Desde Chile nos escribe un amigo oyente para informarnos que ha leído un artículo en nuestro sitio de Internet acerca del Infierno y le ha dado la impresión que no hay diferencia entre sepulcro, hades e infierno. Nos consulta si esto es en realidad así.
Gracias por su consulta, amable oyente. Seguramente se trata de un error de apreciación, porque la Biblia muestra que existe diferencia en el significado de los tres términos mencionados por Usted. En primer lugar, en cuanto a la palabra sepulcro. En el Antiguo Testamento, la palabra sepulcro es la traducción de básicamente dos palabras relacionadas entre ellas, que significa el lugar donde se coloca el cuerpo muerto, o tumba. En el Nuevo Testamento, la palabra sepulcro es la traducción de la palabra griega “táfos” que significa el lugar donde se coloca el cuerpo muerto o la tumba, y también es la traducción de la palabra “mnémeion de mnéma, que tiene el mismo significado, aunque resaltando el aspecto decorativo de la tumba. De manera que, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, sepulcro se limita al lugar donde se coloca el cuerpo de una persona muerta. Ahora vayamos a la segunda palabra mencionada por Usted. La palabra hades. Esta palabra es de uso exclusivo en el Nuevo Testamento. Es la transliteración de la palabra griega hádes y aparece diez veces en el Nuevo Testameno. Hades significa simplemente el mundo de los muertos, o el mundo invisible. Esta palabra es equivalente a la palabra hebrea Seol. De manera invariable, la Septuaginta traduce la palabra hebrea Seol por medio de la palabra griega hades. Tanto Hades como Seol no se refieren solamente al lugar donde se coloca el cuerpo de una persona muerta sino también la esfera o el mundo donde va el espíritu y alma de la persona muerta. El hades se revela como el lugar donde se encuentran los espíritus y almas de los seres humanos que han muerto, hasta el día de la resurrección. En cuanto al hades antes de la ascensión de Cristo, podemos decir que los pasajes donde la palabra ocurre hacen claro que el Hades se dividía antes en dos partes, una para los perdidos y otra para los salvos. La parte para los salvos se llamaba el paraíso o el seno de Abraham. Ambos nombres tienen su origen en el Talmud, pero Cristo utilizó estas palabras en la historia del rico y Lázaro. Los salvos o bienaventurados estaban con Abraham, eran conscientes de su estado y recibían consolación. El ladrón que se salvó en la cruz recibió la promesa de que iba a estar con Cristo en el paraíso aquel mismo día que murió. Los perdidos por contraste se hallaban separados de los salvos por una grande sima. El hombre representativo de los perdidos que están actualmente en el hades, es el rico de la historia del rico y Lázaro en Lucas 16. Está vivo, consciente, en pleno uso de sus facultades y memoria, pero en medio de tormento en fuego. En cuanto al hades desde la ascensión de Cristo, en lo que toca a los perdidos, las Escrituras no revelan que haya habido algún cambio en su condición o lugar en el más allá. Cuando se efectúe el juicio del gran trono blanco, el hades entregará a los muertos y ellos serán juzgados y lanzados al lago de fuego, según Apocalipsis 20:13-14. Pero sí se ha efectuado un cambio que afecta al paraíso. Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, al paraíso, según 2 Corintios 12:1-4. El paraíso por lo tanto está ahora en la presencia inmediata de Dios. Durante la presente era de la iglesia, los salvos que parten de este mundo están ausentes del cuerpo, su cuerpo está en el sepulcro, y su espíritu y alma están presentes con el Señor. Tanto los impíos que se hallan en el hades como los justos que están con el Señor, han de experimentar un día la resurrección. Muy bien, ahora vayamos a la tercera palabra que Usted mencionó en su consulta. El infierno. Esta palabra también es de uso exclusivo del Nuevo Testamento. Aparece 13 veces. Es la traducción de la palabra griega “geenna”, un lugar en el valle de Hinom, donde antiguamente se ofrecían sacrificios a ídolos y por tanto era un lugar inmundo, en el cual, en los tiempos de Cristo se arrojaba y se quemaba la basura de la ciudad de Jerusalén. El ambiente era sombrío, por el olor nauseabundo, el fuego y el humo. Esto era un cuadro o símbolo del castigo eterno en fuego. El Señor Jesucristo usó muchas veces esta palabra como la más solemne advertencia contra las consecuencias del pecado. El Señor Jesús describe al infierno como el lugar donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Esto en esencia constituye el lago de fuego, según aparece en Apocalipsis 19:20, 20:10, 14,15. El infierno por tanto es el lugar donde sufrirán pena de eterna condenación en fuego todos los seres humanos que no han recibido el perdón de sus pecados. Las personas que padezcan en el infierno lo harán en cuerpo, alma y espíritu, porque antes de ser lanzados a ese horrendo lugar, experimentarán lo que se conoce como la resurrección de los incrédulos. Espero que esta breve explicación de los términos sepulcro, hades e infierno arroje luz sobre su significado.
La siguiente consulta nos llega desde Paraguay. Es un amigo oyente que nos dice lo siguiente: Antes que nada, quisiera pedir al Señor: que haga llover abundantes e infinitas bendiciones sobre Ud.; y sobre cada una de las personas que componen, y que hacen posible el Programa: “La Biblia dice”. Desde que acepté a JESÚS como mi salvador, trato de no perderme una sola emisión de su programa, que aquí en Paraguay, lo pasan por Radio Obedira (102.1 FM), y soy uno de sus más asiduos oyentes, debido a que sus enseñanzas sobre la palabra me han ayudado mucho a dar pasos firmes en mi diario caminar por la vida cristiana. Y me encantaría que algún día pueda visitar esta bendita tierra guaraní para que pueda ver las poderosas y maravillosas cosas que Cristo está haciendo. Y aprovechando que viene desarrollando el interesante tema denominado: LA OBRA DE JESUCRISTO DESPUÉS DE SU ASCENCIÓN REALIZADA POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO, quisiera hacerle la siguiente consulta: Algunos Cristianos hacen la fascinante, y hasta por demás increíble afirmación de que el “Libro de los Hechos de los Apóstoles” nunca fue totalmente cerrado por Dios, sino que muy por el contrario, aún continua escribiéndose, pero no en la tierra, sino en los cielos, y que cada cristiano aquí en la tierra escribe una nueva historia en las hermosas páginas de este libro sagrado. Esta teoría la sostienen en razón de que: a lo largo de todo el Libro de los Hechos, casi no se hace mención a la palabra de AMÉN. ¿Es cierta esta afirmación, o es simplemente una fábula? Y de ser cierta ¿Existe alguna parte en las Sagradas Escrituras que haga referencia a esto?
Gracias por sus amables comentarios amigo oyente. En verdad que sería una gran bendición para mí visitar la tierra guaraní. Paraguay es uno de los pocos países de América del Sur que todavía no he visitado a pesar de conocer a tantos buenos hermanos paraguayos. Con respecto a su consulta, el libro de los Hechos es más de lo que comunica su título: Hechos de los Apóstoles. En realidad el libro registra la obra que hizo y sigue haciendo el Señor Jesucristo, edificando la iglesia, por medio del Espíritu Santo. Siendo así, mientras tarde el Señor Jesucristo, en venir a las nubes a llevar a su iglesia en lo que se llama el rapto o arrebatamiento, la iglesia sigue en crecimiento, por cuanto es un organismo vivo y el Señor mismo por medio de su Espíritu va añadiendo uno a uno a los que son salvos. De modo que la vida de la iglesia no abarca solamente desde su nacimiento en el día de Pentecostés hasta que Pablo predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento por dos años enteros en una casa alquilada en Roma, conforme a lo que se relata en la última parte del último capítulo del libro, sino que continúa hasta ahora y continuará hasta que ocurra el rapto o arrebatamiento. Todo esto debe estar siendo registrado en algún lado, seguramente en el mismo cielo, para testimonio solemne a favor de la gracia de Dios para la eternidad. Los actores de esta historia ya no son los Apóstoles y tantos obreros que se citan por nombre en el libro de los Hechos, sino personas comunes y corrientes como Usted y yo, en quienes mora y sigue actuando el Espíritu Santo de Dios. Es muy interesante el final un tanto abrupto del libro de los Hechos y eso hace pensar que la historia no termina allí, sino que sigue con otros actores, con otras experiencias, con otras victorias, con otros obstáculos. Usted y yo somos parte de esta nueva historia. Se trata de una deducción lógica, pero no existe en las Escrituras un texto que específicamente diga que la historia relatada en el libro de los Hechos continúa. Efectivamente, la palabra Amén no aparece en ninguna parte del libro de Hechos. Esto no necesariamente denota que la historia no se ha terminado, pero ciertamente lo insinúa.
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