Nos escribe un amigo oyente de Guatemala, Centro América y nos pide una explicación de las setenta semanas de Daniel.
Gracias por su consulta. El pasaje bíblico que trata el tema de su consulta se encuentra en Daniel capítulo 9 versículos 24 a 27. Aquí encontramos lo que comúnmente se llama la profecía de las setenta semanas de Daniel. Daniel 9:24 dice: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión, y la profecía y ungir al Santo de los Santos”
Daniel esta hablando de un periodo de bienaventuranza que espera a la nación de Israel, periodo en el cual se terminará la prevaricación, se pondrá fin al pecado, se expiará la iniquidad, se traerá la justicia perdurable, se sellará la visión y la profecía y se ungirá al Santo da los Santos.
Este periodo de bienaventuranza no es otro sino el milenio, o el reino Mesiánico. Además, dice Daniel que antes de este periodo de bienaventuranza están establecidas setenta semanas. La palabra semanas debe entenderse en realidad como septenios, o periodos de siete años. Es decir que antes de este periodo de bienaventuranza deben haber setenta septenios o 490 años. Lo que necesitaríamos saber es a partir de cuando se empieza a contar esos 490 años.
Daniel 9:25 nos da la respuesta. Dice así: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos”
La cuenta comenzó cuando se dio la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. Esto ocurrió en el año 445 AC, pero note además que a partir de esta fecha se mencionan dos periodos, que juntos dan 69 septenios, uno de siete septenios o 49 años, cuando fue restaurado el muro de Jerusalén y otro de sesenta y dos septenios, que equivalen a 434 años hasta el Mesías príncipe.
Recuerde sin embargo, que Daniel habló de setenta septenios, por tanto nos falta un septenio. Aquí ocurre algo interesante. La profecía abre un paréntesis para relatar lo que encontramos en Daniel 9:26: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”
Esta profecía se cumplió. El Señor Jesucristo hizo su entrada triunfal a Jerusalén exactamente cuando Daniel lo profetizó siglos antes y días más tarde murió en la cruz. Tiempo después, el pueblo de un príncipe que ha de venir, que no es otro sino el pueblo romano destruyó la ciudad de Jerusalén en el año 70 de nuestra era.
Observe que todos estos eventos ocurrieron al final de los 69 septenios, pero no fueron parte del último septenio que falta, porque lo que pasará en el último septenio, lo tenemos en Daniel 9:27 donde dice: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador”
El sujeto de este versículo es el príncipe que ha de venir, que es una referencia al Anticristo. Este personaje siniestro firmará un pacto de siete años con Israel, un pacto de protección seguramente, pero a la mitad del tiempo romperá el pacto y hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Inmediatamente vendrá el desolador hasta que finalicen esos siete años y venga ese periodo de bienaventuranza y castigo al desolador. Todo esto acontecerá en el último septenio de los setenta septenios que profetizó Daniel. Este último septenio es lo que se conoce como la tribulación. Concluimos por tanto que la tribulación durará siete años y comenzará exactamente cuando la iglesia sea arrebatada de la tierra.
Hoy por hoy, estamos viviendo dentro de ese paréntesis entre el septenio 69 y el septenio 70. Ha durado ya como 2000 años y en él se ha desarrollado la iglesia, un organismo que jamás fue contemplado en el Antiguo Testamento.
La siguiente consulta de nuestro amigo oyente dice así: ¿Es correcto que un pastor bendiga un negocio de videos mundanos?
Aprecio mucho su consulta amable oyente. Comprar y vender es una actividad muy legítima siempre y cuando se aplique los principios bíblicos tales como no engañar, no estafar, no abusar, no fomentar actividades que no honran a Dios. Los negociantes jamás deben olvidar textos como Colosenses 3:17 donde dice: Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Un creyente que cumple con este principio jamás va a vender videos copiados ilegalmente o pirateados como se los conoce en algunos países. Un creyente que cumple con este principio jamás va a vender videos pornográficos y en general videos que exaltan cualquier forma de inmoralidad. Hacer esto sería algo totalmente opuesto a la voluntad de Dios y mal podría un pastor rogar a Dios que bendiga y prospere algo así. Incidentalmente, la Biblia no ordena a los ancianos, obispos o pastores bendecir negocios, o casas, o automóviles, pero no hay nada de malo en que un pastor, obispo o anciano pida a Dios en oración por protección de las cosas que Dios ha confiado a sus hijos para que las administren. Siempre será beneficioso que se hagan oraciones.
La tercera consulta de nuestro amigo oyente de Guatemala, Centro América dice así: ¿Debe el pastor de una iglesia presentar a un niño de una pareja que no es creyente y que tampoco asiste a la iglesia?
La presentación de niños no es una ordenanza para la iglesia local, como sí lo son el bautismo y la cena del Señor, de modo que la Biblia no provee detalles en cuánto a cómo hacer la presentación de niños. De esto se desprende que cada iglesia local está en libertad de realizar este acto siguiendo sus propios lineamientos. En todo caso, en la mayoría de iglesias locales en las cuales se realiza presentación de niños, se lo considera como algo propio de la vida en familia de la iglesia local. Siendo así, lo ideal es que los padres del niño o la niña sean creyentes que se congregan en esa iglesia local y estén presentes en la ceremonia, en la cual los pastores o ancianos pidan a Dios en oración por el bienestar espiritual, emocional y físico de ese niño o niña. Los padres harán un compromiso ante Dios de criar a su hijo o hija en disciplina y amonestación del Señor, conforme indica la palabra de Dios y la iglesia local se comprometerá ante Dios a orar por ese niño o niña pidiendo que Dios derrame abundante bendición sobre esa vida. Así es como la mayoría de las iglesias locales ve a la presentación de niños. Así que, si un pastor debe o no presentar a un niño o niña, cuyos padres no son creyentes y por tanto no se congregan en la iglesia local, depende de lo que esa iglesia local ha adoptado como procedimiento para hacer la presentación de niños.
La cuarta consulta de nuestro amigo oyente de Guatemala, Centro América dice: ¿Por qué hoy en casi todas las iglesias duermen a la gente? ¿Proviene esto de Dios?
Bueno, no sé exactamente a qué se refiere cuando habla de que las iglesias duermen a la gente. Yo he visto creyentes que se duermen en los cultos porque tal vez están muy cansados y el predicador es muy aburrido en la entrega de su mensaje. He visto también que los creyentes se duermen en los cultos porque se dan un conjunto de factores como poca iluminación, poca ventilación, equipos de amplificación en mal estado, y cosas por el estilo. El enemigo espiritual parece que aprovecha de cosas como estas para distraer a los creyentes, quienes terminan por dormirse. Pero tal vez Usted está preguntando en cuanto a la práctica de hacer caer o hacer desmayar a los creyentes, lo cual se ve en algunas iglesias locales. Yo personalmente no encuentro fundamento bíblico para esta práctica.
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