Por medio del correo electrónico nos ha llegado la siguiente consulta: En la genealogía de Jesús en Mateo aparece que Jeconías era hijo de Josías. ¿Es este Jeconías el mismo que aparece en Jeremías 22:24 como Conías? Si es así, habría algo grave, porque se dice de Conías que no tendría descendencia que se sentará en el trono de David. ¿Cómo pudo entonces Jesús ser descendiente de Conías? ¿Será que Dios perdonó a Conías y lo que le prometió no se cumplió?. En Jeremías 52:31 aparece uno, quien se llama Joaquín que parece que también es el mismo Jeconías y el mismo Conías. Este fue exaltado por el rey de Babilonia y comió de la mesa del rey hasta su muerte. Esto parece algo contrario a lo que dice Jeremías 22:28-30, pues allí se afirma que nada próspero sucederá en todo los días de su vida. ¿Será que estos son diferentes personajes o que Dios perdonó a Conías según Jeremías 24:1-10?

Gracias por su interesante consulta. Son varias las cosas que necesitan explicación. En primer lugar, permítame leer el texto en Mateo 1:11. La Biblia dice: Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos,  en el tiempo de la deportación a Babilonia.

En el primer capítulo del Evangelio según Mateo encontramos la genealogía del Señor Jesús a través de José, el esposo de María, la madre del Señor Jesús. Allí, en el versículo 11 leemos que Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. Parece como si Jeconías hubiera sido hijo de Josías. Sin embargo, un examen más minucioso mostrará que a la muerte de Josías, ocupó el reino su hijo Joacaz, pero reinó solamente tres meses y fue depuesto por el rey de Egipto, quien puso en el trono a Eliaquim, hermano de Joacaz, y le cambió de nombre a Joacim. Joacim reinó once años y fue depuesto por Nabucodonosor, rey de Babilonia y fue llevado en cautiverio a Babilonia. Por este motivo ocupó el trono de Judá, Joaquín, hijo de Joacim. Joaquín era de ocho años cuando comenzó a reinar y reinó tres meses y diez días en Jerusalén, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová. A la vuelta del año el rey Nabucodonosor envió y lo hizo llevar a Babilonia, y constituyó a Sedequías su hermano por rey sobre Judá y Jerusalén. Es decir amable oyente, que Joaquín quien en la genealogía de Mateo aparece como Jeconías, era nieto de Josías, no hijo. Esto no es un error en la Biblia, puesto que según la costumbre judía, a un nieto perfectamente se le puede llamar hijo. Permítame ahora demostrar que Joaquín, Jeconías y Conías, son tres nombres diferentes para una misma persona. Vamos a leer 2 Crónicas 36:8. La Biblia dice: Los demás de los hechos de Joacim,  y las abominaciones que hizo,  y lo que en él se halló,  está escrito en el libro de los reyes de Israel y de Judá:  y reinó en su lugar Joaquín su hijo.

Según este versículo, Joaquín fue hijo de Joacim. Ahora leamos Jeremías 22:24. La Biblia dice: Vivo yo,  dice Jehová,  que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha,  aun de allí te arrancaría.

Según este versículo, el hijo de Joacim se llamó Conías. La conclusión obvia es que Joaquín y Conías es la misma persona. Ahora permítame leer Jeremías 24:1. La Biblia dice: Después de haber transportado Nabucodonosor rey de Babilonia a Jeconías hijo de Joacim,  rey de Judá,  a los príncipes de Judá y los artesanos y herreros de Jerusalén,  y haberlos llevado a Babilonia,  me mostró Jehová dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová.

Según este texto, el hijo de Joacim era Jeconías, la misma persona que en otros versículos aparece como Joaquín o Conías. En conclusión entonces, Joaquín, Conías y Jeconías, son tres nombres diferentes para designar a la misma persona, al hijo de Joacim. Ahora que tenemos claro este asunto, vamos a la maldición sobre Joaquín o Conías o Jeconías. Se encuentra en Jeremías 22:24-30 donde dice: Vivo yo,  dice Jehová,  que si Conías hijo de Joacim rey de Judá fuera anillo en mi mano derecha,  aun de allí te arrancaría.

Jer 22:25  Te entregaré en mano de los que buscan tu vida,  y en mano de aquellos cuya vista temes;  sí,  en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia,  y en mano de los caldeos.

Jer 22:26  Te haré llevar cautivo a ti y a tu madre que te dio a luz,  a tierra ajena en que no nacisteis;  y allá moriréis.

Jer 22:27  Y a la tierra a la cual ellos con toda el alma anhelan volver,  allá no volverán.

Jer 22:28   ¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada?   ¿Es un trasto que nadie estima?   ¿Por qué fueron arrojados él y su generación,  y echados a tierra que no habían conocido?

Jer 22:29   ¡Tierra,  tierra,  tierra!  oye palabra de Jehová.

Jer 22:30  Así ha dicho Jehová:  Escribid lo que sucederá a este hombre privado de descendencia,  hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida;  porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David,  ni reinar sobre Judá.

Como consecuencia de su pecado, Joaquín o Jeconías o Conías Dios lo castigó por medio de que ninguno de sus descendientes se pueda sentar sobre el trono de David para reinar sobre Judá. Esta maldición recaía sobre José el esposo de María la virgen, quien era descendiente de David a través de Joaquín, o Jeconías, o Conías, según el texto que leímos en Mateo 1:11. La gran pregunta es: ¿Cómo podría Jesús ser el Mesías, o el Cristo, o el Rey de Judá, si uno de sus antepasados fue Joaquín, o Jeconías o Conías, sobre quien pesaba la maldición que ninguno de sus descendientes podría sentarse en el trono de David para reinar sobre Judá? La respuesta es que José, el esposo de María, no fue el padre biológico del Señor Jesús, quien fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen. El derecho de sangre que el Señor Jesús tiene sobre el trono de David vino a través de María, la virgen, por medio de Natán, el hermano de Salomón, mas no por medio de Salomón, de quien desciende Joaquín, o Conías o Jeconías, de tal manera que esta maldición no tiene efecto sobre el Señor Jesús. De modo que, Dios jamás levantó la maldición sobre Joaquín o Conías o Jeconías. Ciertamente que este hombre tuvo algunos privilegios en el exilio, cuando ya era anciano, pero eso no significa que hubiera prosperado ni que Dios le hubiera quitado la maldición que pesaba sobre él. 2 Reyes 24:27-30 dice: Aconteció a los treinta y siete años del cautiverio de Joaquín rey de Judá,  en el mes duodécimo,  a los veintisiete días del mes,  que Evil-merodac rey de Babilonia,  en el primer año de su reinado,  libertó a Joaquín rey de Judá,  sacándolo de la cárcel;

2Ki 25:28  y le habló con benevolencia,  y puso su trono más alto que los tronos de los reyes que estaban con él en Babilonia.

2Ki 25:29  Y le cambió los vestidos de prisionero,  y comió siempre delante de él todos los días de su vida.

2Ki 25:30  Y diariamente le fue dada su comida de parte del rey,  de continuo,  todos los días de su vida.

Las palabras con benevolencia del rey de Babilonia al representante sobreviviente de la casa de David sirvieron como recordatorio final de la buena palabra de Dios a David. La dinastía de David había sobrevivido a través de la maldición del exilio. Había esperanza todavía de que se cumpliría la buena palabra de Dios y se establecería un reino eterno de Dios.

La segunda consulta dice así: En Salmo 37:11 se habla de que los mansos heredarán la tierra. ¿Se refiere esto a la iglesia o a otro grupo?

El Salmo 37 fue escrito por David y no solo en el versículo 11, sino en cinco versículos más, David habla en términos de que los justos habitarán en la tierra o que los que esperan en Jehová heredarán la tierra o que los benditos de él heredarán la tierra o que los justos vivirán para siempre sobre la tierra o que Jehová los exaltará para heredar la tierra. Esto, no significa que al cielo entrarán solamente 144.000 y que los demás, es decir los que no lograron ser parte de los afortunados 144.000, tendrán que conformarse con morar en la tierra por la eternidad, conforme enseña alguna de las muchas sectas que andan rodando por el mundo. Cuando David escribió el salmo 37 tenía en mente principalmente al pueblo de Israel, no a la iglesia. La iglesia no existía, ni siquiera se sabía de su futura existencia, en la época cuando David escribió este salmo. Todas las referencias de este salmo a habitar la tierra, o heredar la tierra o vivir para siempre sobre la tierra, se deben entender dentro del pacto que Dios hizo con su pueblo escogido Israel. Dios prometió a Israel un basto territorio que Israel siempre lo añoró pero nunca logró tenerlo por completo. Génesis 15:18-21 dice: «En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos» Esta es la tierra que Dios prometió al pueblo de Israel. Es un territorio enorme que va desde el río Nilo en Egipto al Sur hasta el río Eufrates, al Norte. Israel jamás ha poseído esta tierra, pero la promesa de Dios no puede fallar. Israel poseerá esta tierra algún día. Acontecerá en el reino milenial cuando Cristo venga a reinar con su iglesia en este mundo. Durante los mil años que dura el reino milenial, Israel poseerá todo lo que Dios le prometió en el pasado. A eso es a lo que se están refiriendo los pasajes del salmo 37 que hablan de habitar en la tierra o heredar la tierra o vivir en la tierra por siempre.

 

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