Nos escribe un amigo oyente y dice lo siguiente: Saludos y bendiciones para todos. Gracias por la respuesta que dieron a mi consulta. Quisiera hacerles otra consulta con respecto a Caín. Después de haber matado a su hermano Abel, la Biblia dice en Génesis que se fue a un lugar distante, pero tenía miedo de que allí le maten. Mi pregunta es: ¿Había otros hombres en la tierra, aparte de la descendencia de Adán y Eva? ¿De quiénes tenía miedo Caín, al punto que Dios tuvo que poner una señal sobre él para que no le maten? Gracias y bendiciones.
Después que Caín mató a Abel, Dios castigó a Caín con maldición. Esto implica varias cosas. El relato está en Génesis 4:11-15. La Biblia dice: Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
Como parte de su castigo, Caín tenía que vivir como errante y extranjero en la tierra. Caín tomó plena conciencia de lo que esto significa y clamó a Jehová por misericordia. Grande es mi castigo para ser soportado, dijo. Me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé y seré errante y extranjero en la tierra. Caín realmente temía por su vida, por eso dijo a Jehová: Y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. Este peligro era real y por ese motivo, Jehová ofreció a Caín una doble protección. Primero, advirtiendo de un severo castigo a cualquiera que le mate. Cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Segundo poniendo una señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. Su inquietud amable oyente tiene que ver con la identificación de las personas que podrían atentar contra la vida de Caín. ¿Quiénes eran? En respuesta, esas personas eran también descendientes de Adán y Eva, tal vez hijos, o nietos, o bisnietos, o tataranietos o quienes sabe qué más. Al llegar a saber lo que hizo Caín a su hermano Abel, era muy factible que alguno de los descendientes de Adán y Eva quiera tomar la justicia en su propia mano y matar por venganza a Caín. Sin importar cual lejos huya Caían siempre podía cruzarse con algún descendiente de Adán y Eva que estaría dispuesto a matarle. Si damos por sentado como un hecho el relato bíblico de la creación, es imposible que sobre la faz de la tierra hubiera seres humanos que no sean descendientes de Adán y Eva.
A través del correo electrónico nos ha escrito un amigo oyente para hacernos varias consultas. La primera dice así: ¿Por qué dicen que no se debe hacer imágenes según Éxodo 20:4-6, si el mismo Jehová mandó hacer una imagen que sanaba la enfermedad, según Números 21:8 y otra imagen, según Éxodo 25:18-22?
Gracias por su consulta mi amigo. Comencemos por leer el texto en Éxodo 20:4-6. La Biblia dice: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Este pasaje bíblico comprende lo que se conoce como el segundo mandamiento del decálogo. Para comprenderlo a cabalidad, es necesario tomar muy en cuenta el primer mandamiento del decálogo, porque entre los dos se complementan maravillosamente. Note lo que dice el primer mandamiento del decálogo. Se encuentra en Éxodo 20:2-3 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.
El sujeto de todo lo que estamos hablando, es Jehová Dios, el único y verdadero Dios. Su primer mandamiento es no tener dioses ajenos delante de Él. Este mandamiento, en esencia, condena la idolatría. Con esto en mente, entra el segundo mandamiento. Cuando dice: No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, está condenando la muy humana tendencia a hacer imágenes que representan a Jehová Dios. ¿Existirá alguna manera de representar adecuadamente a alguien que es Espíritu, y por tanto está a la vez en todo lugar, no importa si es arriba en el cielo, o abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra? Por supuesto que no. Luego el mandamiento condena la adoración a Jehová Dios por medio, o a través de cualquier imagen. A esto se refiere la parte que dice: No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. En esto es donde falla mucha gente tanto en el pasado como en el presente. Normalmente razonan y dicen: No adoro a las imágenes sino a Jehová Dios representado por tal o cual imagen. Pero esto precisamente es lo que condena el segundo mandamiento. La desobediencia a este mandato ocasiona fuerte condena por parte de Dios. Porque Jehová Dios es fuerte, celoso, que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen y también hace misericordia a millares, a los que le aman y guardan sus mandamientos. El amor a Dios se manifiesta en guardar sus mandamientos. Muy bien. Ahora que tenemos claro de qué se trata el segundo mandamiento del decálogo, examinemos el texto bíblico en el cual usted ha detectado una contradicción. Se encuentra en Números 21:8. Para incluir el contexto, permítame leer desde el versículo 6 hasta el versículo 9. Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
El pueblo de Israel en el desierto había murmurado una vez más contra Jehová Dios. Como castigo, Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes cuya mordedura era letal. Mucho pueblo de Israel murió a causa de esto. El pueblo reconoció su pecado y rogó a Moisés que pida a Dios que quite esas serpientes ardientes. Moisés lo hizo y Jehová respondió de una manera muy interesante. Dijo a Moisés, hazte una serpiente ardiente y ponla sobre una asta, de modo que cualquiera que fuere mordido y mirare a ella vivirá. Moisés obedeció e hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía. Note que el propósito de la serpiente de bronce sobre esa asta, no era para que el pueblo de Israel se incline ante ella y le rinda honores. Esto sería una violación flagrante del segundo mandamiento del decálogo. El propósito de la serpiente de bronce sobre el asta, tampoco era para que de ella salga poder curativo para sanar a los que eran mordidos de las serpientes. El propósito de la serpiente de bronce era simplemente para que la gente que tenía fe en Jehová Dios para ser sanados de la mordedura de las serpientes, lo demuestre obedeciendo algo que Jehová Dios había dicho que hicieran, es decir, mirar a la serpiente de bronce sobre el asta. La genuina fe se manifiesta en obediencia a lo que Dios dice. Este incidente es usado en el Nuevo Testamento como símbolo de la muerte expiatoria de Cristo, y la necesidad de tener fe en él para obtener la salvación que conduce a la vida eterna. La otra cita en la cual usted ve una contradicción se encuentra en Éxodo 25:18-22 donde dice: Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
Nuevamente aquí, el propósito de los querubines de oro, no era para que el pueblo de Israel se incline ante ellos y les rindan adoración. Esto sería una violación del segundo mandamiento del decálogo. El propósito de los querubines de oro, era para simbolizar la absoluta santidad y perfección de Dios. Los querubines son los celosos guardianes de la santidad de Dios.
0 comentarios