Desde Ecuador nos ha escrito una hermana en la fe, quien ha leído un artículo nuestro en cuanto a que el divorcio no es la voluntad de Dios. Nos comparte que durante el noviazgo ya tuvo problemas de infidelidad por parte de su prometido, pero de todas formas terminó casándose con él. Una vez casados, el marido le fue infiel, pero ella siguió con él. Más tarde, el marido volvió a serle infiel con una persona diferente, y sobre eso se fue de la casa aduciendo que ya no siente amor por ella. De esto han pasado algunos años y durante este tiempo, ella ha perdido todo el amor hacia él y eso le ha conducido a pensar seriamente en un divorciarse. Desde que el marido llegó a saber lo que ella estaba pensando, ha estado intentando volver con ella, pero ella se siente incapaz de poder restaurar la relación. Ha pedido a Dios que le guíe. Dios le ha colmado de bendiciones y no cree que Dios le esté pidiendo que haga algo que ella no desea, es decir volver con su marido. El leer nuestro artículo sobre el divorcio le ha hecho dudar mucho en cuanto a su deseo de divorciarse. Nos pide un consejo.

Gracias por su consulta amable oyente. Siento mucho por todo lo que ha tenido que pasar. No habrá sido fácil soportar las reiteradas traiciones de su esposo. Pero a la vez, le felicito por su confianza inquebrantable en el Señor. Es la única explicación para que haya podido sobrellevar esta prueba. Su experiencia podría ser muy útil para tantas jovencitas que en la etapa de noviazgo ya son maltratadas o traicionadas por sus novios. Yo creo firmemente que si en el noviazgo, el novio es grosero, en el matrimonio seguirá siendo grosero. Si en el noviazgo el novio es infiel, en el matrimonio seguirá siendo infiel. Si en el noviazgo, el novio es un borracho, en el matrimonio seguirá emborrachándose. Jovencitas, no piensen que el firmar los papeles que les declaran marido y mujer, automáticamente hará cambiar a su novio de un mal hombre en un buen hombre. No se dejen engañar. Después del matrimonio muchos hombres sacan las uñas. Mi consejo a ustedes jovencitas que están enamoradas de hombres con problemas es: No se casen hasta no estar seguras de que su novio es un hombre de Dios, un hombre transformado por el poder de Dios en su vida. Bueno, para Ud. ya es tarde aplicar este consejo amiga oyente. Ud. ya ha recibido la consecuencia de no haber detectado a tiempo ese pecado en el hombre con quien se casó. En su consulta veo que más de una vez ha recibido a su esposo después de que él le ha sido infiel. Es probable que cada vez que su esposo cayó en adulterio y volvió, Ud. le perdonó y se propuso seguir adelante. Pero me da la impresión que se ha cansado de repetir vez tras vez esta misma rutina. Seguramente por eso ahora siente que ya no ama más a su esposo y piensa que será mejor divorciarse de él. Sobre esto hay dos cosas que me gustaría señalar. Primero, en cuanto a que ya no siente amor por su esposo. Esta forma de pensar se fundamenta en un errado concepto del amor. Muchas personas piensan que el amor es un sentimiento que de pronto nace en una persona y que también de pronto muere en una persona. Pero no es así. El amor del cual habla la Biblia, el amor que un esposo debe tener hacia su esposa, y el amor que una esposa debe tener hacia su esposo, no es una emoción o un sentimiento, sino una decisión que parte de la voluntad e implica sacrificarse por la persona amada, ya sea el esposo o la esposa. Alguien ha dicho muy bien, que el amor bíblico es acción de sacrificio en beneficio de la persona amada. Esto implica que el amor no es algo que nace por sí solo o algo que muere por sí solo. Ud. decide lo que va a amar o lo que no va a amar. Por eso es que por ejemplo, la Biblia ordena a los esposos que amen a sus mujeres. Efesios 5:25 dice: Maridos,  amad a vuestras mujeres,  así como Cristo amó a la iglesia,  y se entregó a sí mismo por ella,

Según esto, el esposo está en la obligación de amar a su esposa. Si no lo hace está en desobediencia a Dios. De igual manera, las esposas tienen la obligación de amar a sus maridos. Note lo que dice Tito 2:3-4 Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte;  no calumniadoras,  no esclavas del vino,  maestras del bien;  que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos,

Las esposas deben aprender a amar a sus maridos. Las mujeres de edad deben estar enseñando esto a las esposas jóvenes. Interesante que en este versículo se aprecia con claridad que el amor es algo que se debe aprender. El asunto funciona así: Ud. como esposa tiene primero que decidir amar a su esposo y cuando lo haya hecho, tiene que comenzar a aprender a amar a su esposo. Es un proceso que toma tiempo y no poco esfuerzo, pero produce un resultado maravilloso. En otras palabras, Ud. no puede decir: Ya no puedo amar a mi esposo, por todo lo que me ha hecho. Lo que debería decir es: He decidido no amar a mi esposo, por todo lo que me ha hecho. Esto es diferente y es justamente lo que la Biblia confronta con tanta vehemencia. No se deje guiar por las emociones o los sentimientos. Déjese guiar por la Biblia y si lo hace, está obligada a amar a su marido, a pesar de todo lo que él le ha hecho. La segunda cosa que me gustaría mencionar es que el divorcio jamás ha sido y jamás será la voluntad de Dios para cualquier pareja, por más compleja y difícil que sea su relación. Esto lo sabemos porque eso es lo que dijo el Señor Jesucristo. En cierta ocasión al Señor Jesús se le hizo una pregunta en estos términos: ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier causa? Veamos cual fue la respuesta del Señor Jesús. Se encuentra en Mateo 19:4-6 donde dice: El,  respondiendo,  les dijo:  ¿No habéis leído que el que los hizo al principio,  varón y hembra los hizo,  y dijo:  Por esto el hombre dejará padre y madre,  y se unirá a su mujer,  y los dos serán una sola carne?  Así que no son ya más dos,  sino una sola carne;  por tanto,  lo que Dios juntó,  no lo separe el hombre.

El hombre y la mujer que se casan, no son ya más dos, sino una sola carne, por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe, o lo divorcie, el hombre. Esto ciertamente no significa que el divorcio no existe. Lamentablemente existe, así como el pecado existe a pesar de no ser la voluntad de Dios. El Señor Jesús dijo que por la dureza del corazón del hombre, Moisés permitió divorciarse de su esposa, mas al principio no fue así. En otras palabras, desde el principio, Dios diseñó el matrimonio como una unidad indisoluble. Así que, amable oyente, debe saber que esa atractiva posibilidad que está considerando, me refiero al divorcio, no es algo que cuenta con la bendición de Dios. Habiendo dicho esto, me gustaría aconsejarle que ore al Señor, no para saber si debe divorciarse o no, porque ya Dios ha hecho conocer su voluntad en el sentido que está en contra del divorcio. Ore más bien para que Dios transforme totalmente a su esposo y lo convierta en un hombre de Dios y para que también Dios le transforme totalmente a Ud. y le convierta en una mujer de Dios. Ore para que Dios le dé un corazón sensible a su voluntad. Es muy bueno que Dios le haya rodeado de bendiciones a pesar de estar separada de su esposo, y justamente por eso, lo menos que Ud. debería hacer es respetar la voluntad de Dios en cuanto a mantener su matrimonio. Además me gustaría aconsejarle que busque orientación personal de los pastores o ancianos de su iglesia, quienes seguramente solicitarán que tanto su esposo como Ud. pasen por un proceso de restauración tanto tiempo como sea necesario. Yo no creo que su caso es cuestión de simplemente comenzar a vivir junto a su esposo como si nada hubiera pasado. Debe haber muchas heridas abiertas en Ud. que necesitan sanarse y ciertamente existen muchas cosas que su esposo necesita arreglar en su vida. Con la ayuda de sus consejeros, busque una solución para todo esto y cuando ya todo esté por buen camino hacia la solución, podría pensar en normalizar la relación matrimonial con su esposo. Yo sé que lo que estoy diciendo tal vez sea lo menos que Ud. quería escuchar, pero yo tengo que decirle lo que la Biblia dice, no lo que Ud. quiere oír. Hay muchas cosas que están en juego. Ud. su futuro, sus hijos que tendrían que crecer si la presencia de un padre legítimo, su esposo, y sobre todo la persona de Dios. Es algo muy peligroso hacer algo que de antemano se sabe que no es la voluntad de Dios. Si su esposo se negara a buscar una restauración y pretendería seguir viviendo como antes, es decir viviendo en adulterio y fornicación, entonces no hay forma de que se pueda restaurar la relación matrimonial, pero aún en este caso, no se apresure a optar por el divorcio. Es verdad que Mateo 19:9 habla de la fornicación como una causal válida para un divorcio, pero el divorcio no es la voluntad de Dios, como ya se ha insistido. El divorcio en un caso así, me refiero cuando hay fornicación de por medio, es de entre los males el menor. Que Dios le colme de sabiduría para hacer su voluntad.

 

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