Gracias, David. Es una bendición para mí contar con tu compañía y con la nuestros amigos oyentes. Y… ¿Cuál es la primera consulta para hoy?

 Para hoy tenemos una consulta anónima que nos ha llegado a través del correo electrónico. Dice así: ¿Por qué en la Biblia se habla de que Pedro predicaba el evangelio de la circuncisión y Pablo predicaba el evangelio de la incircuncisión? ¿Acaso existe más de un evangelio? 

Tal vez alguno de nuestros amables esté pensando en cómo es esto de una consulta anónima. Permítame explicarlo así. Sucede que de tanto en tanto nos llegan consultas a través del correo electrónico, en la cual la persona que hace la consulta no se identifica por nombre y apellido y tampoco identifica su dirección domiciliar. Esto hace que no podamos saber desde qué ciudad y de qué país se hace la consulta. Sería bueno que los amigos oyentes que hacen sus consultas al menos identifiquen la ciudad y el país desde donde hacen la consulta. Hecha esta puntualización, vamos al grano con la consulta. Nuestro amigo oyente se refiere al evangelio de la circuncisión y al evangelio de la incircuncisión. Es probable que el pasaje bíblico que ha motivado esta consulta sea Gálatas 2:7-9. Permítame leer este pasaje bíblico, para beneficio de nuestros amables oyentes que no tienen una Biblia a la mano. Dice así: “Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la circuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí, para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas, y Juan, que eran considerados como columnas, no dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” El autor de las palabras leídas fue el apóstol Pablo. Sucede que la autoridad de Pablo como apóstol de Jesucristo había sido puesta en tela de duda por parte de algunos judíos que aunque se llamaban creyentes, sin embargo creían que para ser salvos era necesario recibir por la fe a Jesucristo y además guardar algunos de los principios de la ley de Moisés. Por demás está decir que la salvación es por la sola fe en Cristo Jesús. Fe más nada. Cuando se añade algo a la fe como requisito para la salvación, se ha atentado contra el verdadero evangelio de Jesucristo. En su defensa, Pablo manifiesta que cuando fue a Jerusalén, su apostolado fue reconocido por Jacobo, Cefas, o Pedro, y Juan, quienes eran considerados como columnas de la iglesia en Jerusalén. Pablo dice que a él, como apóstol, le había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, así como a Pedro le había sido encomendado el evangelio de la incircusición. Cuando Pablo habla de la incircuncisión se está refiriendo a los gentiles, mientras que cuando habla de la circuncisión se está refiriendo a los judíos. Puestas así las cosas, parecería como si hubiera más de un evangelio, el evangelio para los gentiles, o la incircusición, predicado por Pablo y el evangelio para los judíos, o la circuncisión, predicado por Pedro. Pero nada más lejos que la verdad. Confirmando la existencia de un solo evangelio, Pablo mismo escribió las palabras que aparecen en Gálatas 1:6-9. Permítame que se lo lea. Dice así: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Son palabras contundentes. El evangelio de Cristo es uno solo. No existe ningún otro. ¿Qué quiso decir entonces Pablo, cuando hablaba de que a él le había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión y a Pedro le había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión? Simplemente se trata de que Pablo fue el apóstol a los gentiles o a la incircunsición y Pedro fue el apóstol a los judíos o a la circuncisión. El mensaje que predicaba Pablo, y el mensaje que predicaba Pedro era el mismo mensaje del evangelio de Jesucristo. La traducción de esta parte del Nuevo Testamento hubiera quedado mejor si se decía que a Pablo le había sido encomendado el evangelio a la incircuncisión o al pueblo gentil y a Pedro le había sido encomendado el evangelio a la circuncisión o al pueblo judío.

La segunda consulta para el programa de hoy nos llega desde Chile, dice así: ¿Qué dice la Biblia sobre el hipnotismo?

EL HIPNOTISMO ha sido tema de muchos debates y controversias, al grado que ni a los especialistas en la materia se les hace fácil definirlo. En general se acepta que la hipnosis constituye un estado alterado de la conciencia, o un trance. Sin embargo, lo que a la mayoría de la gente le interesa no es tanto qué es el hipnotismo, sino qué hace en el ser humano. A nosotros nos interesa más lo que la Biblia dice sobre el hipnotismo. Desde luego, la Biblia no es un libro de medicina ni toca directamente este tema, pero los principios que contiene nos ayudarán a determinar cómo ve Dios este asunto. ¿Qué puede decirse de su efecto sobre la mente y la conducta del ser humano? ¿Existen riesgos? Una preocupación válida es que la persona hipnotizada pudiera tener muy poco control de sus actos, factor que aprovechan los hipnotizadores del mundo del espectáculo para lograr que los voluntarios hagan cosas que normalmente no harían, incluso que parezcan estar borrachos. Sobre tales sesiones públicas de hipnosis, The Encyclopedia Americana señala: “El sujeto hipnotizado pudiera responder más fácilmente a cualquier instrucción —incluso a instrucciones veladas—, ser más propenso a dejarse llevar por impulsos que usualmente se hallan reprimidos y sentir que se ha eliminado toda restricción social y personal de su conducta”. La Collier’s Encyclopedia afirma: “El individuo hipnotizado experimenta una concentración total de sus facultades que lo hace sumamente atento y obediente a las órdenes del hipnotizador”. ¿Le parece inofensivo? ¿Sería prudente que un creyente dejara que otros influyeran en su mente por medio de la sugestión hipnótica? Eso iría en contra de la exhortación del apóstol Pablo en Romanos 12:1-2 donde dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” ¿Podría un creyente tener “una buena conciencia”, como dice 1 Pedro 3:16 si se dejara llevar a un estado en el que no tuviera control absoluto de sus pensamientos, de sus deseos y ni siquiera de sus actos? La Biblia exhorta que el creyente tenga siempre control de sus actos y de su mente, bajo la guía del Espíritu Santo. Es obvio que la hipnosis dificultaría o inclusive haría imposible la aplicación de ese consejo.

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *