Desde Ciudad de Guatemala, Guatemala, Centro América, nos escribe un amable oyente para consultarnos acerca de las profecías de la virgen de Fátima. Quiere saber de qué se trata y cuál es nuestra opinión sobre ello.
Gracias por su consulta amable oyente. Las profecías de la virgen de Fátima, o los secretos de la virgen de Fátima, son propias de la larga serie de tradiciones que a lo largo de su existencia ha caracterizado a la iglesia católico romana. Según esta tradición, tres pastorcillos, Lucía, Francisco y Jacinta, contaron haber visto la aparición de una “bella señora de los cielos” entre comillas, en una nube sobre la copa de un árbol de roble, quien más tarde les contó tres secretos. A partir de entonces, el pueblo de Fátima en Portugal pasó a convertirse en un lugar de obligado culto para los millones de fieles católico romanos de todo el mundo. La mujer misteriosa dijo a los pastorcillos que regresen al mismo lugar el día 13 de cada mes. El día señalado, un mes después, los niños regresaron al roble, seguidos de una cincuenta aldeanos que se habían enterado del milagro. Aunque algunos testigos dijeron que en efecto había una nube suspendida por encima del árbol, nadie, excepto los pastorcillos, vio a la mujer. Después de esto, algunos escépticos regañaron a los niños y a los adultos por haberse metido en esta especie de juego. A pesar de la prohibición de la iglesia, los niños pastores siguieron viniendo al lugar el día 13 de cada mes durante seis meses hasta el lluvioso 13 de Octubre de 1917, día de la última aparición. Los niños comentaban a sus familiares lo que la señora de los cielos les decía. Según ellos estaba triste porque los hombres no habían correspondido al sacrificio de Jesús, hecho por ellos, y que por eso iban a pasarlo muy mal. El día 13 de Octubre de 1917 la mujer se identificó como Nuestra Señora del Rosario y entregó los tres secretos. Según cuenta Lucía en su libro, porque la iglesia católico romana le pidió que lo escribiera, el último día de la aparición, la lluvia cesó de repente y dio paso a un sol que comenzó a girar muy rápido. De los secretos confiados a la virgen solo se tiene testimonio en el libro de Lucía, puesto que Francisco y Jacinta murieron durante la epidemia de gripe en 1918 conforme la virgen supuestamente lo anunció. Lucía recoge que los dos primeros secretos son, una visión del infierno y el inicio de la segunda guerra mundial. El tercer secreto no fue confiado a la gente a petición de la Señora, pero se guardó en un sobre cerrado en el Vaticano. Según se cuenta, el Papa Juan XXIII lo abrió y lo leyó en 1960 y dicen que la revelación le aterró tanto que ordenó que se cerrara bajo llave y no se hiciera jamás público. Sin embargo, años más tarde, el 26 de Junio del 2000, el Vaticano dio a conocer el contenido del tercer secreto, en el cual supuestamente se había profetizado el atentado casi mortal que sufrió el Papa Juan Pablo II en 1981 y algunas predicciones de carácter apocalíptico. Hasta aquí lo que recoge un artículo sobre los secretos de la virgen de Fátima publicado en Internet. ¿Qué podemos decir sobre esto? Un viejo refrán dice que después de los hechos, todos somos profetas. Si la profecía de la virgen de Fátima fuera genuina, ¿por qué se esperó hasta después que el Papa Juan Pablo II sea objeto de un atentado contra su vida, para anunciar que la virgen de Fátima lo había profetizado? ¿Qué necesidad había que alguien revele cosas sobre el infierno, las guerras, los juicios venideros, si todo esto ya está profetizado en la Biblia? Todo es cuestión de escudriñar las Escrituras. Pero más importante todavía. Según la Biblia, Dios es el único que conoce en detalle lo que vendrá en el futuro, y lo que Dios quiere que el hombre conozca en cuanto al futuro, Dios lo ha revelado a sus profetas y sus profetas lo han puesto por escrito en la Biblia, para beneficio de toda la humanidad, no sólo de unos cuantos iluminados. La única profecía válida y genuina es la que está en la Biblia, todo lo demás carece de autoridad. Si Usted, amigo oyente desea conocer lo que depara el futuro, no pierda su tiempo y su dinero recurriendo a brujos, adivinos, magos y así por el estilo, sino recurra a la palabra de Dios, la única fuente de profecía verdadera.
La segunda consulta nos llega por medio de Internet y es la siguiente: ¿que debería hacer una hermana en la fe, cuyo esposo incrédulo y le prohíbe asistir a las reuniones de la iglesia, y le pide que elija entre la iglesia y él?
Gracias por su consulta. Para fundamentar en el texto bíblico mi respuesta, me gustaría citar el texto bíblico en 1 Pedro 3:1-6. La Biblia dice: Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
1Pe 3:2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa.
1Pe 3:3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
1Pe 3:4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
1Pe 3:5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;
1Pe 3:6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
La situación que originó esta enseñanza de Pedro, tiene que ver con matrimonios en los cuales siendo ambos incrédulos, en algún momento la esposa llegaba a ser creyente por medio de recibir a Cristo como Salvador, pero el marido no. Algunas voces se estaban levantando en el sentido que en este caso, las esposas creyentes debían divorciarse de sus esposos incrédulos para no tener que vivir en yugo desigual. Pero inspirado por el Espíritu Santo, Pedro contradice ese razonamiento y ordena, a las esposas creyentes a estar sujetas a sus esposos incrédulos. Estar sujeta significa no sólo evitar la ruptura de la relación, sino que la esposa creyente reconozca que el esposo incrédulo es la cabeza de la relación y ella debe someterse a él en todo, a pesar que él es incrédulo. La razón para esto, según Pedro, es para que los esposos incrédulos, quienes no creen a la palabra, sean ganados para Cristo al ver la buena conducta de sus esposas creyentes. Esta buena conducta debe estar caracterizada por ser castas y respetuosas. Esto significa, una mujer íntegra. Acorde con esto, la esposa creyente debe estar más preocupada por su madurez espiritual, que por su apariencia física. Con esto no estoy justificando que una esposa creyente descuide su apariencia física, lo que estoy diciendo es que una esposa creyente debe cuidar su apariencia física sin descuidar lo más importante que es su madurez espiritual. Pedro describe a la madurez espiritual como el incorruptible ornato de un espíritu amable y apacible, lo cual es de grande estima delante de Dios. Aplicando esta enseñanza al caso planteado por Usted, esa esposa creyente debería someterse a su esposo incrédulo, y no asistir a las reuniones de la iglesia, porque él se lo ha prohibido. Todos sabemos que congregarse en una iglesia local es un mandato para el creyente, pero también todos sabemos que las esposas deben someterse a sus esposos aún cuando ellos sean incrédulos. Dios no espera que se obedezca algo que Él ha dicho desobedeciendo algo que también Él ha dicho. Sin embargo, una esposa madura y sabia, cuyo marido es incrédulo y le prohíbe congregarse, dialogará con su esposo y tal vez podría decirle algo como lo siguiente: Tú sabes que me gustaría asistir a la iglesia, porque allí aprendo la palabra de Dios y tengo comunión con otros creyentes, pero la Biblia me ordena que debo someterme a ti, así que me voy a quedar en casa para no ofender a Dios. Esta actitud tiene la virtud de que en algún momento hará reflexionar al esposo incrédulo sobre su condición espiritual y su necesidad de buscar el perdón de sus pecados en Cristo. Si el esposo incrédulo pone a su esposa creyente en la disyuntiva de elegir entre la iglesia o él, la esposa creyente debe elegir a él, con la finalidad de que por el buen testimonio de la esposa creyente, el esposo incrédulo pueda algún día recibir a Cristo como Salvador. Sería algo muy diferente si el esposo incrédulo pusiera a su esposa creyente ante la disyuntiva de elegir entre Dios, o su fe en Dios, y él. En este caso, Dios debe estar en primer lugar, y la esposa creyente debería elegir a Dios. A este caso se aplicaría lo que dice Pablo en 1 Corintios 7:12-15 donde dice: Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.
1Co 7:13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
1Co 7:14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
1Co 7:15 Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.
Que Dios dé sabiduría a esta persona para tomar una decisión conforme a la voluntad de Dios.
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