La consulta para el programa de hoy nos ha llegado por Internet y dice así: Tengo una inquietud. Ayer en la clase de estudio bíblico en mi congregación se habló del tema: Te pide Dios que perdones y olvides. Si el perdón que Dios da es como dice su palabra en Isaías 43:25, ¿entonces a qué se refiere Mateo 12:36 cuando nos dice que seremos juzgados por toda palabra ociosa, o sea por los pecados? No logro comprender a que se refiere. Mi pastor dice que el Señor no se olvida de nuestros pecados, nos perdona más no lo olvida, se basa en Mateo 12:36, luego nos dijo que nosotros podemos perdonar y no olvidar las ofensas porque nuestra naturaleza es pecaminosa, y que en ninguna parte de la Biblia nos dice que debemos perdonar y olvidar, sólo nos dice que debemos perdonar como él nos perdonó según Efesios 4:32. Entonces mis preguntas son, humanamente ¿cómo debo perdonar si mi deseo es imitar a Dios? El perdón ¿debe traer olvido de las ofensas, o no? Es en ese punto dónde mi pastor me creó la confusión, mi madre siempre me enseñó que donde hay perdón hay olvido de la ofensa, porque eso hace nuestro Dios, mas no del hecho en sí, que lo puedo recordar como algo sin importancia. Por favor hermano acláreme ésta confusión, ya que no deseo ser piedra de tropiezo, si enseño algo que no es bíblico.

Gracias por su consulta. La Biblia muestra que cuando Dios perdona, no se acuerda más del pecado. Permítame leer algunos versículos donde esto se hace evidente. Isaías 43:25, el texto que Usted mencionó en su consulta dice así: Yo,  yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo,  y no me acordaré de tus pecados.

Otro texto es Jeremías 31:34 donde dice: Y no enseñará más ninguno a su prójimo,  ni ninguno a su hermano,  diciendo:  Conoce a Jehová;  porque todos me conocerán,  desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,  dice Jehová;  porque perdonaré la maldad de ellos,  y no me acordaré más de su pecado.

Note lo que dice Jeremías 50:20 En aquellos días y en aquel tiempo,  dice Jehová,  la maldad de Israel será buscada,  y no aparecerá;  y los pecados de Judá,  y no se hallarán;  porque perdonaré a los que yo hubiere dejado.

Observe este. Se encuentra en Miqueas 7:18 ¿Qué Dios como tú,  que perdona la maldad,  y olvida el pecado del remanente de su heredad?  No retuvo para siempre su enojo,  porque se deleita en misericordia.

En estos textos y en muchos otros más como ellos, se hace obvio que cuando Dios perdona el pecado, lo olvida. Pero detengámonos a meditar un poco en esta declaración. ¿Cómo es posible que un Dios omnisciente, quien conoce absolutamente todo en todo instante del tiempo, pueda olvidar algo? Sería algo paradójico, ¿verdad? Ciertamente sí. ¿Cómo entender entonces que Dios olvida lo que perdona? Pues, la única manera de entenderlo es en el sentido que cuando Dios perdona el pecado de una persona, trata a esa persona como si ese pecado nunca jamás hubiera existido, aunque él sabe que el pecado existió. Es en este sentido que Dios olvida el pecado que ha perdonado. Desde un punto de vista práctico es como si efectivamente Dios hubiera olvidado el pecado de la persona que ha sido perdonada. Esto fue justamente lo que hizo Dios cuando nos perdonó a nosotros los creyentes en Cristo. 1 Corintios 6:9-11 dice: ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?  No erréis;  ni los fornicarios,  ni los idólatras,  ni los adúlteros,  ni los afeminados,  ni los que se echan con varones,

1Co 6:10  ni los ladrones,  ni los avaros,  ni los borrachos,  ni los maldicientes,  ni los estafadores,  heredarán el reino de Dios.

1Co 6:11  Y esto erais algunos;  mas ya habéis sido lavados,  ya habéis sido santificados,  ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús,  y por el Espíritu de nuestro Dios.

Al haber sido perdonados, los creyentes hemos sido ya lavados, santificados y justificados, a pesar de todo nuestro obscuro pasado, sin importar lo terrible que pudo haber sido. Dios olvidó nuestro pecado desde un punto de vista práctico. Dios nos trata como si nunca hubiéramos pecado aunque él sabe todo lo que hicimos en el pasado, todo lo que hacemos en el presente y aun todo lo que haremos en el futuro, porque él es omnisciente. Por haber sido perdonados, y porque Dios nos trata como si nunca hubiéramos pecado, los creyentes somos santos, puros y sin mancha delante de él. Esta es la posición espiritual de todo creyente. Es una verdad posicional que garantiza nuestra salvación eterna desde el mismo instante que recibimos a Cristo como Salvador. Por supuesto que en la práctica distamos mucho de lo que ya es nuestra posición y debemos esforzarnos por vivir un estilo de vida que esté lo más cerca posible de lo que es nuestra posición, por eso la Biblia nos exhorta a ser santos como nuestro Padre es santo. Pero volvamos al tema del perdón. La Biblia exhorta a los creyentes a perdonar a los que nos ofenden. Muchos textos nos hablan de esto. Por ejemplo, note lo que tenemos en Colosenses 3:12-13 donde dice: Vestíos,  pues,  como escogidos de Dios,  santos y amados,  de entrañable misericordia,  de benignidad,  de humildad,  de mansedumbre,  de paciencia;

Col 3:13  soportándoos unos a otros,  y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.  De la manera que Cristo os perdonó,  así también hacedlo vosotros.

El perdón es un mandato para los creyentes, no una opción. El perdón no es sinónimo de olvido. El perdón es un compromiso que el creyente se hace delante de Dios, por el cual ese creyente no va a tomar venganza contra el ofensor y va a tratar al ofensor como si la ofensa nunca hubiera existido. Esto es perdón. La Biblia no ordena olvidar las ofensas sino perdonar las ofensas. Un creyente que ha sido ofendido pero ha perdonado, no es que se olvida de la ofensa, sino que se compromete delante de Dios a no buscar venganza contra el ofensor y a tratar al ofensor como si la ofensa jamás hubiera existido, al punto que jamás va a mencionar siquiera la ofensa. Puede ser que se acuerde de la ofensa, pero como perdonó, no tratará al ofensor de la manera que el ofensor le trató a él y no hablará más de la ofensa. De esta manera, el creyente estará imitando a Dios en cuanto al perdón. Tal vez con el paso del tiempo, las ofensas que han sido perdonadas se irán desvaneciendo detrás de una cortina de olvido. Permítame ahora explicar el pasaje en Mateo 12:36, el cual ha traído algo de confusión en cuanto al perdón. Para tomar el contexto, permítame leer desde el versículo 31 hasta el versículo 37 de Mateo 12. Dice así: Por tanto os digo:  Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres;  mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.

Mat 12:32  A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre,  le será perdonado;  pero al que hable contra el Espíritu Santo,  no le será perdonado,  ni en este siglo ni en el venidero.

Mat 12:33  O haced el árbol bueno,  y su fruto bueno,  o haced el árbol malo,  y su fruto malo;  porque por el fruto se conoce el árbol.

Mat 12:34   ¡Generación de víboras!  ¿Cómo podéis hablar lo bueno,  siendo malos?  Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Mat 12:35  El hombre bueno,  del buen tesoro del corazón saca buenas cosas;  y el hombre malo,  del mal tesoro saca malas cosas.

Mat 12:36  Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres,  de ella darán cuenta en el día del juicio.

Mat 12:37  Porque por tus palabras serás justificado,  y por tus palabras serás condenado.

Algunos fariseos incrédulos del tiempo de Jesús atribuyeron a Satanás el poder que tenía el Señor Jesús para echar fuera demonios. De esta manera cometieron lo que se llama la blasfemia contra el Espíritu Santo. Este acto fue simplemente la manifestación externa de su condición espiritual interna. Eran un árbol malo que producía un fruto malo. Por eso el Señor Jesús les tildó de generación de víboras. Su carácter era venenoso como una víbora. Estos fariseos incrédulos no podían hablar cosas buenas porque su corazón era malo. Si alguien es bueno, siempre habla cosas buenas, y si alguien es malo, siempre habla cosas malas. Esto tendrá una consecuencia fatal para estos fariseos incrédulos, porque llegará un día cuando ellos y todos los incrédulos en general, tendrán que rendir cuentas de todo lo malo que ha salido de su boca como resultado de lo que hay en su corazón. Será en el día del juicio, y el veredicto final para ellos será el castigo eterno en el lago de fuego. La manera como habla una persona indica lo que hay en esa persona. De modo que cuando el texto dice que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, se está refiriendo a los incrédulos, no a los creyentes que ya hemos sido perdonados de todo nuestro pecado. Esto no significa que los creyentes podemos hablar cualquier cosa y no va a haber ningún problema. De ninguna manera. Los creyentes no podemos ser arrojados al lago de fuego por la palabra ociosa que digamos, porque nuestro pecado ya ha sido perdonado por Dios en Cristo, pero ciertamente perderemos las recompensas en el tribunal de Cristo por nuestro hablar descuidado. Nuestro hablar como creyentes debe procurar siempre la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

 

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