Desde Labranza, Temuco, Chile nos ha escrito un amable oyente para solicitar explicación sobre el texto en Juan 1:11.

Gracias por su consulta amable oyente. Para dar respuesta, me gustaría leer el pasaje bíblico en Juan 1:6-13, de modo que podamos toma en cuenta el contexto. La Biblia dice: Hubo un hombre enviado de Dios,  el cual se llamaba Juan.

Joh 1:7  Este vino por testimonio,  para que diese testimonio de la luz,  a fin de que todos creyesen por él.

Joh 1:8  No era él la luz,  sino para que diese testimonio de la luz.

Joh 1:9  Aquella luz verdadera,  que alumbra a todo hombre,  venía a este mundo.

Joh 1:10  En el mundo estaba,  y el mundo por él fue hecho;  pero el mundo no le conoció.

Joh 1:11  A lo suyo vino,  y los suyos no le recibieron.

Joh 1:12  Mas a todos los que le recibieron,  a los que creen en su nombre,  les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Joh 1:13  los cuales no son engendrados de sangre,  ni de voluntad de carne,  ni de voluntad de varón,  sino de Dios.

El apóstol Juan, el autor del Evangelio que lleva su nombre, está hablando del ministerio de otro Juan, conocido como el Bautista. Juan el apóstol dice que Juan el Bautista fue un hombre enviado de Dios, quien vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, con el propósito que todos creyesen por él. El apóstol Juan deja en claro que Juan el Bautista no era la luz, sino uno enviado para que diese testimonio de la luz. La luz es el Señor Jesús. Él es la luz verdadera que alumbra a todo hombre para que todo hombre reconozca su condición como pecador y halle perdón de pecado en Él. Esa luz verdadera, es decir el Señor Jesús, venía a este mundo. Más aún, esa luz estaba en el mundo, el Señor Jesús ya estaba presente en este mundo, en su primera venida. El Señor Jesús no vino a este mundo como un intruso, sino que vino a lo que es suyo porque el mundo por él fue hecho, sin embargo, el mundo sumido en su pecado no le conoció. El mundo no reconoció al Señor Jesús como el Cristo, como el Hijo de Dios, como el Creador, como el Salvador. Es a raíz de este hecho que el apóstol Juan escribe esas lacerantes palabras de Juan 1:11: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Lo suyo puede tener un amplio significado. Incluye la creación, porque él es el Creador, incluye la humanidad en general, porque Él es el dueño, incluye al pueblo que Dios escogió, la descendencia de Abraham, los judíos. Los suyos, por otro lado, se refiere al pueblo escogido de Dios, los judíos. Esto es irónico. Los que debían haberle recibido con los brazos abiertos, le dieron las espaldas y le rechazaron. Sin embargo, aunque la mayoría de la humanidad, incluido la mayoría de los judíos, rechazaron al Señor Jesús, hubo un pequeño remanente que no lo hizo. Son los que le recibieron. Para ellos hay una hermosa promesa. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad, o el derecho de ser hechos hijos de Dios. Los que le hemos recibido, no somos engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Los que hemos recibido al Señor Jesús hemos experimentado un nuevo nacimiento, un nacimiento espiritual, muy distinto al nacimiento físico. El nuevo nacimiento es una obra maravillosa de Dios que se produce en los que recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador. No olvide amable oyente que el Señor Jesús vino a este mundo por usted. ¿Cuál es su respuesta a este acto supremo de amor del Señor Jesús por usted? ¿Lo recibirá como su Salvador para tener potestad o el derecho de ser llamado hijo de Dios? O se unirá a la basta mayoría de seres humanos, quienes no le recibieron. La respuesta es suya, amable oyente.

La segunda consulta del amigo oyente de Labranza, Temuco, Chile dice así: ¿A qué se refiere la frase: Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego, en Mateo 3:11?

Gracias una vez más por su consulta, amable oyente. Para dar respuesta, le invito a leer el texto bíblico en Mateo 3:4-12 para tomar en cuenta el contexto. La Biblia dice: Y Juan estaba vestido de pelo de camello,  y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos;  y su comida era langostas y miel silvestre.

Mat 3:5  Y salía a él Jerusalén,  y toda Judea,  y toda la provincia de alrededor del Jordán,

Mat 3:6  y eran bautizados por él en el Jordán,  confesando sus pecados.

Mat 3:7  Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo,  les decía:  ¡Generación de víboras!  ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

Mat 3:8  Haced,  pues,  frutos dignos de arrepentimiento,

Mat 3:9  y no penséis decir dentro de vosotros mismos:  A Abraham tenemos por padre;  porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

Mat 3:10  Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles;  por tanto,  todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

Mat 3:11  Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento;  pero el que viene tras mí,  cuyo calzado yo no soy digno de llevar,  es más poderoso que yo;  él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Mat 3:12  Su aventador está en su mano,  y limpiará su era;  y recogerá su trigo en el granero,  y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.

El pasaje bíblico comienza haciendo referencia a Juan el Bautista quien se vestía de una manera muy particular. Ropa hecha con tela de pelo de camello, ceñida en su lugar con un cinturón de cuero. Juan el Bautista también comía de una manera muy particular: Langostas y miel silvestre. Poco antes, Mateo da cuenta que Juan el Bautista predicaba en el desierto de Judea. Su mensaje era tan poderoso que salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán. Los que recibían el mensaje de Juan el Bautista eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Viendo Juan el Bautista que venían a él muchos fariseos y saduceos no para escuchar su mensaje y ser bautizados, sino solamente para satisfacer su curiosidad, les reprendió con dureza. El reproche comienza con esa célebre frase: ¡Generación de víboras! Luego les hizo la pregunta: ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Esto es absurdo porque no hay forma de evitar las catastróficas consecuencias del pecado. Sin embargo, eso es lo que estaban pensando los fariseos y saduceos. Algún día Dios va a tomar cuenta a los pecadores. Ante esta realidad, Juan el Bautista exhorta a los fariseos y saduceos a hacer frutos dignos de arrepentimiento. Anticipando el argumento de los fariseos y saduceos, quienes se creían justos delante de Dios por el solo hecho de ser descendientes de Abraham, Juan el Bautista les dice: Y no penséis dentro de vosotros mismo diciendo: A Abraham tenemos por padre. La justicia que se necesita para ser aceptado por Dios no depende de ser descendientes físicos de Abraham sino de tener la misma fe en Dios que tuvo Abraham. Dios tiene tanto poder aun para levantar hijos a Abraham de las piedras del Jordán, pero no por eso esas piedras pueden entrar al reino de los cielos. Este concepto debe haber caído como un balde de agua fría sobre la arrogancia espiritual de esos fariseos y saduceos que se creían justos delante de Dios. A partir de este momento, Juan el Bautista habla del juicio que espera a todos aquellos que no arreglen su problema de pecado con Dios. El hacha está lista para caer sobre el árbol que no lleva buen fruto, y una vez cortado será echado en el fuego. Una forma de decir que Dios llamará a rendir cuentas a los pecadores y por su falta de frutos de justicia recibirán el castigo que merecen. Una vez dicho todo esto, Juan el Bautista se refiere a la diferencia entre su ministerio y el ministerio de Cristo Jesús. Juan el Bautista bautizaba en las aguas del río Jordán a todos los que oyendo su mensaje de que el reino de los cielos se ha acercado, se arrepentían de su pecado, pero el Señor Jesús, quien estaba listo para iniciar su ministerio público, quien es tan magnífico que Juan el Bautista no se consideraba digno de llevar su calzado, es mucho más poderoso, y por eso, él no bautizará solamente en agua como Juan el Bautista sino en Espíritu Santo y fuego. El bautismo que realiza el Señor Jesús es de dos tipos. El primero es el bautismo en el Espíritu Santo. Esto se efectuó por primera vez cuando el Espíritu Santo descendió sobre los que estaban en el aposento alto, después que el Señor Jesús murió, resucitó y fue ascendido a la gloria de su Padre. Como resultado de este bautismo en el Espíritu Santo, los creyentes que estaban reunidos en el aposento alto fueron introducidos en la iglesia de Cristo. A este bautismo se refiere lo que dice 1 Corintios 12:13 donde leemos: Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo,  sean judíos o griegos,  sean esclavos o libres;  y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Este bautismo realiza el Señor Jesús en toda persona que le recibe como su único y suficiente Salvador. Por este motivo, absolutamente todo creyente es hecho parte, o introducido en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. El segundo es el bautismo en fuego. Este es un bautismo de juicio. Significa el castigo que espera a todo pecador que sale de este mundo sin haber arreglado su problema de pecado con Dios. Todo se resume en lo que Juan el Bautista decía en cuanto al Señor Jesús presentándolo como uno que tiene el aventador en su mano, listo para limpiar su era, recoger el trigo y guardarlo en el granero, en referencia a lo que espera a los creyentes, y también recoger la paja para echarla en el fuego que nunca se apagará, en referencia a los incrédulos.

 

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