Un amigo oyente de Colina, Santiago, Chile se ha comunicado con nosotros por medio del correo electrónico para compartir un interesante testimonio y para hacer una consulta. Dice así: Gracias a ustedes muchos le los que queremos entender la Palabra de Dios vamos saliendo de la bruma y la Biblia se torna clara y evidente. Entiendo lo que dicen, comprendo que la verdad está en lo que pregonan, pero siento que interiormente no he cambiado a cabalidad aunque me empeño en hacerlo, y sólo logro un convencimiento intelectual pero no un cambio de fondo. A veces pienso que por más que me esfuerce no está en mi el poder para lograr el cambio, sino que debo esperar en la gracia de Dios y cuando ello ocurra el cambio se producirá invariablemente. ¿Es así? ¿O es sólo un pensamiento cómodo que me inducirá al engaño? Es una pregunta que me hago y en alguna medida me atormenta. Muchas gracias. Escucho su programa todas las mañanas mientras me dirijo a mi trabajo y ha sido de gran bendición para mí. Confío en Dios en que reciban abundantes bendiciones por su labor que ha cambiado y sigue cambiando la vida de mucha gente.
Gracias por su testimonio amable oyente. Doy a Dios toda la gloria y la honra por el efecto que está teniendo nuestra programación radial tanto en usted como en muchas otras personas más. Usted manifiesta que comprende bien los principios bíblicos, pero de alguna manera, no logra poner en práctica esos principios bíblicos a los asuntos del diario vivir y esto le causa bastante inquietud. Ha llegado a pensar que en algún momento la gracia de Dios se manifestará en su vida y logrará poner en práctica lo que ya conoce de una manera intelectual acerca de la Biblia. Bueno, mi amigo, si le tuviera frente a mí, le miraría directamente a los ojos y le haría la siguiente pregunta: ¿Ha recibido al Señor Jesucristo como su único y suficiente Salvador personal? En esto radica la clave para todo lo demás. Hasta cierto punto, una persona, puede comprender determinadas partes de lo que dice Dios en la Biblia, pero si esa persona no ha tomado la decisión de recibir a Cristo como su Salvador, no sólo está impedida de avanzar en su conocimiento de cosas espirituales, sino que también está impedida de poner en práctica lo que dice la Biblia. Una persona que jamás ha recibido a Cristo como Salvador está muerta en un sentido espiritual, y por tanto no puede discernir las cosas espirituales y lo que es peor, está todavía en un estado de esclavitud al pecado. Confío que usted habrá tomado la decisión de depositar su fe en la persona y obra del Señor Jesucristo y si no lo ha hecho todavía le ruego que lo haga lo antes posible por cuanto está en riesgo el estado eterno de su alma. Sería muy lamentable que sabiendo que Cristo murió por usted, recibiendo el castigo que usted como pecador merece, sin embargo, por no tomar la decisión de recibir a Cristo como Salvador, usted salga de este mundo sin el perdón de sus pecados y termine en el infierno. Pero asumiendo que usted ya ha recibido a Cristo como su Salvador, entonces, por lo que dice la palabra de Dios, tiene el Espíritu Santo morando en su vida y esto le permite crecer en el conocimiento de las cosas espirituales y además le permite poner en práctica lo que va aprendiendo de las Escrituras. 1 Corintios 6:19 dice: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Además de esto, la gracia de Dios no solamente nos permite obtener la salvación, sino que también nos permite vivir un estilo de vida agradable a Dios mientras estamos en este mundo. Tito 2:11-12 dice al respecto: Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
Tit 2:12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
La gracia de Dios me salva pero también me enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, para poder vivir en este mundo de una manera sobria, justa y piadosa. Esto último es un proceso que toma su tiempo y requiere de bastante esfuerzo por parte del creyente, en dependencia absoluta del poder del Espíritu Santo. Permítame citar Romanos 6:5-14. La Biblia dice: Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
Rom 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Rom 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Rom 6:8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
Rom 6:9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
Rom 6:10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
Rom 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Rom 6:12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
Rom 6:13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Rom 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Todo descansa en aceptar por fe lo que en esencia constituye el evangelio. Los que hemos recibido a Cristo como Salvador, hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Cristo. Pablo afirma por tanto que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. ¿por qué? Pues porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. El viejo hombre es todo lo que éramos antes de recibir a Cristo como Salvador. Habiendo entonces muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Este argumento descansa en el hecho que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere. La muerte ya no tiene poder alguno sobre él, porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas, pero en cuanto vive, para Dios vive. Esto crea el fundamento para todo lo que dice Pablo a continuación. Así también nosotros, debemos considerarnos muertos al pecado, pero vivos para Dios, por cuando estamos en Cristo Jesús. Armados de este pensamiento, entonces podemos hacer realidad que el pecado no debe ejercer dominio sobre nuestros cuerpos mortales de modo que le obedezcamos en las cosas cuestionables que nos pide. Además, no debemos presentar nuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino que debemos presentarnos nosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, es decir que debemos presentar nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Esta es la manera como logramos que el pecado no nos domine, por cuanto no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. En todo este proceso se nota cuatro pasos muy claros y definidos. El primero es saber. ¿Saber qué? Pues que al recibir a Cristo, nuestro viejo hombre, o lo que éramos antes, ha sido crucificado con Cristo. El segundo es considerar. Esto significa ponerlo en nuestra cuenta o acreditarlo a nuestro favor. ¿Considerar que? Pues que hemos muerto al pecado. El tercero es destronar. ¿A quién? Pues al viejo hombre que hasta antes de recibir a Cristo como Salvador nos tenía dominados para hacer todo lo que nos demandaba. Ese viejo hombre perdió su poder y por tanto ya no debe reinar o ejercer dominio sobre nosotros. El cuarto es presentar. Presentar ¿qué? Pues presentar nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Habla de una decisión voluntaria de ofrecer a Dios nuestra vida toda para hacer su voluntad. De esta manera logramos vivir un estilo de vida acorde con lo que Dios dice en su palabra. Le animo por tanto amable oyente a reflexionar sobre estos pasos y notará como poco a poco, a veces con tropiezos, logrará vivir en la práctica lo que ya sabe en la teoría. Este estilo de vida no depende de su fuerza de voluntad. Usted no podrá cumplir lo que Dios quiere para usted confiando en su propia fuerza. Para tener éxito necesita depender del poder del Espíritu Santo que mora en su ser. Ruego a Dios que por su gracia usted no sea ese tipo de creyente que sabe mucho intelectualmente pero no logra que lo que sabe se transforme en una nueva mente para conocer a Dios, en una nueva voluntad para obedecer a Dios y en un nuevo corazón para amar a Dios. Que el Señor le bendiga.
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