Un amigo oyente nos escribe lo siguiente: Con mucho amor en el Señor debo dar las gracias por las bendiciones que ustedes nos dan todos los días mediante los estudios y las consultas bíblicas. Son de gran ayuda para mi familia y para mí. Deseo, solamente a modo de sugerencia, indicar que se debió haber incluido dentro del estudio sobre el Espíritu Santo un párrafo que trate sobre el fruto del Espíritu Santo. Agradeciendo por la atención prestada a la presente, me despido no sin antes desearles las más grandes bendiciones de nuestro Dios y Padre.

Gracias amable oyente por haberse comunicado con nosotros para animarnos y también para sugerirnos que incluyamos un párrafo sobre el fruto del Espíritu Santo en nuestro estudio acerca del Espíritu Santo que aparece en nuestro sitio de Internet:  HYPERLINK «http://www.labibliadice.org» www.labibliadice.org. Con mucho gusto quisiera compartir con Usted un corto resumen de lo que en forma más detallada vamos a incluir en el estudio acerca del Espíritu Santo. El fruto del Espíritu Santo está íntimamente relacionado con las consecuencias de ser lleno del Espíritu Santo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo podemos comprender y valorar por experiencia propia todos los ministerios del Espíritu. Por ejemplo, aunque el creyente está sellado, regenerado, bautizado y el Espíritu Santo mora en él, ya sea que se dé cuenta de ello o no, tan pronto sea lleno del Espíritu, comenzará a darse cuenta de dichas realidades y a disfrutar de los beneficios de las mismas. Además de esto, sin embargo, en las Escrituras se vincula el hecho de ser lleno con algunos otros ministerios del Espíritu, justamente con el fruto del Espíritu Santo. En esencia, el fruto del Espíritu Santo es un carácter semejante al de Cristo. Gálatas 5:22-23 dice: Mas el fruto del Espíritu es amor,  gozo,  paz,  paciencia,  benignidad,  bondad,  fe,  mansedumbre,  templanza;  contra tales cosas no hay ley.

En Gálatas 5 el fruto del Espíritu está inseparablemente ligado a ser lleno del Espíritu. En dicho capítulo, Pablo hace un contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Afirma que el modo de evitar los deseos de la carne es el de caminar dependiendo del Espíritu, lo cual es condición para ser lleno, según el versículo 16. Luego, Pablo describe gráficamente los deseos de la carne, en los versículos 19 y 20 y los compara con el fruto del Espíritu en los versículos 22-23. A menudo se ha señalado que dicho fruto, producto de ser lleno del Espíritu, es un cuadro perfecto del carácter de Cristo. Y así es. Por lo tanto, podemos decir que una de las consecuencias del hecho de ser lleno del Espíritu es la manifestación de las características que nos hacen semejantes a Cristo. Por lo que hace al pasaje en cuestión, esto comprende nueve aspectos. El primero es el amor, lo cual consiste en buscar la gloria de Dios en el objeto de nuestro amor. Puede haber actos que a primera vista parecen faltos de caridad, pero que en realidad constituyen una expresión de amor, si la meta es la gloria de Dios. Hay una relación esencial entre el amor y el conocimiento, por cuanto el amor más profundo se basa en el conocimiento más completo. El gozo se deriva principalmente de ver que otros cristianos progresan en el conocimiento de la verdad. 3 Juan 4 dice: No tengo yo mayor gozo que este,  el oír que mis hijos andan en la verdad.

La paz es esa tranquilidad que viene de saber que uno está en buenas relaciones con Dios. La paciencia, o longanimidad como se traduce en la versión moderna, consiste en evidenciar un carácter y un modo de obrar parejos, que jamás pretende desquitarse. La benignidad consiste en tener pensamientos positivos, mientras que la bondad consiste en realizar actos buenos. La fe, o fidelidad según la versión moderna, significa servir con regularidad y aprovechar todas las oportunidades con todas las facultades que Dios nos ha dado. La mansedumbre es la gentileza, la gallardía, y no tiene nada que ver con la debilidad. La templanza, o dominio propio según la versión popular, consiste en la disciplina de la vida total, incluyendo especialmente las áreas vinculadas a lo moral. En esto consiste el fruto del Espíritu, y esta semejanza a Cristo se manifiesta únicamente cuando creyente está lleno del Espíritu, cuando entrega completamente su vida al dominio del mismo.

Desde Chile nos ha escrito un amable oyente para hacernos la siguiente consulta. En Santiago 2:14-26 dice en esencia que la fe sin obras es muerta, pero en Efesios 2:8-10 dice que la salvación no es por obras para que nadie se gloríe. ¿Cómo es esto?

Gracias amable oyente por su consulta. Hasta donde puedo discernir en su consulta, Ud. tiene dificultad en entender el papel de las buenas obras en el plan de salvación por la sola fe en la persona y obra del Señor Jesucristo. Su confusión se origina en dos pasajes bíblicos en los cuales se habla de buenas obras y que aparentemente se contradicen entre ellos. Vayamos al primero. Se encuentra en Santiago 2:14-26. La Biblia dice: Hermanos míos,  ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe,  y no tiene obras?  ¿Podrá la fe salvarle?  Y si un hermano o una hermana están desnudos,  y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,  y alguno de vosotros les dice:  Id en paz,  calentaos y saciaos,  pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo,  ¿de qué aprovecha?  Así también la fe,  si no tiene obras,  es muerta en sí misma.  Pero alguno dirá:  Tú tienes fe,  y yo tengo obras.  Muéstrame tu fe sin tus obras,  y yo te mostraré mi fe por mis obras.  Tú crees que Dios es uno;  bien haces.  También los demonios creen,  y tiemblan.  ¿Mas quieres saber,  hombre vano,  que la fe sin obras es muerta.  ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,  cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?  ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras,  y que la fe se perfeccionó por las obras?  Y se cumplió la Escritura que dice:  Abraham creyó a Dios,  y le fue contado por justicia,  y fue llamado amigo de Dios.  Vosotros veis,  pues,  que el hombre es justificado por las obras,  y no solamente por la fe.  Asimismo también Rahab la ramera,  ¿no fue justificada por obras,  cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?  Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto,  así también la fe sin obras está muerta.

Aparentemente, este pasaje bíblico está diciendo que la fe no sirve de nada para la salvación sino las obras, se debe entender las buenas obras. Pero esta conclusión es errada por lo que dice la Biblia en varios pasajes bíblicos y dentro de ellos, en el que Ud. ha mencionado en su consulta. Efesios 2:8-10, en donde leemos lo siguiente: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios;  no por obras,  para que nadie se gloríe.  Porque somos hechura suya,  creados en Cristo Jesús para buenas obras,  las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

En este pasaje bíblico se aprecia con absoluta claridad que la salvación es un regalo inmerecido. Por gracia sois salvos, dice el texto. Gracia significa dar lo que no se merece. La fe es lo que permite recibir ese regalo inmerecido que es la salvación por gracia. Dios es quien se lleva toda la gloria en la salvación de pecador. El pecador no tiene absolutamente nada de que gloriarse por su salvación. La salvación es un don o un regalo de Dios, el cual no se recibe por hacer buenas obras, porque si resultara de hacer buenas obras, entonces el hombre tendría el crédito o la gloria por ser salvo, pero el texto dice: No por buenas obras, para que nadie se gloríe. El pecador que por la sola fe, aparte de las buenas obras, recibe el regalo inmerecido de Dios, llamado salvación, es hecho una nueva creación, en realidad es hecho una obra de arte por la mano del artista quien es Dios. El pecador salvo es hechura de Dios, creado en Cristo Jesús con un propósito. Ese propósito es hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que las haga. En otras palabras, el pecador no es salvo por buenas obras sino salvo por la fe para buenas obras. Las buenas obras son el resultado natural de la fe que lleva a la salvación. A la luz de todo esto, sabiendo que la Biblia no puede contradecirse, entonces se hace necesario reconocer que Santiago debe estar hablando de algo diferente cuando hace la pregunta ¿Podrá la fe salvarle? ¿De qué puede estar hablando? Pues Santiago está manejando dos elementos importantes. Una fe viva y una fe muerta. La fe viva es aquella que conduce a la salvación y que se manifiesta en buenas obras. La fe muerte es aquella que no conduce a la salvación y que no se manifiesta en buenas obras. Lo que Santiago en realidad está preguntando es lo siguiente: ¿Podrá una fe muerta salvar a alguien? La respuesta obvia es no. Solamente la fe viva, la fe que se manifiesta en buenas obras puede salvar a un pecador. Santiago pone el ejemplo de Abraham. El registro bíblico dice que Abraham creyó y eso le fue contado por justicia, es decir la fe hizo que Abraham sea salvo, pero la fe que produjo esto en Abraham fue una fe viva por cuanto Abraham manifestó buenas obras que son evidencia de la fe viva. Lo propio se puede decir de Rahab la ramera. Lo poco que ella sabía de Jehová, el Dios de Israel, le permitió tener fe en Él, y esa fe fue viva y en consecuencia Rahab fue salva. La fe viva de Rahab se manifestó en buenas obras, al ayudar a los espías que envió Moisés. Así que Santiago en su libro está hablando de las buenas obras que siempre resultan de la fe viva, mientras que Pablo en su libro está hablando de la fe viva que siempre resulta en buenas obras. Los dos tienen totalmente la razón y no hay conflicto alguno.

 

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