Por medio del correo electrónico nos ha llegado la siguiente consulta: ¿Existe alguna otra razón para el divorcio, aparte de fornicación, como enseñó el Señor Jesucristo? Pienso en cosas como incompatibilidad de caracteres, los sentimientos, la falta de admirar al cónyuge.
Gracias por su interesante consulta. Por regla general, el divorcio jamás ha sido, ni es, ni será la voluntad de Dios para un matrimonio. La voluntad de Dios es que un hombre que se casa con una mujer permanezca junto a ella hasta que la muerte los separe. Respondiendo una pregunta de los fariseos en cuanto a si es lícito divorciarse por cualquier causa, el Señor Jesús dijo lo que tenemos en Mateo 19:4-6: El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,
Mat 19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?
Mat 19:6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
A esto, los fariseos repreguntaron diciendo: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? La respuesta del Señor Jesús aparece en Mateo 19:8-9 donde dice: El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.
Mat 19:9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
El divorcio existe, pero no por voluntad de Dios sino por la dureza del corazón del hombre. En el Nuevo Testamento se observa solamente dos causales que podrían derivar en divorcio. La primera es la que señaló el Señor Jesucristo en Mateo 19:9, la fornicación, lo cual se refiere a que uno de los cónyuges persiste en usar el sexo en cualquiera de sus formas, fuera del matrimonio, a pesar de todos los esfuerzos para que reconozca su pecado y lo abandone. La segunda es en el caso de un matrimonio en el cual ambos eran incrédulos y en determinado momento uno de los dos recibe a Cristo como Salvador, pero el otro no y por este motivo, la parte incrédula expresa su deseo de no seguir junto a la parte creyente. Este caso lo trata el apóstol Pablo en 1 Corintios 7:10-15 donde dice: Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido;
1Co 7:11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.
1Co 7:12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
1Co 7:13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
1Co 7:14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
1Co 7:15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
El pasaje bíblico comienza confirmando la integridad del matrimonio, que la mujer no se separe del marido y de igual manera que el marido no se separe de la mujer. Luego el pasaje deja abierta la posibilidad de una separación, lo cual es muy diferente de divorcio. En el caso de la separación, los cónyuges separados tienen únicamente dos opciones. Continuar separados hasta que se mueran o reconciliarse y continuar con el matrimonio. No hay otra opción. Después Pablo trata el asunto de un matrimonio en el cual siendo ambos incrédulos el marido llega a recibir a Cristo como Salvador pero la mujer no, y sin embargo, la mujer no tiene ningún problema en continuar con la relación matrimonial. En estas condiciones el mandato de Pablo es que el marido creyente no abandone a la mujer incrédula. Lo mismo es en el caso inverso, cuando la mujer se hace creyente y el marido no, pero el marido no tiene problema en cuando a seguir con la relación matrimonial. Pero ¿qué pasa si la parte incrédula se resiste totalmente a seguir con la relación matrimonial con la parte creyente? Pues en este caso, el mandato de Pablo es que la parte creyente se separe o divorcie de la parte incrédula. Sería otra de las causales que podrían derivar en un divorcio. Note que es la parte incrédula la que inicia el proceso de divorcio, no la parte creyente. Son las dos únicas causales para divorcio en el Nuevo Testamento. Lamentablemente, existen parejas en las cuales no ha habido fornicación, ni el otro caso en el cual una parte incrédula que no quiere seguir viviendo en matrimonio con una parte creyente, pero que sin embargo, ya no quieren vivir como esposos, porque supuestamente ya no se aman, o no se pueden comprender el uno al otro, o porque se cansaron de vivir juntos, o como dice Usted, por incompatibilidad de caracteres, o porque entre los dos no se despierta ninguna admiración del uno por el otro. En casos así, bíblicamente hablando el divorcio no es opción, tal vez sea una opción la separación, con las consideraciones que ya se han señalado sobre esto, pero la mejor opción tanto para el matrimonio como para los hijos, es la reconciliación, la cual básicamente consiste en poner punto aparte a lo que hasta ese momento ha sido la relación matrimonial y volver a comenzar. Para esto, hace falta que los dos se esfuercen por determinar la razón para el distanciamiento o el motivo del conflicto. Una vez hecho esto, será necesario que los dos cedan en su postura de desear poner fin a la relación matrimonial y voluntariamente decidan dar los pasos necesarios para restaurar la relación. Si no se logra llegar a este punto, no es posible continuar con el proceso de restauración. Es indispensable que los dos reconozcan su parte en el conflicto y estén dispuestos a pedir perdón por ello. También es necesario que haya perdón mutuo, lo cual sacará de raíz cualquier rencor o resentimiento en los dos. Lo siguiente es cuestión de someterse a lo que Dios dice en su Palabra en cuanto a la función de él como esposo y de ella como esposa. En todo este proceso es recomendable el consejo de personas maduras espiritualmente como los ancianos o pastores de la iglesia. Una de las razones que muchos matrimonios esgrimen como motivo para pensar separarse o hasta divorciarse es porque no se aman entre ellos. Con frecuencia se escucha: Es que ya no siento nada por él o ya no siento nada por ella. Pero esto es un razonamiento totalmente extraño a la Biblia. El matrimonio no se fundamenta en los sentimientos del uno hacia el otro. El matrimonio se fundamenta en el compromiso de amor ante de Dios del uno hacia el otro. El amor no descansa sobre los sentimientos sino sobre la voluntad. El amor es la decisión voluntaria de un esposo para sacrificarse a sí mismo en beneficio de su esposa. De igual manera, el amor es la decisión voluntaria de una esposa para sacrificarse a sí misma en beneficio de su esposo. Esto es amor. El amor es un acto de la voluntad. Cuando un esposo dice: Ya no siento amor por mi esposa, o cuando una esposa dice: Ya no siento amor por mi esposo, lo que está afirmando en el fondo es que ha decidido en su fuero interno no amar a su esposa o a su esposo. Por eso es que, por ejemplo, la Biblia ordena al esposo a amar a su esposa. Note lo que dice Efesios 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
De igual manera, la Biblia afirma que la voluntad de Dios es que las esposas amen a sus esposos. Una de las funciones de las mujeres de edad es que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus esposos. Tito 3:4 dice: que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,
Aquí inclusive surge otro concepto maravilloso. El amor es algo que se aprende. Los esposos necesitan aprender a amar a sus esposas y las esposas necesitan aprender a amar a sus esposos. Pero no pierda de vista amable oyente que amar a la esposa o amar al esposo es una orden. La Biblia apela a la voluntad de la persona, porque es la persona quien debe decidir si ama o no ama. Cuando a pesar de sus luchas y sus diferencias, un matrimonio decide someter su voluntad a Dios, indefectiblemente tiene que decidir amarse el uno al otro y de esa manera se garantiza la integridad del matrimonio. Cuando se manifiesta este amor, no habrá lugar para la incompatibilidad de caracteres, ni para la falta de admiración del uno para con el otro, ni celos ni envidia ni rivalidad ni infidelidad y el matrimonio funcionará como Dios lo describe en su palabra. Que Dios en su gracia nos permita cumplir con lo que dice su palabra para edificar matrimonios sólidos.
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