Desde el Estado Falcón, Venezuela nos escribe un amigo oyente que lleva por nombre Jesús. Dice así: En esta época se habla mucho de la unción. Pero yo estoy un poco confundido, porque en la palabra de Dios se habla de la unción en el antiguo pacto, mientras que en el nuevo pacto tenemos la promesa del Padre, lo cual es el Espíritu Santo. Mi pregunta es: ¿Existe hoy en día la unción sobre un creyente? ¿Cómo y dónde se puede recibir este beneficio?

Bueno, la palabra unción aparece 25 veces en el Antiguo Testamento y la mayoría de las veces está relacionada con el aceite que se utilizaba para consagrar a los objetos dentro del tabernáculo y a los sacerdotes que ministraban en él. Observe lo que dice Éxodo 30 22-30 “Habló más Jehová a Moisés diciendo: Tomarás especias finas: de mirra excelente quinientos ciclos, y de canela aromática la mitad, eso es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta, de casia quinientos, según el ciclo del santuario, y de aceite de olivas un hin. Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa. Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base. Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado. Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.”

Como habrá notado, la palabra unción se usa en referencia al aceite perfumado que se usaba exclusivamente para consagrar el tabernáculo con sus utensilios y también a los sacerdotes. En Salmo 89:20 existe una referencia en cuanto a que David fue ungido con la santa unción. Tiene que ver con la ocasión cuando David fue ungido como rey.

En Isaías 10:27 aparece también la palabra unción, y está relacionada con la exclusividad del pueblo de Israel como pueblo escogido por Dios. Aparte de esto, no existe ningún otro uso de la palabra unción en el Antiguo Testamento.

Ahora bien, todo lo que se realizaba en el tabernáculo y posteriormente en el templo de Jerusalén, en la época del Antiguo Testamento, es un cuadro o un símbolo de alguna realidad en el Nuevo Testamento. En el caso de la unción, esto fue figura de la presencia permanente del Espíritu Santo en la vida de un genuino creyente. Esto lo sabemos por el uso de la palabra unción en el Nuevo Testamento.

La palabra unción aparece solamente por tres ocasiones en el Nuevo Testamento. Y en cada una de esas ocasiones se refiere a la presencia permanente del Espíritu Santo en la vida de un genuino creyente. Examinemos las ocasiones en las que aparece la palabra unción en el Nuevo Testamento. Por primera vez aparece en 1 Juan 2:20 donde leemos lo siguiente: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.” Este versículo aparece en el contexto de la obra perniciosa de los falsos maestros en las iglesias. Para reconocer la falsa doctrina proclamada por los falsos maestros, Dios ha dado a los genuinos creyentes la unción del Santo. Esto se refiere a la presencia permanente del Espíritu Santo en la vida de un genuino creyente. El Espíritu Santo residiendo o morando permanentemente en la vida de un genuino creyente capacita a ese genuino creyente para que discierna la verdad del error proclamado por los falsos maestros. La segunda y tercera vez que aparece la palabra unción en el Nuevo Testamento es en un solo versículo. 1 Juan 2:27 dice lo siguiente: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” Este versículo también está dentro del contexto de las obras de los falsos maestros y la manera como los genuinos creyentes podemos estar en guardia ante sus falsas enseñanzas. La unción que los creyentes hemos recibido de él, es la presencia permanente del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esto nos permite discernir la verdad del error proclamado por los falsos maestros.

Aparte de estas tres ocasiones, no existe ninguna otra mención de la palabra unción en el Nuevo Testamento.

Seguramente habrá notado que la unción fue dada a todo genuino creyente el momento que recibió a Cristo como Salvador y a partir de ese momento el creyente tiene la unción para siempre. Esta es la razón por la cual en ninguna parte del Nuevo Testamento se ordena, ni siquiera se sugiere, que los creyentes debemos buscar la unción. Esto es porque todo genuino creyente tiene la unción desde el mismo instante que recibe a Cristo como Salvador.

De manera que, dar a la unción un nuevo significado, como el que muchos lo dan hoy en día, haciéndolo equivalente a una especial capacidad para hacer obras supuestamente sobrenaturales, es un error por cuanto la unción en el Nuevo Testamento significa simple y llanamente la presencia permanente del Espíritu Santo en la vida de un genuino creyente. Si usted es un genuino creyente, no busque la unción, porque ya la tiene. Busque más bien vivir en sumisión a la unción que ya tiene, es decir a la guía y control del Espíritu Santo y verá que su vida manifiesta el fruto del Espíritu Santo, porque estará lleno del Espíritu Santo.

Desde Puerto San José, Escuintla Guatemala, nos escribe Santiago. Conoce algo sobre los evangélicos, no muy bueno que digamos, debido a los pleitos, divisiones y desacuerdos entre ellos, y últimamente ha estado siendo visitado por un miembro de los Testigos de Jehová, quien le ha dicho que no existe rapto de la iglesia y que Jehová va a establecer su reino en la tierra. Nos pregunta: ¿Cuál de las dos religiones está en la verdad? ¿Dónde se va a establecer el reino de Dios, en el cielo o en la tierra?

Muchas cosas para comentar. Lamentablemente el tiempo no lo permite.

Triste que algunos evangélicos actúen de tal manera que en lugar de atraer a otros hacia Cristo, más bien los alejan de él. Las peleas, divisiones y desacuerdos atentan contra el espíritu de armonía que debe existir en el cuerpo de Cristo que es la iglesia. No se debe olvidar sin embargo que no todo evangélico pertenece al Señor o es salvo o es parte del cuerpo de Cristo. Ser evangélico significa haber adoptado la religión evangélica, pero si eso no va acompañado de la decisión personal de haber recibido a Cristo como Salvador, no sirve de nada. Se tendrá una religión pero no una relación personal con Dios por medio de Cristo.

Por otro lado, la secta falsa conocida como Testigos de Jehová adolece de graves errores doctrinales. Entre ellos, tal vez el peor, es que los Testigos de Jehová no reconocen que Jesucristo es Dios sino una mera creación de Dios. Por esta sola causa, sin mencionar siquiera la cantidad de otros errores doctrinales, a los Testigos de Jehová se aplica lo que dice 2 Juan 9-11 donde dice: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en al doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! Participa en sus malas obras.”

En cuanto al estado eterno de los creyentes, la Biblia claramente enseña que es en el cielo, no en la tierra. Filipenses 3:20 dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

En relación con que si la iglesia de Cristo va o no va a ser arrebatada al cielo, la Biblia enseña con absoluta claridad que está muy cercano el tiempo cuando la iglesia de Cristo va a ser arrebatada. 1 Tesalonicenses 4:17 dice: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

¿Cuál de estas dos religiones, la evangélica o la de los Testigos de Jehová, garantiza el perdón de pecados y la vida eterna? La respuesta es ninguna, porque el perdón de pecados y la vida eterna no resulta de profesar una religión sino de haber recibido por la fe a Cristo Jesús como Salvador.

 

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