La primera consulta de hoy nos ha sido hecha por un amigo oyente de Mendoza, Argentina. Dice así: ¿Es permitido por la Biblia que las mujeres cristianas se corten el cabello, y usen maquillaje y joyas?
Gracias por su consulta. Vayamos por partes. Primero lo que tiene que ver con cortarse el cabello por parte de las mujeres cristianas. El pasaje bíblico que normalmente se toma para arribar a la conclusión que la Biblia no permite a una mujer creyente cortarse el cabello, se encuentra en 1 Corintios 11:14-15 donde dice: “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello’ Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.” Pero antes de arribar a cualquier tipo de conclusiones es necesario examinar bien el contexto en el cual aparecen estos versículos. Un rápido análisis mostrará que estos versículos son parte de un pasaje bíblico mucho más grande que comienza en el capítulo 11 versículo 2 y termina en el versículo 16, el cual tiene que ver con el uso del velo por parte de la mujer creyente, mas no con que si la mujer creyente puede o no cortarse el cabello. Como parte de su argumentación para apoyar que la mujer creyente debe tener señal de autoridad sobre su cabeza cuando ora o profetiza, Pablo usa el argumento de la naturaleza. De forma natural, el cabello del hombre tiene la tendencia a ser corto, mientras el cabello de la mujer tiene la tendencia a ser largo. Sin entrar mucho a detalles esto se debe a la presencia de la hormona testosterona en los hombres que entre otras cosas es responsable por las características masculinas en los hombres, dentro de lo cual está la tendencia a que el cabello no crezca demasiado e inclusive que el cabello se caiga. Pero en cambio, en las mujeres, la presencia de estrógeno favorece el crecimiento del cabello y también la permanencia del cabello. Rara vez se ve a una mujer calva, inclusive en una edad avanzada. Esta realidad natural en el ser humano se refleja, con algunas excepciones por supuesto, en la tendencia innata entre la gente de esperar que el hombre tenga cabello corto mientras que la mujer tenga cabello largo. Para Pablo, esto era una manera de la naturaleza de apoyar su enseñanza de que la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza cuando ora o profetiza. Esto es en esencia el significado de estos textos. No se puede por tanto ser dogmático y afirmar que la mujer creyente que se corta el cabello está en pecado, o que la Biblia condena que una mujer creyente se corte el cabello. El cortarse el cabello por parte de una mujer creyente cae más bien dentro de la libertad que una mujer creyente tiene en Cristo. Si en su conciencia está convencida que no hay nada de malo en cortarse el cabello, no cometerá pecado si se lo corta, pero si en su conciencia está convencida que cortarse el cabello es malo, entonces que no se lo corte, porque si lo hace estará cometiendo pecado. Hacer algo en contra de la voz de la conciencia es pecado. Romanos 14:23 dice: “Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.” En cuanto a la otra parte de su consulta, sobre si la Biblia condena que una mujer creyente use maquillaje o joyas, me gustaría fundamentar mi respuesta sobre lo que dice 1 Timoteo 2:9-10 donde dice: Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.” El verbo griego que se ha traducido como ataviarse, es “kosmeo” de donde viene nuestra palabra “cosmético” y significa: arreglarse o adornarse. De aquí ya podemos decir que una mujer creyente debe arreglarse o adornarse, y no andar desalineada. El arreglarse o adornarse debe seguir algunos principios claramente establecidos por el apóstol Pablo. La ropa debe ser decorosa. La palabra decorosa es la traducción de una palabra griega, la palabra “kósmios”, que significa, algo ordenado, bien dispuesto, decente, modesto. Una ropa así, dice Pablo, fomenta el pudor. Esto significa que no deja descubiertas partes íntimas del cuerpo o resalta partes íntimas del cuerpo. Una minifalda no cumple con este requisito, tampoco una blusa que tenga un escote que muestre gran parte del busto, o un vestido que tiene un tajo o abertura para mostrar el muslo o la espalda, o cualquier ropa excesivamente ceñida al cuerpo. Las mujeres no entienden, o si entienden lo hacen a propósito, que los hombres nos excitamos sexualmente por lo que vemos. La puerta más amplia para la excitación sexual del hombre son sus ojos. De ahí el éxito de la pornografía atrapando en sus garras a tantos hombres. Es necesario por tanto que las mujeres no se presten para excitar sexualmente a los hombres por medio de su forma indecorosa de vestirse. A esto es a lo que justamente se refiere el apóstol Pablo cuando dice que la mujer debe vestirse con modestia. Luego Pablo pasa a hablar del peinado. Dice que el peinado no debe ser ostentoso. La ostentación se daba cuando se elaboraban complicados peinados adornados con joyas de oro y perlas. Algunas mujeres estaban asistiendo a la iglesia con peinados tan estrafalarios, que el resto de hermanos y hermanas no podían evitar las miradas de asombro. Pablo dice: Esto no debe ser así. Las mujeres creyentes no deben hacerse peinados que distraigan la atención de la congregación. Por regla general, la mujer creyente no debe ni vestirse ni peinarse de una forma que atraiga la atención hacia sí misma. Toda mujer creyente debe hacer cualquier cosa para que la atención de la gente se enfoque exclusivamente en el Señor a quien se adora en los cultos. Por eso es que Pablo termina diciendo que tampoco es aceptable que la mujer se vista con vestidos costosos. ¿Cómo es posible que una hermana en la fe se compre un vestido de 1000 dólares, cuando la iglesia no tiene ni para pagar el consumo de agua o electricidad o teléfono, y cuando cantidad de ministerios cristianos o misioneros cristianos están prácticamente muriéndose de hambre. Esto es lo que está confrontando el apóstol Pablo. Lo correcto sería que la mujer creyente se vista más bien de buenas obras, las cuales podrán pasar desapercibidas por la gente, pero serán muy tomadas en cuenta por el Señor. Esto es lo que corresponde a las mujeres que se precian de ser piadosas. Como podrá notar, amigo oyente, este pasaje bíblico no condena necesariamente que una mujer creyente use maquillaje para lucir atractiva o que use alguna joya de oro o alguna perla, si el Señor le ha bendecido con eso por supuesto. Aunque si vive en algunas ciudades de América Latina, como Quito por ejemplo, debe tener cuidado con usar joyas, porque es probable que ni bien salga de su casa algún delincuente le despoje de ellas. Lo que condena la Biblia es que una mujer vaya a los extremos de vestirse provocativamente o a rodearse de lujos para mostrar a otros cuán afortunada es, o vestirse de tal manera que la gente se fije en ella, por la cantidad de joyas de oro y perlas que lleva encima. Hermana querida, no descuide lucir bien para su esposo, pero más importante que eso es que cultive su carácter y la única manera de cultivar el carácter es poniéndolo lo más cerca del Señor, pasando tiempo con él en oración en el estudio de su palabra.
La segunda consulta de hoy nos ha sido hecha por un amigo oyente de Quito, Ecuador. Dice así. ¿Se debe entender que las personas de las cuales habla Hebreos 6, quienes recayeron y no pudieron ser otra vez renovados para arrepentimiento, eran creyentes que perdieron la salvación?
El capítulo seis de Hebreos no debe analizarse aparte del propósito general del libro de Hebreos. El libro de Hebreos presenta a Jesucristo como el cumplimiento de todo lo que el Antiguo Testamento prefiguró por medio de todo el ritual que Dios entregó al pueblo de Israel por medio de Moisés. Los judíos tenían gran problema en aceptar esto. Había algunos que aparentemente o externamente habían aceptado a Jesucristo como su Salvador, el Mesías, el Cristo, el Ungido, pero en el fondo no estaban convencidos de esto, seguían atados al Judaísmo. Eran convencidos, pero no convertidos. El autor de Hebreos confronta a estas personas y les desafía a una entrega de corazón a Jesucristo. Es a este tipo de personas a las que se refiere Hebreos 6:4-6 donde dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio.” Las personas de quienes habla este pasaje bíblico no eran creyentes, sino apostatas, probablemente convencidos intelectualmente, pero no convertidos espiritualmente, porque jamás habían sido sinceros en recibir a Jesucristo como Salvador personal. Por fuera decían que eran creyentes, pero internamente todavía estaban atados a la religión de sus ancestros. En algún momento decidieron abandonar lo que parecía que creían y regresaron al Judaísmo. A esto se refiere el texto cuando dice que recayeron. Es en estas condiciones que se vuelve imposible para ellos el ser otra vez renovados para arrepentimiento. Es posible cumplir con todo lo que dicen los versículos 4 y 5 de Hebreos 6 y aún así no ser un verdadero creyente. La salvación no se pierde. Alguien que ha nacido en la familia de Dios no puede jamás dejar de serlo. La vida eterna no fuera eterna si existiera la posibilidad de perderla.
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