Es motivo de gran gozo saludarle, amiga, amigo oyente. Sea Usted bienvenida o bienvenido a nuestro Consultorio Bíblico. En instante más estará con nosotros David Logacho para responder las consultas de hoy. Mientras tanto, me gustaría agradecer muy sinceramente a todas las personas que mediante sus consultas permiten la continuación de este programa. Al final de esta audición estaremos informando nuestra dirección postal, números de teléfono y dirección de correo electrónico, para que Usted también pueda realizar sus consultas.

Nos ha escrito un amigo oyente a través de Internet, para hacernos la siguiente consulta: 1 Juan 4:18 dice que en el amor no hay temor y que el perfecto amor echa fuera el temor. Ahora bien, en Deuteronomio 6:5 dice que debemos amar a Dios de todo corazón, pero en el mismo capítulo, versículo 13 dice: A Jehová tu Dios temerás. ¿Por qué es que debemos amar a Dios con temor cuando el amor echa fuera el temor?

Gracias por su interesante consulta, amigo oyente. Vamos primero a explicar el significado de lo que tenemos en 1 Juan 4:18. Para ello leamos este versículo y también el anterior para introducirnos en el contexto. 1 Juan 4:17-18 dice: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” Poco antes de citar este pasaje, Juan declaró que Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. Una de las manifestaciones de la relación de amor entre Dios y el hombre, es que el hombre desarrolla una relación de confianza con Dios. Confianza principalmente en lo que tiene que ver con lo que la Biblia llama el día del juicio. Por eso es que el texto leído dice que el amor se ha perfeccionado o madurado en nosotros, otorgándonos confianza. ¿Confianza en qué? Pues en el día del juicio. El día del juicio no reviste temor alguno para los que amamos a Dios de corazón, no por los méritos que hemos hecho mientras estamos en la tierra sino por la fe que tenemos en Cristo nuestro Salvador. Todo lo que es Cristo somos los que creemos en Cristo. Entonces no existe razón para temer en el día del juicio. Juan dice por tanto: Pues como él es, es decir Cristo, así somos nosotros en el mundo. El creyente que tiene esta relación de amor con Dios, es visto por Dios como si fuera Cristo mismo y esto nos debe traer una sensación de total confianza en el día del juicio. Es por eso que Juan declara que en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. Si Usted ama a Dios, Usted no debe tener temor de ser castigado en el día del juicio. Pero si Usted no ama a Dios, entonces, allí sí, Usted vivirá en constante temor de que algún día Dios traerá sobre Usted el castigo merecido. Juan dice por tanto: El que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Recuerde amigo oyente, que para amar a Dios, primero se necesita nacer de nuevo. Los incrédulos no pueden amar a Dios porque están muertos espiritualmente hablando. Para nacer de nuevo es necesario recibir a Cristo como Salvador. En esencia entonces, amigo oyente. Cuando Juan dice que el perfecto amor echa fuera el temor, está hablando en el contexto del día del juicio. Los que amamos a Dios, no tenemos ningún temor del día del juicio, porque somos salvos, porque nuestros pecados nos han sido perdonados, porque el castigo que merecemos por nuestros pecados ya fue recibido por Cristo en la cruz y nosotros fuimos liberados de recibir ese castigo. Muy bien, ahora vamos a ver las otras citas que Usted mencionó en su consulta. Una de ellas es Deuteronomio 6:5 donde dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” La principal responsabilidad de un judío hacia Jehová era un amor sin reservas, un amor con toda el alma y con todas las fuerzas, también un amor de corazón, esto significa un amor sincero, un amor que nos es de labios para afuera. Este es el tipo de amor que echa fuera el temor de que algún día, en el día del juicio, Dios nos pueda castigar. Cuando un ser humano ama a Dios de esta manera, vivirá en total seguridad de que nunca va a ser condenado a castigo eterno por el pecado. La otra cita se encuentra en Deuteronomio 6:13 donde dice: “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.” El verbo Hebreo que se ha traducido como temer, significa tanto reverenciar o adorar como tener temor de. Ambas ideas están inmersas en el mandato de temer a Jehová tu Dios. Jehová Dios es el único que debe ser reverenciado o adorado y además, Jehová Dios es el único que debe ser temido en el sentido de no ofenderle con el pecado. Es un temor santo o temor reverencial, como han dicho algunos. Mientras más elevada es la posición o dignidad de una persona, más temor reverencial infunde en sus subordinados. Un miedo de caer en sus manos si se hace algo en contra de esa persona. Bueno, este sentimiento también debe estar presente en la relación del hombre con Jehová Dios. Un temor reverencial, un temor santo de caer en sus manos si hacemos algo contrario a su voluntad. Esta faceta de la relación del hombre con Jehová Dios no es muy popular que digamos. A todos nos gusta pensar en un Dios de amor, de gracia, de misericordia, un Dios bondadoso, etc. Y ciertamente Dios es todo esto, pero recordemos que además de eso, es un Dios a quien debemos temer. Porque simplemente él es Dios. Textos como Deuteronomio 6:2; 5:29; 10:12; 13:4 ordenan a los hombres a temer a Dios. Insisto, que esto puede ser entendido en el sentido de adorar o reverenciar a Dios, pero no olvidemos jamás que puede ser entendido también en el sentido de un miedo a ofender su santidad. Interesante que en la versión Reina Valera, cuando Mateo y Lucas citan el texto en Deuteronomio 6:13, aparece así: “A Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” Así que amigo oyente, este temor en el libro de Deuteronomio es diferente al temor que hablamos en el libro de 1 Juan. Allí se refería al miedo en el día del juicio. Los que amamos a Dios no debemos tener miedo al día del juicio, porque ya somos salvos. Cristo Jesús ya recibió el castigo que nosotros como pecadores merecíamos.

La segunda consulta para el programa de hoy, nos ha sido hecha por un amigo oyente de Bogotá, Colombia. Dice así: En el día de Pentecostés, en el cual los apóstoles y los 120 hablaron en lenguas, a mi entender eran lenguas humanas, ¿Quiere decir esto que si una persona no acepta a Jesucristo como su único Salvador, también tiene el Espíritu Santo por haber estudiado en una universidad y poder hablar 2, 3, 4 o más idiomas?

Demos lectura al texto que se encuentra en Hechos 2:1-4 donde dice: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” Así es como Lucas relata la experiencia maravillosa en el día de Pentecostés, lo cual marcó el nacimiento de la iglesia de Cristo. Hubo varias manifestaciones milagrosas. La primera, estaban todos unánimes juntos. Esto es un milagro. No había divisiones, ni celos, ni pleitos, etc. La segunda, el estruendo que vino del cielo, comparable a un viento recio que soplaba. La tercera, las lenguas repartidas, como de fuego, que se posaron sobre cada uno de los que estaban en la casa. La cuarta, la capacidad de hablar en otras lenguas. La palabra lenguas, es la palabra “glossa” en el idioma en que se escribió el Nuevo Testamento. Esta palabra se usa para describir un idioma. Es decir que los que allí estaban reunidos hablaron otros idiomas. El milagro no estuvo en hablar esos otros idiomas. El milagro estuvo en hablar esos otros idiomas sin antes haberlos aprendido. ¿Qué es lo que lo produjo? El texto que leímos dice que primeramente fueron llenos del Espíritu Santo y los idiomas que hablaron no fueron lo que esas personas quisieron, sino lo que el Espíritu Santo les daba que hablasen. Entonces fue una obra del Espíritu Santo. Así que, esta capacidad de hablar otros idiomas no lo dio la universidad o la escuela de idiomas. Fue una obra milagrosa del Espíritu Santo en los creyentes que estaban en el aposento alto. El Espíritu Santo no mora ni llena a los incrédulos sino solo a los creyentes. Un incrédulo puede hablar todos los idiomas que quiera, pero eso no será por la obra milagrosa del Espíritu Santo.

 

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