Nos ha escrito un amable oyente para hacernos la siguiente consulta: ¿Cuándo y por qué fueron elegidos los libros de la Biblia, en especial los del Nuevo Testamento? ¿Con qué autoridad los hombres conformaron el canon del Nuevo Testamento?
Gracias por su consulta amigo oyente. Ninguno de los libros del Nuevo Testamento fue escrito por el Fundador del cristianismo, en marcado contraste con otras grandes religiones como el Islamismo, cuyo fundador, Mahoma, supuestamente escribió el Corán. La iglesia cristiana contó desde su inicio con el Antiguo Testamento, pero los libros que constituyen el Nuevo Testamento, no fueron escritos sino hasta varias décadas después. Su compilación en un volumen con el Antiguo Testamento vendría todavía más tarde. El reconocimiento de que esos libros poseen autoridad divina es lo que les hace canónicos, o que pertenecen al canon. La palabra canon viene del vocablo griego kanón y este a su vez procede de la palabra hebrea kahneh que se traduce como “caña” o “vara” para medir. Luego la palabra vino a significar cualquier lista de cosas para referencia; por ejemplo, en Alejandría, una lista de escritores clásicos era llamada un canon y Eusebio llamó cánones de los tiempos, a ciertas tablas cronológicas. Este es el significado de la palabra técnica canon en su relación a las Escrituras. El canon de las Escrituras es usado primero en su sentido pasivo, indicando que lo que está siendo medido llega a ser, as su vez, el medio con que medir o comprobar otras cosas. De esta manera la Escritura es primero aquello que es medido o definido de acuerdo a la norma fijada por la iglesia cristiana, y segundo, aquello que, siendo medido, llega a ser por eso mismo la regla para la iglesia en cuanto a los demás casos. La Biblia contiene la lista de libros reconocidos, que han sido medidos por una cierta norma o medida; y por eso ha llegado a ser la medida para otros libros. La palabra fue usada por primera vez, dentro de la cristiandad, por Anfiloquio en el 380 DC, un poeta, quien se refirió al canon de los escritos inspirados por Dios. Orígenes por su parte, había hablado de los libros canonizados, o de los libros puestos en la lista. Posteriormente Jerónimo y Agustín usaron la palabra en un sentido técnico por el año 400 DC. ¿Cuál es entonces, la regla de la iglesia cristiana por la cual un libro es medido o definido como canónico? Una de las muchas declaraciones de fe señala que un libro canónico es aquel de cuya autoridad nunca hubo duda alguna en la iglesia. Obsérvese que la referencia es a su autoridad, no a su autoría. Esta declaración es usualmente considerada como que tiene una debilidad, puesto que no puede ser aplicada a todos los libros, ni a todas las ramas del cristianismo. Incluso los reformadores supieron bien de las dudas que hubo desde un principio en cuanto a algunos libros, aun cuando es muy probable que para el siglo 16 aquellas dudas ya estaban extintas. Por tanto, es probable que la referencia sea a la iglesia en su totalidad, distinguiéndola de las iglesias individuales. El asunto fue originalmente establecido principalmente por la lectura pública y el uso general en las comunidades cristianas. En los primeros tres siglos nunca hubo un pronunciamiento sobre la materia, excepto por el testimonio de escritores individuales y representativos. No hay evidencia corporativa posible. Pero, cuando ella estuvo disponible y fue necesaria, pronto se vio que no había duda real en cuanto a nuestros libros. El primer testigo corporativo fue el Concilio de Laodicea en al año 364 DC, en donde el testimonio es claro; y cuando la iglesia, como un todo, fue capaz de dar testimonio, se nota que la declaración anterior queda justificada. Las bases para la canonicidad deben ser consideradas. ¿Por qué ciertos libros fueron recibidos y otros rechazados? En una conversación con un amigo, le hice esta pregunta: ¿Cuál es la razón más importante por la cual tú aceptas el Nuevo Testamento? En lo más profundo de tu ser, ¿qué es lo que te hace aceptarlo, mientras que al mismo tiempo rechazas otros libros? Mi amigo me dijo que no lo sabía y que en realidad nunca lo había encarado de tal manera. De modo que proseguí: ¿Lo aceptas porque es antiguo? Hay otros libros aun más antiguos. ¿Lo aceptas porque contiene la verdad? Bueno, hay otros libros que también contienen la verdad. No. Más allá de su edad, más allá de su utilidad, más allá de su verdad, está el fundamento básico, este libro vino de hombres que estaban calificados en forma única para comunicar la voluntad de Dios a los hombres. La base de nuestra aceptación del Nuevo Testamento es lo que llamamos en lenguaje técnico, su carácter apostólico; por cuanto los libros procedieron bien sea de apóstoles escritores, o por medio de la sanción de los apóstoles. Nuestra opinión del Antiguo Testamento es correspondiente a esto. La razón fundamental es la convicción de que ciertos libros provienen de hombres que fueron divinamente inspirados para revelar y transmitir la voluntad de Dios; profetas en el Antiguo Testamento y apóstoles en el Nuevo Testamento. Los profetas fuero n reconocidos como expositores de la voluntad de Dios, y sus escritos fueron considerados como inmediatamente dotados de autoridad. Luego, gradualmente, esos libros fueron compilados en un solo volumen. Así el Antiguo Testamento representa aquellos libros que Israel aceptó, sobre apropiada evidencia, como la norma divina de fe y práctica, debido a que fueron escritos o producidos por hombres con calidad de profetas. No fue la decisión de la gente la que causó la canonicidad, sino que la canonicidad suscitó su aceptación por parte de la gente. La autoridad vino de Dios a través de los profetas, y el reconocimiento de la parte de la gente fue efecto de la canonicidad. Lo que la gente hizo fue pesar la evidencia, y el resultado fue testimonio antes que fallo o sentencia. De la misma manera, los libros del Nuevo Testamento fueron señalados como de origen apostólico. Esto puede haber sido autoría o sanción, pero no hay duda que la norma primaria de verificación y aceptación fue la creencia de que estos libros provenían de hombres de carácter apostólico; bien sean apóstoles ellos mismos, o sus asociados. De modo que el cimiento de la canonicidad no fue meramente la antigüedad, o la verdad, o la utilidad de los libros, sino, por encima y antes que estas características, porque procedieron de instrumentos de la voluntad de Dios calificados en forma única. Todas las demás pruebas fueron subsidiarias y confirmatorias. Es, por consiguiente, importante y esencial distinguir entre el cimiento de la canonicidad y la base para la convicción de canonicidad. Esta última es ampliamente separada de la anterior, y es algo subjetivo, en tanto que lo primero es racional, objetivo y deja al hombre sin excusa. Es particularmente importante, en este punto, notar lo que la canonicidad realmente implica e incluye. Ella ha creado una colección de libros, no una revelación. La canonicidad es análoga a la codificación, e implica la existencia previa de libros separados. La autoridad de cada libro de la Biblia sería la misma, incluso si no hubiera habido compilación o codificación. De modo que la autoridad no es la de un volumen, sino la de una revelación. La revelación no vino a causa de la canonicidad sino que la canonicidad vino a causa de la revelación; y la Biblia, como hemos visto, es considerada como revelación, por cuanto se la estima como el registro escrito de la manifestación histórica del Redentor y su verdad. Bien se ha sido dicho que la Biblia no es una colección autorizada de libros, sino una colección de libros autorizados. Esta distinción es vital. Es esencial recordar que la cualidad que determina la aceptación de un libro es que posea revelación divina. De modo que la canonización no elevó a un libro a la posición de Escritura, sino que reconoció solamente lo que ya era Escritura. La canonización fue una decisión basada en el testimonio, y el proceso de incluirlos en el canon fue el reconocimiento de un hecho ya existente. Es verdad, por supuesto, que el proceso de canonización por parte de la iglesia entera implica una autoridad acumulativa, y añade inmensamente fuerza a la posición, representando el testimonio del cristianismo entero; pero nunca debe olvidarse que la autoridad de cada libro separado estaba en el mismo libro desde el principio.
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