Nos escribe un amigo oyente de Naranjito, Ecuador y dice así: Dios los bendiga apreciados hermanos. Mi consulta tiene relación con un artículo de ustedes en su web site, acerca de los símbolos que los cristianos debemos evitar. Observé que la cruz no consta en la lista. ¿Significa esto que para Ustedes está bien que un creyente lleve un crucifijo colgado del cuello?

Gracias amable oyente por su consulta. En primer lugar aquel artículo que Usted ha leído en nuestro web site no es de nuestra autoría sino que ha sido publicado dando el crédito debido a los dueños del mismo. En segundo lugar, respetamos mucho a las iglesias y a los hermanos que sinceramente creen que la cruz, tanto con una figura humana crucificada, como sin ella, es un símbolo auténticamente cristiano. Sin embargo, debemos señalar que los creyentes en la iglesia primitiva jamás consideraron a la cruz como un símbolo digno de ser honrado, peor de ser adorado. Los creyentes en la iglesia primitiva siempre vieron a la cruz como un símbolo de oprobio, de escarnio, de vergüenza. Note lo que dice Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús,  el autor y consumador de la fe,  el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,  menospreciando el oprobio,  y se sentó a la diestra del trono de Dios.

La cruz es considerada como un oprobio en este texto bíblico. Tanto es así, que el Nuevo Testamento declara que es maldito aquel que es colgado de un madero. Observe lo que dice Gálatas 3:13  Cristo nos redimió de la maldición de la ley,  hecho por nosotros maldición  (porque está escrito:  Maldito todo el que es colgado en un madero),

Los primeros creyentes no tenían ninguna fe en la cruz como tal, porque sabían que es un instrumento de tortura para ejecutar a los reos más peligrosos. Su fe estaba sólidamente puesta no en el instrumento llamado cruz sino en lo que se realizó en la cruz, porque por medio de lo que Cristo hizo en la cruz, estaban seguros que sus pecados habían sido perdonados para siempre. Fue en este sentido que los apóstoles predicaron acerca de la cruz y vieron en ello una manifestación del poder de Dios. Ponga atención a lo que dice 1 Corintios 1:17-18 Pues no me envió Cristo a bautizar,  sino a predicar el evangelio;  no con sabiduría de palabras,  para que no se haga vana la cruz de Cristo.  Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden;  pero a los que se salvan,  esto es,  a nosotros,  es poder de Dios.

Pasajes bíblicos como este, se refieren a la obra que realizó el Señor Jesucristo en la cruz, para garantizar nuestra salvación eterna, no a un pedazo de madera o de algún metal al cual se le ha dado la forma de una cruz. El mensaje de los apóstoles fue sobre Aquel que fue colgado y murió en la cruz. Cuando hablaban de la cruz se referían al sufrimiento en el Calvario, al sacrificio supremo que allí se realizó. La Iglesia primitiva nunca pensó siquiera que en algún momento en el futuro una imagen de una cruz iba a llegar a ser como un amuleto para la buena suerte, para los que confían en la buena suerte, o peor todavía un objeto para que se le rinda honores y hasta adoración. No, amable oyente, este uso de la cruz vino mucho más tarde. No fue sino hasta que el cristianismo comenzó a mezclarse con el paganismo, que la cruz comenzó a considerarse como un símbolo del cristianismo. Fue en el año 431 DC cuando se introdujo el uso de cruces en templos y habitaciones y fue en el año 586 DC cuando se comenzó a usar la figura de la cruz para adornar las cúpulas de las capillas cristianas. En siglo 11 se introdujo la imagen del crucifijo, es decir la cruz con una figura humana crucificada, y se autorizó que se le rinda adoración. No fue sino hasta el segundo concilio de Efeso que se autorizó la colocación de crucifijos en los hogares. Así que, amable oyente, el uso de la cruz o el crucifijo no fue una práctica de la iglesia primitiva, no formó parte jamás de la fe que una vez fue dada a los santos. Por este motivo, para evitar tal vez un involuntario giro hacia prácticas propias del paganismo, es recomendable no usar la imagen de la cruz ni en los hogares ni en los templos ni en los adornos como collares, pulseras y demás.

La segunda consulta para el programa de hoy viene desde Quito, Ecuador y dice así: ¿Qué es el Puritanismo?

El Puritanismo fue un movimiento que se inició dentro del Protestantismo en Inglaterra. Algunos protestantes ingleses, muy influidos por el Calvinismo y descontentos con los términos de la Declaración Isabelina, en 1559 comenzaron a llamarse puritanos. Atacaron muchas facetas de la vida de la iglesia Anglicana y cuestionaban la base bíblica para justificar las vestiduras sacerdotales, el uso del órgano en la liturgia, y otras prácticas religiosas externas como hacer la señal de la cruz. Thomas Cartright, quien vivió entre 1535 y 1603 fue un destacado puritano quien atacó la estructura episcopal del gobierno de la iglesia, defendiendo en su lugar un modelo presbiteriano. Algunos puritanos, como Robert Browne quien vivió entre 1550 y 1633, optaron por la separación radical de la Iglesia de Inglaterra. Estos recibieron el nombre de SEPARATISTAS, pero han de distinguirse de los demás puritanos por cuanto estos no abandonaron la iglesia Anglicana sino que lucharon duramente para “purificarla” entre comillas. Los primeros puritanos que emigraron a Norte América, llegaron a Bay Colony, en Massachussets a principios del siglo 17 y se esforzaron por constituir un ejemplo para la iglesia de su tierra natal, edificando lo que ellos llamaron una ciudad sobre una colina, o un faro, para testimonio a todos. Algo digno de imitar de los puritanos es su apego irrestricto a la palabra de Dios y su pasión por vivir en santidad.

La tercera consulta para el programa de esta fecha es de un amigo oyente de Quito, Ecuador. Nos pide que expliquemos el texto que se encuentra en 1 Juan 1:6

Aprecio mucho su consulta amable oyente. Para responderla, permítame leer el texto que se encuentra en 1 Juan 1:6. La Biblia dice: «Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad.»

En la primera Epístola de Juan podemos encontrar varios indicios para saber si en realidad somos o no hijos de Dios. Alguna vez me di el trabajo de enumerar las pruebas de autocomprobación para saber si uno es realmente creyente y encontré al menos doce. Pues, la cita bíblica en cuestión es una de las pruebas para saber si una persona es o no es creyente. En el versículo cinco del mismo capítulo, el Apóstol Juan declara que Dios es luz, enseñándonos que Dios es absolutamente santo, absolutamente justo y absolutamente puro. Luego Juan añade que no hay ningunas tinieblas en él. Esto significa que Dios no puede tolerar delante de sí ningún tipo de pecado. Con todo esto en mente, arribamos al versículo seis. Este texto nos está hablando de comunión con Dios. Comunión es un estado en la cual dos o más personas comparten una o más cosas en común. Para que haya comunión de una persona con Dios no puede existir ocultación de pecado por parte de esa persona. La luz y las tinieblas no pueden existir al mismo tiempo. Cada uno de estos elementos excluye al otro. Sucede exactamente lo mismo cuando encendemos una luz en una habitación que está a obscuras. La luz aparece y automáticamente las tinieblas desaparecen. Si una persona camina en tinieblas, no está en comunión con Dios. Caminar en tinieblas significa vivir en pecado, es el estilo de vida de todo incrédulo. El incrédulo puede decir que tiene comunión con Dios, pero su estilo de vida de pecado testifica en contra de él, desenmascarándole como un mentiroso. Según el Apóstol Juan, el hombre no puede estar sino en uno de dos estados, en luz o en tinieblas. Si está en luz, es un miembro de la familia de Dios. Si está en tinieblas no puede tener ninguna comunión con Dios porque sencillamente en Dios no hay tinieblas. De manera que, si una persona dice que tiene comunión con Dios, esto significa que se ha lavado de su pecado en la preciosa sangre de Cristo. Si esto no ha acontecido y eso se comprueba por cuanto la persona anda en tinieblas, entonces esta persona es mentirosa y no practica la verdad al afirmar que tiene comunión con Dios. Así que, amable oyente, como afirmó el Señor Jesucristo, al árbol se le conoce por el fruto. Un buen árbol no puede dar un mal fruto y un árbol malo no puede dar un buen fruto. Nadie puede decir que es creyente, que teme a Dios, que es cristiano y a la vez dar un fruto malo, caracterizado por el pecado continuo.

 

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