Desde Lima Perú nos escribe una amiga oyente para hacernos la siguiente consulta: Ella ha estado casada por algunos años, pero a pesar de todos los tratamientos médicos a los que se ha sometido, no ha logrado tener hijos. Tal vez por este motivo su esposo se involucró con otra mujer, lo cual como es natural trajo una crisis al matrimonio. El esposo terminó con la amante, pero comenzó a maltratarle verbal y emocionalmente a la esposa y terminó por abandonarla diciendo que no quiere saber nada de ella. Fue en estas circunstancias que nuestra amiga oyente recibió al Señor como su Salvador y comenzó a salir de su estado de depresión por el abandono de su esposo. Ahora que está bien con la ayuda del Señor, su esposo ha comenzado a buscarla, pero no ha dicho nada acerca de rehacer la relación. Nos pide un consejo acerca de lo que debe hacer. ¿Debería volver con él si él se lo pide? ¿Debería ella pedir a él que vuelva? O debería seguir así como está. Dice que está confundida y nos pide nuestro consejo. 

Gracias por su consulta amiga oyente. Siento mucho por los momentos tan difíciles que tuvo que pasar tiempo atrás, no sólo por la presión de concebir y no poder hacerlo a pesar de todos los esfuerzos, sino también por la infidelidad de su esposo. Cosas como estas son devastadoras para toda mujer. Pero por otro lado le felicito por haber recurrido a la única fuente para encontrar sanidad espiritual y emocional. Dios se ha manifestado como Todo Suficiente en su vida y eso le ha permitido no sólo obtener salvación eterna sino también consuelo, fortaleza, ánimo, esperanza, seguridad y tantas otras cosas más. En su vida se ha hecho evidente el famoso dicho que si tenemos a Cristo tenemos todo pero si no tenemos a Cristo nos falta todo. Doy gracias al Señor por su testimonio, que de seguro será de gran ayuda para muchas mujeres que en estos precisos momentos están pasando por situaciones parecidas a la suya y tal vez peores. Con Dios de nuestro lado, siempre habrá esperanza. Ahora bien, después de haberle sido infiel, después de maltratarle verbal y emocionalmente, después de haberle despreciado tan groseramente, después de haberle abandonado por un buen tiempo, ahora que su esposo le ve bien espiritualmente, emocionalmente y seguramente también físicamente, le está buscando, aunque Usted por lo pronto no sabe con qué intenciones. Como mujer de Dios que ahora es, me imagino que deseará sobre todas las cosas hacer la voluntad de Dios en su vida y en su matrimonio, pero a la vez le perseguirá los ingratos recuerdos de lo que fue su matrimonio en el pasado y surgirá un temor natural a volver a repetir la historia. Yo sé que no es sencillo amiga oyente. Ante esto, mi consejo es que hable franca y abiertamente con su esposo, para saber qué es lo él está pensando en cuanto a su relación con él como su esposo. Por ser incrédulo, puede ser que su esposo no sepa que la Biblia ordena a los esposos a amar a sus esposas y a estar siempre con ellas. Usted no puede esperar que su esposo actúe como creyente, porque lamentablemente, por lo pronto está todavía en el estado de muerte espiritual. Pero este hecho no le faculta a Usted para separarse de él o peor divorciarse de él. Claro que Usted ya es creyente y su esposo no, y siendo este el caso, lo que aconseja la Biblia es lo que tenemos en 1 Corintios 7:13-14 donde dice: Y si una mujer tiene marido que no sea creyente,  y él consiente en vivir con ella,  no lo abandone.

1Co 7:14  Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer,  y la mujer incrédula en el marido;  pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos,  mientras que ahora son santos.

Esto no significa por supuesto que Usted deba obligar a su marido a vivir con Usted. Todo depende de si su marido incrédulo desea o no vivir con Usted que es creyente. Eso dice 1 Corintios 7:15 donde leemos: Pero si el incrédulo se separa,  sepárese;  pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso,  sino que a paz nos llamó Dios.

Si su esposo incrédulo no quiere vivir con Usted porque Usted es creyente, usted no puede obligarlo a vivir con Usted. La Biblia dice: Sepárese, pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. De manera que, si al hablar franca y abiertamente con su esposo, Usted detecta que él no quiere nada con Usted porque Usted es creyente, Usted debería seguir separada de él, manteniendo una vida de santidad especialmente en el área sexual. Pero si su esposo incrédulo consciente en vivir con Usted, su obligación ante el Señor es vivir con él a pesar que él es incrédulo, confiando que en su tiempo el Señor toque el corazón de él y proceda a tomar la decisión de recibir a Cristo como Salvador. Todo esto sin tomar en cuenta esa crisis que tuvo que pasar, me refiero al adulterio de su esposo y el posterior maltrato. Con respecto a esto, si su esposo quisiera volver con Usted, sería necesario que antes de comenzar a vivir juntos, los dos, su esposo y Usted, busquen el asesoramiento de consejeros matrimoniales competentes, preferiblemente creyentes, con el propósito de que su esposo reconozca lo mucho que le lastimó con su adulterio y con el maltrato y que se comprometa no sólo a dejar atrás ese patrón equivocado de vida sino a comenzar a tratarla a Usted con amor y consideración y sobre todo con fidelidad. No permita que solamente sus emociones le arrastren a volver con su esposo. Piense con la cabeza fría y sobre todo dependiendo de la guía del Espíritu Santo en su vida. Le recomiendo también que comparta su situación con los ancianos o pastores de la iglesia local donde se congrega, para que ellos oren por Usted y le provean del consejo necesario. Espero que de la tragedia que le tocó vivir, Dios se glorifique trayendo salvación a su esposo, armonía en la relación, y gozo a raudales. Nada es imposible para Dios.

La segunda consulta nos llega desde Panamá y dice así: Jesús dijo que Dios no es Dios de muertos sino de vivos. ¿Cómo puede ser esto si Abraham, Isaac y Jacob habían muerto cuando Jesús pronunció estas palabras.

Aprecio mucho su consulta amable oyente. La frase en cuestión fue dicha por el Señor Jesús y ha sido registrada en todos los evangelios sinópticos, es decir en Mateo, Marcos y Lucas. Que tal si tomamos el texto en el Evangelio según Marcos para leerlo. Se encuentra en Marcos 12:26-27 donde dice: Pero respecto a que los muertos resucitan,  ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza,  diciendo:  Yo soy el Dios de Abraham,  el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?

Mar 12:27  Dios no es Dios de muertos,  sino Dios de vivos;  así que vosotros mucho erráis.

El contexto de este pasaje bíblico tiene que ver con el cuestionamiento que hacían al Señor Jesús, los saduceos, quienes negaban la resurrección. Así que, en apoyo de la resurrección el Señor Jesús hizo una pregunta retórica: ¿No habéis leído en el libro de Moisés como le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Los saduceos deben haber estado asintiendo con la cabeza, porque ellos sabían muy bien que en el libro escrito por Moisés, el libro de Éxodo, 3:6 dice lo siguiente: Y dijo:  Yo soy el Dios de tu padre,  Dios de Abraham,  Dios de Isaac,  y Dios de Jacob.  Entonces Moisés cubrió su rostro,  porque tuvo miedo de mirar a Dios.

Los saduceos creían que solamente los escritos de Moisés son la palabra de Dios. La línea del razonamiento del Señor Jesús es la siguiente: Para cuando Dios habló a Moisés en la zarza, tanto Abraham como su hijo Isaac y su nieto Jacob habían muerto físicamente, sin embargo de ello, Dios se identificó a sí mismo como el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Sabiendo que Dios no puede ser Dios de muertos, sino Dios de vivos, esto significa que Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob deben estar vivos, a pesar que sus restos mortales estaban en la tierra. Esto asegura que hay vida después de la muerte, no como pensaban los saduceos que la muerte era el fin de todo. La resurrección es un elemento fundamental de esa vida después de la muerte. Por ahora, desde el mismo momento que murieron físicamente, Abraham, Isaac y Jacob y muchos como ellos, están vivos en espíritu y alma en la presencia de Dios pero algún día van a recibir sus cuerpos gloriosos resucitados.

 

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