Es motivo de gran gozo compartir este tiempo con Usted, mi amiga, mi amigo. Bienvenida, bienvenido a nuestro Consultorio Bíblico. Mientras David Logacho se une a nosotros, me gustaría anunciar la oferta del mes. Con tan solo hacer su pedido, Usted recibirá gratuitamente a vuelta de correo un ejemplar del librito titulado ¿Qué habría ocurrido si Cristo no hubiera nacido? Escrito por Ord. L Morrow. Este librito es ideal para esta época navideña, porque contiene pensamientos profundos y sugestivos sobre lo que sería de nosotros si el Hijo de Dios no hubiera tomado forma humana para nacer de la virgen María. Pídalo hoy mismo mediante una carta en la cual conste su nombre, su dirección y el nombre de la emisora por la cual escucha este programa y envíela a la siguiente dirección postal: La Biblia Dice… casilla 1701-3715 Quito, Ecuador. Si prefiere hacer su pedido por fax o por teléfono, marque cualquiera de estos números: 475563 o 475564 o 472292 todos en Quito, Ecuador. Para pedidos por Internet, venga nuestro web site en donde encontrará las instrucciones necesarias para hacer su pedido. Esta es la dirección: www.labibliadice.org
Nos escribe a través de Internet un amigo oyente para hacernos varias consultas. La primera dice así: En Mateo 10:1, Jesús dio a sus discípulos autoridad sobre los espíritus inmundos, pero según Mateo 17:16, los discípulos no pudieron expulsar un demonio de un muchacho. ¿Por qué?
Gracias amigo oyente por tan interesante consulta. Vamos a leer el primer texto citado por Usted. Se encuentra en Mateo 10:1 donde dice: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.” Efectivamente, amigo oyente, Jesús dio a sus discípulos autoridad sobre los demonios o espíritus inmundos. Con este poder dado por Jesús, los discípulos estaban en capacidad de echar fuera demonios. Sin embargo, este poder dependía de la fe de estos discípulos. Mientras su fe era fuerte y vigorosa, los discípulos no tenían problema para echar fuera demonios. Pero si su fe flaqueaba o se debilitaba, perdían el poder para echar fuera demonios. Eso fue justamente lo que sucedió más o menos un año más tarde en el incidente que relata Mateo en el capítulo 17 versículos 14-16 donde dice: “Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar.” Interesante. Como un año antes los discípulos había recibido de Jesús, autoridad para echar fuera demonios. Pero obviamente, algo no estaba funcionando como se esperaba. Ciertamente no fue culpa de Jesús. Porque ponga atención a la evaluación que hizo Jesús de lo que estaba pasando. Mateo 17:17 dice: “Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.” No es que los demonios se habían fortalecido en el año que había transcurrido y ahora ya no obedecían las órdenes de los discípulos. Lo que estaba pasando es que la fe de los discípulos se había debilitado. Por eso Jesús les dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! Acto seguido, observe lo que hizo Jesús. Mato 17:18 dice: “Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.” Ante esto, los desconcertados discípulos deben haber quedado con una gran interrogante en su cabeza. ¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera ese demonio? Note lo que dice Mateo 17:19 “Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? La respuesta de Jesús da en el clavo. Escuche atentamente lo que dice Mateo 17:20-21 “Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.” He allí el problema. Los discípulos tenían poca fe. La gran pregunta sería ¿Qué pasó con su fe? ¿Por qué llegó a ser poca o a debilitarse? La respuesta aparece en el final del pasaje leído. Los discípulos se durmieron en los laureles. Pensaron que la autoridad que Jesús les dio iba a estar con ellos sin importar su conducta, sin importar su norma de vida. Descuidaron la devoción a Dios, descuidaron la palabra de Dios, descuidaron la oración y descuidaron el ayuno. No es extraño que su fe estaba al borde del colapso. Fue por eso que no pudieron hacer lo que Jesús les dio autoridad para hacer. Gran lección para nosotros amigo oyente. Los que somos creyentes, tenemos el Espíritu Santo morando en nuestras vidas. El Espíritu Santo nos da el poder para vivir en santidad. El poder para soportar las pruebas. El poder para ser testigos eficaces de Jesucristo. Pero si nosotros nos volvemos como los discípulos de Jesús en aquel momento, perderemos también el poder para vivir en santidad. Caeremos fácilmente en el pecado. Perderemos el poder de soportar las pruebas. Cada prueba será para quejarnos contra Dios y contra todos. Perderemos el poder de testificar a otros de Jesucristo. Nos dará vergüenza abrir la boca para testificar. En definitiva perderemos el poder para vivir en victoria. Para que la fe se mantenga fuerte y vigorosa, necesitamos perseverar en la comunión con Dios por medio de estudiar su palabra y orar. Debemos perseverar en vivir conforme lo que su palabra nos dice.
La segunda consulta para el programa de hoy también nos ha sido hecha por el amigo oyente a quien contestamos anteriormente. Dice así: En Mateo 16:13 Jesús se auto define como el Hijo del Hombre. Pero Salmo 146:3 dice que no se debe confiar en hijo de hombre. ¿Cómo puede ser esto?
Permítame explicarle cómo puede ser. Para eso demos lectura al pasaje que se encuentra en Mateo 16:13-16 donde dice: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” Interesante episodio. Jesús pregunta a los discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Hijo del Hombre es el título que más frecuentemente usó Jesús cuando hablaba de sí mismo. Este título tiene sus raíces en la profecía de Daniel 7:13-14 cuando el Anciano de Días, Dios el Padre da al hijo de hombre dominio, gloria y reino que nunca pasará. El hijo de hombre no es otro sino el Mesías, el Cristo. La gente tenía su propia opinión de Jesús. Unos decían: Es Juan el Bautista. Otros: Elías. Otros: Jeremías. Otros: alguno de los profetas. Pero nadie acertó en su opinión. Solamente uno, Pedro dijo lo que Jesús era en realidad: Tú res el Cristo, el Hijo del Dios viviente. De modo que amigo oyente. El Hijo del Hombre, con mayúscula, es el título del Cristo, del Mesías, del Dios hecho hombre, Jesucristo. No se refiere de ninguna manera a un hombre común y corriente. Dicho esto, veamos ahora lo que nos dice Salmo 146:3 donde leemos: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación.” El salmo 146 contrasta la perfección, poder y sabiduría de Dios con la imperfección, debilidad y necedad del hombre. Por eso es que el salmista exhorta a todos a confiar en Dios y a no confiar en el hombre. Ni siquiera en los hombres poderosos de la tierra vale la pena confiar. Cuando el salmista habla de hijo de hombre, se está refiriendo a un ser humano, por más ilustre o poderoso que sea. Jeremías 17:5 dice: Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.” Es una necedad dejar de confiar en Jehová y comenzar a confiar en hombres aunque sean famosos o importantes. Esto es lo que dice este texto. De modo que, amigo oyente, cuando en Mateo 16:13 se habla del Hijo del Hombre, está en mayúsculas dando a entender que no se trata de un hombre común y corriente sino de Dios en forma humana, el Cristo, el Mesías. Debemos confiar en él. En cambio cuando en Salmo 146:3 se habla de hijo de hombre, está en minúsculas, dando a entender que se trata de cualquier ser humano. No debemos confiar en él.
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