La primera consulta para el programa de hoy nos hace un amigo oyente de Quito, Ecuador. Dice así: ¿Puede un pastor que ha cometido adulterio y se ha alejado de los caminos del Señor por un buen tiempo, volver a ejercer el pastorado una vez que se ha arrepentido y ha pedido perdón por su pecado? En el caso de una respuesta negativa, ¿Habría alguna consecuencia si lo hace?

Gracias por su consulta amable oyente. Respetando posturas y prácticas que sobre este asunto de seguro existen en las iglesias, yo me limitaré a compartir con Usted lo que es mi convicción personal acerca del tema y lo que practicamos en la iglesia donde yo soy uno de los ancianos o pastores. El hecho es que el oficio de anciano, pastor u obispo, todos términos sinónimos, es un oficio que reviste mucha honra. Siendo así, la Biblia presenta los requisitos de carácter que deben cumplir los que anhelan llegar a ocupar este oficio. Ponga mucha atención a estos requisitos de carácter. Se encuentran en dos pasajes bíblicos. En 1 Timoteo 3:1-7 y en Tito 1:6-9. Permítame leer el primero de estos pasajes bíblicos. Dice así: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.” Allí lo tiene amable oyente. Estos son los requisitos de carácter de un pastor, obispo o anciano. Como Usted podrá notar, estos requisitos de carácter no tienen nada que ver con la capacidad económica del candidato, ni con su apariencia física, ni con su elocuencia, ni siquiera con su preparación académica, aunque es deseable que los pastores estén muy bien capacitados para servir al Señor. Pero Usted y yo conocemos personas que intelectualmente saben mucho de la Biblia pero su estilo de vida deja mucho que desear. Lo que Dios busca para pastores, obispos o ancianos, es hombres de carácter. De entre los requisitos, me gustaría que enfoquemos nuestra atención sobre dos que revisten extrema importancia para el asunto que estamos tratando. El uno es aquel que dice que los pastores deben ser maridos de una sola mujer. Esto no significa que un pastor debe necesariamente ser casado para ejercer el pastorado. A decir verdad, este requisito no tiene nada que ver con el estado civil de un pastor. La frase que se ha traducido como “marido de una sola mujer” es una frase que literalmente significa: varón de una mujer. El énfasis no está en el estado civil del que anhela pastorado sino en la pureza sexual del que anhela el pastorado. El pastor casado no puede jamás mezclarse ni sentimentalmente peor físicamente con otra mujer que no sea su esposa. Esto significa que cuando un pastor ha cometido adulterio, ha dejado automáticamente de cumplir con este requisito y por tanto está descalificado para seguir ejerciendo el pastorado. Usted quizá me dirá: Pero tal o cual pastor que cayó en adulterio ha reconocido su pecado, lo ha confesado, se ha quebrantado, se ha apartado del pecado, ha sido perdonado y todo lo demás. Pues eso es bueno porque aquel pastor habrá restaurado su comunión con Dios. Dios le habrá perdonado y le habrá limpiado de toda maldad como dice en su palabra. Pero nadie puede librar a este pastor de las consecuencias de su pecado de adulterio. Una de las muchas consecuencias es que ese pastor ha dejado de ser varón de una mujer y por tanto ha quedado descalificado para ejercer el pastorado. Una vez que ha confesado el pecado y ha sido restaurado, el pastor que cayó en adulterio, podrá tener algún tipo de ministerio en la iglesia, pero jamás como pastor, obispo o anciano. Todo esto lo digo con temor y temblor porque yo también soy humano sujeto a todo tipo de tentaciones en todos los órdenes de la vida. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” dice la palabra de Dios en 1 Corintios 10:12. Los ancianos o pastores tenemos una sola bala en el revólver. El momento que la disparamos, se acabó todo, nos quedamos sin municiones. El otro requisito para ser pastor, obispo o anciano, que me gustaría tomar en cuenta es aquel que dice que es necesario que los pastores tengan buen testimonio de los de afuera. La noticia que un pastor ha caído en adulterio se esparce a los cuatro vientos. Eso es inevitable. Lo sabrán todos en la iglesia. Lo sabrán muchos que no son de la iglesia. El testimonio de aquel pastor quedará en los suelos. Pero si más tarde ese pastor que cayó en adulterio, lo cual fue evidente para propios y extraños, sigue pastoreando en la iglesia. ¿Qué va a pensar la gente de afuera? La gente de afuera no sabe que ese pastor ha confesado, ha derramado lágrimas, se ha restaurado y ha sido perdonado. Por tanto, lo que dirán es: Miren a los evangelistas, para ellos no ha habido problema con que un pastor cometa adulterio, porque sigue siendo pastor. Esto acarreará terrible problema a la iglesia. Un pastor debe tener buen testimonio tanto dentro de la iglesia como fuera de la iglesia. Por estas consideraciones, es mi convicción personal y así es como lo entendemos en la iglesia donde sirvo, que si un anciano o pastor comete adulterio está descalificado para seguir manteniendo ese oficio, no importa si se ha arrepentido y ha sido perdonado. ¿Qué consecuencias habrá cuando un pastor que cometió adulterio sigue siendo pastor una vez que se ha arrepentido y apartado del pecado? Bueno, yo no sé. Dios lo sabe, y el se encargará de eso. Lo que sí sé es que Dios es celoso de la santidad en la iglesia.

La siguiente consulta nos ha sido hecha por una amiga oyente de Sangolquí, Provincia del Pichincha, Ecuador. Dice así: Tengo un hijo de 18 años quien no es creyente. Hasta hace poco me acompañaba a los cultos de la iglesia, pero últimamente ya no quiere venir conmigo a los cultos de la iglesia. ¿Debo obligarle a que me acompañe?

El mandato a congregarse es para los creyentes, amiga oyente, no para los incrédulos. Es bueno que los incrédulos asistan a los cultos de la iglesia, porque así podrán escuchar las buenas nuevas de salvación en Cristo, pero nadie debería obligarlos a hacerlo. Recuerde que en las cosas espirituales nada se debe hacer por obligación sino por voluntad propia. Así como a Usted jamás se le ocurriría obligar a su hijo a que reciba a Cristo como Salvador, tampoco debería obligarle a asistir a las reuniones de la iglesia. Si llega a hacerlo, es posible que su hijo vaya a los cultos de la iglesia, pero de mala gana. Estará sentado allí, pero su mente estará quien sabe dónde y peor todavía, es posible que dentro de él se esté formando una raíz de amargura en contra suya. Yo entiendo muy bien que Usted como madre querrá no solo ver a su hijo en las reuniones de la iglesia, sino verlo salvo, pero Usted no puede obligarle a eso. Recuerde que la salvación es un asunto privado entre Dios y su hijo. Usted podrá enseñar a su hijo el camino a la salvación, Usted podrá orar a Dios para que su hijo encuentre la salvación, pero solo hasta allí puede llegar. Usted no puede tomar decisión por su hijo y tampoco puede obligar a que su hijo reciba a Cristo como Salvador. Yo le recomiendo que invite a su hijo a las reuniones de la iglesia y si él de buena gana acepta la invitación, en buena hora, caso contrario, no lo obligue. Dígale que Usted va a estar orando para que el Señor le cambie el corazón, y hágalo. Ore. Clame a Dios en oración por la salvación de su hijo. Tenga paciencia. No se desespere. No se desanime. No piense que ya no hay esperanza para su hijo. Recuerde que mientras haya vida, está vigente la oferta de salvación para el incrédulo. Me gustaría también sugerirle que Usted tenga un buen testimonio delante de su hijo. De nada serviría que Usted viva como incrédula entre semana y el domingo a la mañana se ponga el vestido de creyente para ir a la iglesia y encima de eso obligando a su hijo a que le acompañe. Quiera Dios que algo así no esté pasando. Usted debe ser una mujer de Dios. Invierta tiempo en la palabra de Dios, ore con frecuencia, varias veces al día y ponga en práctica lo que sabe de la Biblia. Su hijo estará muy pendiente de su manera de vivir y si esa manera de vivir es buena, es muy probable que su hijo reciba a Cristo como Salvador y con gusto, por voluntad propia desee asistir a los cultos de la iglesia.

 

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