor Jesús. Se encuentra en Mateo 27:3-5. La Biblia dice: Entonces Judas,  el que le había entregado,  viendo que era condenado,  devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,

Mat 27:4  diciendo:  Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron:  ¿Qué nos importa a nosotros?  ¡Allá tú!

Mat 27:5  Y arrojando las piezas de plata en el templo,  salió,  y fue y se ahorcó.

Cuando el pasaje bíblico habla de que Judas Iscariote se arrepintió, no significa que se trataba de un arrepentimiento para salvación, sino de un simple remordimiento de conciencia por ver que un inocente estaba siendo condenado, la prueba de esto es que Judas Iscariote jamás buscó arreglar su problema de pecado sino que fue y se ahorcó. A todas luces entonces, Judas Iscariote salió de este mundo sin haber hallado perdón de pecado. Su destino eterno por tanto fue el tormento en fuego. Esta conclusión se confirma por lo que dijeron los apóstoles cuando eligieron a Matías como apóstol en reemplazo de Judas Iscariote. Note lo que dice Hechos 1:24-26 Y orando,  dijeron:  Tú,  Señor,  que conoces los corazones de todos,  muestra cuál de estos dos has escogido,

Act 1:25  para que tome la parte de este ministerio y apostolado,  de que cayó Judas por transgresión,  para irse a su propio lugar.

Act 1:26  Y les echaron suertes,  y la suerte cayó sobre Matías;  y fue contado con los once apóstoles.

Cuando hablando de Judas Iscariote, el pasaje bíblico dice que se fue a su propio lugar, está hablando de que al morir físicamente, Judas Iscariote recibió su justa condenación en el Hades primero, y una vez que resucite, en el lago de fuego.

La segunda consulta del amigo oyente de Sabanilla de Montesdeoca, San José, Costa Rica dice: ¿Hay alguna evidencia bíblica sobre si nos reconoceremos o no en el cielo?

No hay ninguna evidencia concluyente amable oyente. Es decir que no existe ningún versículo donde se declare que nos vamos a reconocer o que no nos vamos a reconocer en el cielo. Sin embargo, existen ciertos indicios que conducen a la conclusión que los creyentes si podremos reconocernos en el cielo. Permítame citar dos casos en los cuales esto ocurre. El primero está en Lucas 9:28-31 donde dice: Aconteció como ocho días después de estas palabras,  que tomó a Pedro,  a Juan y a Jacobo,  y subió al monte a orar.

Luk 9:29  Y entre tanto que oraba,  la apariencia de su rostro se hizo otra,  y su vestido blanco y resplandeciente.

Luk 9:30  Y he aquí dos varones que hablaban con él,  los cuales eran Moisés y Elías;

Luk 9:31  quienes aparecieron rodeados de gloria,  y hablaban de su partida,  que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Moisés y Elías están en la gloria con Dios, sin embargo, en la transfiguración, los tenemos en una conversación con el Señor Jesús, platicando acerca de la pronta partida del Señor Jesús a Jerusalén donde iba a ser crucificado. Se infiere que entre los tres, el Señor Jesús, Moisés y Elías deben haberse reconocido para poder estar hablando entre ellos como relata el texto. El segundo está en 2 Samuel 12:19-23. La Biblia dice: Mas David,  viendo a sus siervos hablar entre sí,  entendió que el niño había muerto;  por lo que dijo David a sus siervos:  ¿Ha muerto el niño?  Y ellos respondieron:  Ha muerto.

2Sa 12:20  Entonces David se levantó de la tierra,  y se lavó y se ungió,  y cambió sus ropas,  y entró a la casa de Jehová,  y adoró.  Después vino a su casa,  y pidió,  y le pusieron pan,  y comió.

2Sa 12:21  Y le dijeron sus siervos:  ¿Qué es esto que has hecho?  Por el niño,  viviendo aún,  ayunabas y llorabas;  y muerto él,  te levantaste y comiste pan.

2Sa 12:22  Y él respondió:  Viviendo aún el niño,  yo ayunaba y lloraba,  diciendo:  ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí,  y vivirá el niño?

2Sa 12:23  Mas ahora que ha muerto,  ¿para qué he de ayunar?  ¿Podré yo hacerle volver?  Yo voy a él,  mas él no volverá a mí.

El hijo que David tuvo con Betsabé estaba enfermo de muerte y David clamaba a Dios con ayuno por sanidad. De todas manera el niño murió, porque eso fue lo que Dios había anunciado de antemano. Al morir el niño, David se levantó y rompió el ayuno. Esto dejó perplejos a sus siervos quienes le hicieron la pregunta: ¿Por el niño aún viviendo ayunabas y llorabas, y muerto él te levantaste y comiste pan? La respuesta de David fue: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Ahora note amigo oyente lo siguiente que dijo David: Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí? Era imposible que el niño venga del más allá para estar nuevamente con David, pero eso no significaba que David no iba a ver nunca más al niño, porque David tenía la esperanza de que un día iba a ir donde estaba el niño. Esto le sirvió de consuelo en su momento de dolor por la muerte de su hijo. De casos como estos se infiere que los salvos nos podremos reconocer en el cielo.

La tercera consulta para el programa de hoy nos llega desde Panamá y hace referencia a un artículo nuestro acerca de cómo saber cuál es la persona con la cual debe casarse un joven o una señorita creyente. En ese artículo se menciona que no es específicamente que Dios tenga una persona reservada para ti. Nos pide explicación por cuanto él siempre ha pensado que Dios tiene reservada una persona para todos los que quieran casarse, tanto hombres como mujeres.

Gracias por su consulta. La Biblia presenta los requisitos que debe cumplir la persona con la cual un hombre creyente, o una mujer creyente, se va a casar. En esencia, debe ser una persona del sexo opuesto, porque los matrimonios entre personas del mismo sexo, están condenados por Dios, además, debe ser una persona creyente, porque Dios condena los matrimonios entre una persona creyente y una persona no creyente. Sobre estos dos requisitos claros y específicos, existen indicios que mostrarían que debe ser una persona madura en la fe. Aparte de esto, la Biblia no presenta requisito adicional alguno. Esto significa que el creyente tiene plena libertad de escoger su pareja entre las personas que cumplen con estos requisitos. Una vez que el creyente ha escogido a la persona con quien se va a casar y contrae matrimonio con esa persona, se ha hecho evidente que aquella persona es la persona que Dios también ha escogido para ese creyente. Es decir, que Dios no anula la voluntad del creyente en este proceso de escoger con quien ese creyente se va a casar. El creyente debe depender de la guía y del poder del Espíritu Santo para escoger su pareja dentro del marco establecido por Dios en su Palabra. Esto tiene varias implicaciones de orden práctico. El creyente que piensa que debe casarse, debe orar a Dios que le dé sabiduría y discernimiento para encontrar a la persona con quien debe casarse, respetando los principios que aparecen en la Biblia. El creyente no debe apresurarse a tomar esta decisión tan importante, pero tampoco debe ser apático, como esperando que Dios tome esta decisión por él. El creyente no debe disfrazar su timidez afirmando que no hace nada para buscar su pareja, porque de eso se ocupa Dios. Lo aconsejable es el sano equilibrio. Debe orar como si todo dependiera de Dios y a la par debe buscar como si todo dependiera de él. Por otro lado, una pareja que ya se ha casado, no tiene la más mínima razón para pensar que la persona con quien se casó no fue la voluntad de Dios, asumiendo que es una persona del sexo opuesto, es creyente y es madura en la fe. Menciono esto porque no son pocos los casos en los cuales creyentes viven atormentados pensando que se equivocaron al casarse con su esposa o con su esposo, a pesar que son personas del sexo opuesto, son creyentes y son maduros en la fe. No hay tal amable oyente, el hombre con quien Usted se casó, o la mujer con quien Usted se casó, es la voluntad de Dios para Usted, él es el hombre que Dios tenía preparado para Usted, o ella es la mujer que Dios tenía preparado para Usted. No siga rompiéndose la cabeza pensando que se equivocó. Más bien haga todo lo que le instruye la Biblia para edificar la relación con su esposa o su esposo de modo que sea lo más satisfactoria posible.

 

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