Un famoso compositor de tango argentino: Roberto Goyeneche, escribió la letra de “Naranjo en flor” Una de sus estrofas dice: “ Primero hay que saber sufrir.

Después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento. Perfume de naranjo en flor, promesas banas de un amor que se escaparon en el viento” ¿Qué maniobras interesantes no te parece? Por un lado, sufrir antes que amar y luego partir si el amor se escapa, para andar sin pensamiento después.

Es que cuando de amor se trata, no es tan fácil atravesarlo. El amor es un sentimiento hermoso y contenedor, pero también supone que aceptemos sufrir por y a causa del otro. (¡ATENCION! No hablo de sufrir violencia. Eso no es amor) hablo del sufrimiento en términos de trabajo, de encuentro, de acuerdos y de aceptar que algunas expectativas a veces no se cumplen tal cual las esperamos. Las decepciones aparecen cuando creemos que los demás van a obrar como nosotros hubiéramos obrado en su lugar. Expectativas mal enfocadas abren la puerta a la desilusión y a la frustración.

Aprender a amar es un largo camino. Permanecer en una relación de amor es trabajo; pero saber partir cuando no es amor es valentía, decisión e inteligencia.

La ternura, el cuidado, la honestidad y el compañerismo engalanan una relación amorosa. Los celos, la mentira y el control invitan a saber partir de ese lugar y no quedar atrapados ni siquiera con el pensamiento.

Dios nos ha creado con la capacidad de amar y de ser amados. Aprender a amar es dar la libertad suficiente para que el otro siga siendo otro, aunque esté a nuestro lado. Dios mismo nos amó primero, más allá de si nosotros le amábamos o no. Él decidió amar y entregarse por ese amor. Por eso, revisa tus expectativas y no impongas cargas que no se puedan llevar. Solo así el amor será más que un tango, más que una novela, más que un “San Valentín”… será un disfrute.

Pensamiento del día:

El amor no busca lo suyo propio.