La primera consulta de hoy nos ha sido hecha por una amiga oyente de Santo Domingo de los Colorados, quien nos escucha a través de Radio Constelación. Dice así: Hace poco recibí a Cristo como mi Salvador. Todavía no me he bautizado. Tengo un hermano que se burla de la decisión que he tomado. Cuando hablamos de las cosas espirituales siempre me hace la pregunta de por qué los creyentes no bailan. Mi respuesta hasta ahora se ha limitado a decirle que, al menos en mi caso, no me siento bien haciéndolo. Quisiera que me dé una orientación bíblica para fundamentar mejor mi respuesta a esta pregunta de mi hermano.

Gracias amiga oyente por su consulta. Le felicito por haber tomado la mejor decisión de su vida. Me refiero a recibir a Cristo como su Salvador personal. La decisión que Usted ha tomado hace la diferencia en el destino eterno de su alma. Antes de recibir a Cristo como su Salvador, Usted estaba condenada a pasar la eternidad en el infierno. Ahora que ha recibido a Cristo como su Salvador, Dios ha perdonado todo su pecado y en consecuencia Usted pasará la eternidad junto a Dios en el cielo. Es natural que mucha gente con quien Usted tenía contacto desapruebe la decisión que Usted ha tomado. Algunos de ellos inclusive manifestarán su desacuerdo en franca persecución. Esto es parte de la experiencia de todo genuino creyente. El Señor Jesucristo lo anunció de antemano según vemos en Juan 15:18-21 donde dice: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es mayor que su señor.  Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.” El mundo aborreció tanto a nuestro amado Salvador, al punto, que lo llevó a la cruz. Si el mundo aborreció así a nuestro Salvador, es natural que el mundo aborrezca a los que somos sus discípulos. Así que no se sorprenda amiga oyente que los que antes reían con Usted, ahora le hagan una mueca de desprecio. El apóstol Pedro habló sobre esto, en 1 Pedro 4:12-16 donde dice: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.” El hecho que Usted esté sufriendo persecución por el nombre de Cristo, es clara evidencia de que Usted es de Cristo. Lejos de desanimarse por la oposición, mas bien gócese, como recomienda el apóstol Pedro. Usted también nos ha informado que todavía no se ha bautizado en agua. No nos ha indicado el motivo para ello. Yo le animo a dar el paso de bautismo lo antes posible. Hable con los pastores o ancianos de la iglesia y hágales saber su deseo de bautizarse. No es que el bautismo sea necesario para su salvación pero los que son salvos son bautizados. Muy bien. Ahora en cuanto al baile. Como Usted seguramente ya sabe, el Nuevo Testamento no contiene un mandato que diga: No baile, o no vaya a bailes. A decir verdad el Nuevo Testamento no prohíbe ni ordena bailar al creyente. Esto significa que el creyente está en libertad de hacerlo o no hacerlo. Pero aquí es donde entra en juego otro principio importante que debe ser tomado muy en cuenta antes de salir corriendo a bailar. Se encuentra en 1 Corintios 10:23 donde leemos: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.” Bailar es lícito para un creyente, pero ¿Es conveniente? Bailar es lícito para un creyente, pero ¿Edifica? El verbo convenir significa ser beneficioso, ser provechoso, ser útil. El verbo edificar significa, metafóricamente, promover el crecimiento espiritual y el desarrollo del carácter de los creyentes, por enseñanza o por ejemplo, sugiriendo tal progreso espiritual como el resultado de la paciente labor. Ahora que sabemos el significado de convenir y edificar, hagámonos la pregunta: ¿Es conveniente bailar? Casi todo baile está de una u otra manera acompañado de licor, tabaco, música estridente, y laxitud moral. Un amigo mío, solía decir que para sentirse en ambiente en una fiesta, primero tenía que tomarse un par de tragos. ¿Es esto conveniente o provechoso o útil para un hijo de Dios? ¿Le ayudará en su crecimiento espiritual? Obviamente no. Por otro lado, ¿es edificante bailar? ¿Cree Usted que, por ejemplo en mi caso, mi presencia en un baile ayudará al crecimiento espiritual de otros creyentes? La respuesta es nuevamente no. Por razonamientos como estos, es que la mayoría de los creyentes han llegado a la conclusión que el bailar no les es conveniente ni edificante y por eso es que no bailan. La conducta del creyente debe estar orientada siempre a buscar la gloria de Dios. Observe lo que dice 1 Corintios 10:31 “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” Allí lo tiene amable oyente: Hacedlo todo para la gloria de Dios. Siendo honestos con Dios y con nosotros mismos, difícilmente podremos afirmar que estamos dando gloria a Dios en el loco frenesí de un baile, con el licor corriendo a borbotones en medio de una densa humareda de tabaco. Este es el motivo por el cual muchos creyentes hemos cedido el derecho que tenemos de bailar. Por último, en las cosas que tenemos el derecho de hacer dentro de la libertad que tenemos en Cristo, debemos limitar ese derecho por el efecto que eso puede causar en otros creyentes. Eso es lo que recomienda el apóstol Pablo en Romanos 14:21 donde dice: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.” Puede ser que algún creyente no tenga ningún escrúpulo en cuanto al baile, pero antes de bailar tiene que hacerse la pregunta: ¿Cómo va a afectar esto a algún hermano que me conoce y sabe que yo no tengo ningún problema con el baile? Si la respuesta es: Esto va a causar tropiezo a ese hermano, o ese hermano se va a ofender, o ese hermano se va a debilitar, entonces, por amor a ese hermano debe ceder el derecho que tiene de bailar. 1 Corintios 10:32 dice: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios”

La segunda consulta de nuestra amiga oyente de Santo Domingo de los Colorados dice así: Mi esposo todavía no es creyente. Últimamente hemos tenido algunos problemas con la disciplina de nuestros hijos. Cuando él no está en casa, yo me encargo de disciplinar a los hijos, inclusive utilizando la vara cuando eso es necesario. Pero cuando él está en casa, yo desearía que él tome a cargo la responsabilidad de disciplinar a nuestros hijos, pero no lo hace y esto me frustra. ¿Estaría bien que yo discipline a nuestros hijos aún cuanto mi esposo esté en la casa?

El mandato a criar a los hijos en disciplina y amonestación del Señor es tanto del padre como de la madre. Esto se desprende de textos como Efesios 6:4 donde dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” Para cumplir con este mandato es necesario que tanto padre como madre conozcan personalmente a Cristo, porque un incrédulo, de ninguna manera podrá criar hijos en disciplina y amonestación del Señor. Aquí es justamente donde radica el problema en su hogar amiga oyente. Su esposo todavía no conoce personalmente a Cristo y por eso no está en capacidad de criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor. Siendo ese el caso, lo primero que me gustaría recomendarle es que ore mucho al Señor por la salvación de su esposo. Además de orar, cumpla a cabalidad con su función como esposa y como madre. Es decir, sométase a su esposo en todo aquello que no esté en conflicto con lo que la Biblia enseña. Ámelo apasionadamente. Agrádelo en todo aquello que no contradice algún principio bíblico. Esta conducta bien puede ser el inicio para que su esposo llegue a recibir a Cristo como su Salvador. No olvide que la Biblia enseña que la buena conducta de una esposa creyente sirve de mucho para que un esposo incrédulo llegue a ser creyente. 1 Pedro 3:1 dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas.” Cuando su esposo llegue a ser un fiel creyente entonces entenderá que él es la cabeza del hogar y que como tal, una de sus responsabilidades es criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor. Mientras tanto, sería necesario que Usted que conoce al Señor supla de algún modo lo que su esposo no está en capacidad de hacer por ahora. Por tanto debe seguir siendo fiel en disciplinar a sus hijos según las normas establecidas en la palabra de Dios, mientras su esposo no esté en casa. Le sugiero además que hable con su esposo a solas para estimularle a ver la importancia de ser consistentes en la disciplina de los hijos, con la esperanza que su esposo tome la iniciativa de la disciplina cuando él está en la casa.

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *