La primera consulta de hoy nos llega desde Otavalo, Ecuador y es de un amigo oyente que escucha nuestro programa en la Radio Emisora HCJB y también la Radio Emisora Chasquis del Norte. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo se puede explicar la práctica en algunas iglesias, por la cual el pastor o un predicador hace caer a una persona, a veces con solo ordenarlo o con solo tocarla o con un pequeño empujón? ¿Qué dice la Biblia sobre esto?
Gracias por su consulta amigo oyente. Comenzaré por lo más fácil. La Biblia en general y el Nuevo Testamento en particular no ordena en ninguna parte de su contenido, la práctica de hacer caer a una persona con tan solo ordenarlo, o soplar, o tocar o empujar. Lo más difícil es explicar aquello que Usted y yo lo hemos visto en algunas iglesias o conferencias. Lamentablemente no puedo hablar por experiencia propia porque jamás he hecho caer a alguien, así como jamás alguien me han hecho caer a mí. Sin embargo, permítame hacer algunas observaciones al respecto, sin el ánimo de atacar a nadie ni de erigirme en juez de otros. Primero, hasta donde yo he visto, las personas que hacen caer a otras, no tienen unidad de criterio en cuanto a las razones para hacerlo. Para algunos, es una manifestación del poder sobrenatural que Dios les ha dado. Para otros, es para otorgar el Espíritu Santo a los que lo necesitan. Para otros es para otorgar descanso, alivio, paz a las personas abrumadas por sus pecados, temores, preocupaciones. Para otros es una manera de atraer la atención y admiración de los demás. Aun para otros es la señal de aprobación de Dios de lo que están haciendo en la iglesia o en algún ministerio. Es decir que parece que, el hacer caer a otros con solo ordenarlo o soplar o tocar o empujar, tiene su propio y particular significado para cada uno. Este relativismo arroja una espesa sombra de duda acerca de cuál mismo es el propósito de esta práctica. Segundo, en cuanto a los que se caen, yo he constatado que no siempre son creyentes, lo cual me deja una gran interrogante: ¿Qué propósito espiritual puede tener esta práctica en alguien que está muerto espiritualmente? Lo que más necesita un incrédulo no es que alguien le haga caer cuan largo es, sino nacer de nuevo por el poder del Espíritu Santo y la palabra de Dios, es decir pasar del estado de muerte espiritual al estado de vida espiritual. También he notado que los que caen son aquellos quienes previamente han sido preparados con mucha anticipación a través de la música, de batir las palmas enérgicamente, de levantar los brazos, de danzar, de contornearse y eventualmente han entrado en una especie de trance o éxtasis. En este estado parece que pierden el control de sus propios actos y están abiertos para someterse a la voluntad de otra persona. Por supuesto que la Biblia exhorta a los creyentes a ser controlados por el Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo jamás anula la voluntad de la persona para que se someta a la voluntad de otra. También he podido observar que no sólo los predicadores o pastores tienen este supuesto poder para hacer caer a otros ordenándolo, o soplando o tocándolos o empujándolos. Además de ellos, en la televisión se ve de tanto en tanto a hipnotizadores que haciendo entrar en un estado hipnótico a una persona logran que esta persona haga lo que ellos quieran, inclusive caerse sin control al piso. También se ha visto en la televisión a personas que aduciendo que manejan nuevos métodos alternativos de medicina hacen caer a sus pacientes. Así que jamás debemos pensar que solamente algunos pastores o predicadores tienen el poder para hacer caer a la gente. Asimismo he notado que las personas que se prestan para que les hagan caer, parece que no están satisfechas con ser salvas y con saber que su vida está segura en las manos de Dios, sino que siempre están pensando que debe haber algo más que les hará sentirse satisfechos y por eso buscan experiencias aparentemente sobrenaturales, como esto de caerse al piso sin control. La palabra de Dios es clara cuando afirma que el Señor Jesucristo es todo lo que un creyente necesita para sentirse totalmente satisfecho. Embarcarse en una búsqueda de algo más es una forma de despreciar a la persona del Señor Jesucristo. Estas son simplemente observaciones sobre esta práctica.
Nos escribe un amigo oyente desde Guatemala y dice así: Hermanos, que bendición es contar con este tipo de tecnología, la cual nos ayuda a fortalecernos en nuestra vida espiritual, a cimentar mejor nuestro conocimiento de la Palabra de Dios y a despejar nuestras dudas sobre algunos asuntos espirituales. Quisiera suplicarles que me orienten en cuanto a como ser un buen administrador de mis dones, tiempo y dinero, de modo que sean para la gloria de Dios.
Gracias por esas palabras que nos llenan de ánimo amigo oyente. Para beneficio de nuestros demás amigos oyentes, es necesario señalar que la Biblia enseña que los creyentes, no somos dueños ni de nuestra vida, ni de nuestros dones, ni de nuestro tiempo, ni de nuestro dinero. Todas estas cosas pertenecen al Señor. Él es el dueño de todo. Los creyentes somos solamente administradores de los bienes que pertenecen al Señor. Cuando hablamos de los dones nos estamos refiriendo a las capacidades dadas por Dios a todos los creyentes mediante el Espíritu Santo, de modo que los creyentes podamos servir en la iglesia local. Con esto en mente, me gustaría leer el texto bíblico que se encuentra en 1 Corintios 4:1-2. La Biblia dice: Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.
Pablo se consideraba a sí mismo como un servidor de Cristo. La palabra “servidor” es la traducción de una palabra griega que literalmente significa el esclavo que los soldados romanos ubicaban en la parte más baja de un barco, para remar. Pero además, Pablo tenía claro en su mente que también era un administrador de algo que a él no le pertenecía. De los misterios de Dios. Esto significa de algo que no era conocido por los hombres hasta que Dios se lo reveló al apóstol Pablo. Este pensamiento, el ser un administrador de Dios, conduce a Pablo a esas palabras tan significativas para todos los que somos creyentes: Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel. ¿Quiere Usted ser un buen administrador de Dios, sin importar si se trata de su vida, o sus dones, o su tiempo o su dinero? Pues para ello necesita ser fiel. Sobre cualquier otra cosa, Dios aprecia la fidelidad en sus administradores. Fidelidad habla de saber lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, de conocer el propósito para el cual Dios nos ha puesto en este mundo, y de hacer las cosas conforme a ese propósito. Esto es fidelidad. Un administrador fiel jamás hará cosas para sacar provecho personal de ellas. Un administrador fiel siempre estará buscando hacer las cosas que rindan beneficio al dueño de los bienes, siempre hará todo lo que traiga honra y gloria al Señor. Piense en su vida: ¿Está viviendo un estilo de vida que glorifica al Señor? Piense en los dones espirituales que Dios le ha dado, ¿está utilizando esos dones espirituales para la gloria de Dios? O tal vez para ser admirado por los demás. Piense en su tiempo, está invirtiendo su tiempo en hacer las cosas que agradan a Dios o lo desperdicia en cosas que deshonran el nombre de Dios. Piense en su dinero. Dios no le ha dado dinero para que lo guarde, o para que se rodee de lujos, sino para que a la par de vivir decentemente, use lo más que pueda de su dinero en la obra del Señor. De esta manera estará haciendo tesoros en el cielo y además siendo un administrador fiel. Algo indispensable para lograr la fidelidad que Dios demanda de los administradores es la comunión personal con Dios. Es vital que Usted invierta buena parte de su tiempo oyendo, leyendo, estudiando, meditando y memorizando la palabra de Dios. Es vital que Usted invierta buena parte de su tiempo orando a Dios. Es vital que Usted invierta buena parte de su tiempo sirviendo a Dios. Si no está sirviendo a Dios de alguna manera práctica, no es posible que logre ser fiel en la administración de sus dones espirituales. Mi oración es que se sienta desafiado a ser un administrador fiel.
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