Cosas valiosas son guardadas en lugares seguros. Aquellos que poseen bienes costosos o documentos importantes, joyas o alhajas, buscan las cajas bancarias más eficaces y las cerraduras bajo claves personales de modo que ningún extraño las pueda abrir. Una vasija de barro, no parecería ser el sitio más seguro.

Sin embargo, la Biblia utiliza la imagen del barro, siendo trabajado por las manos de un alfarero, para ilustrar enseñanzas referidas a nosotros mismas.

En los tiempos antiguos, los recipientes de barro eran usuales. El barro cocido era la materia prima de vasijas, vasos, tinas y contenedores de las casas más humildes. La plata y el metal solo eran disfrutados en los palacios por la nobleza. Sin embargo, a la hora de guardar tesoros, los recipientes de barro sellados y enterrados, eran lo más seguro que existía para mantener a salvo cualquier documento de valor.

Nosotros somos para Dios como el barro. El barro, representa nuestra humanidad. Desde Génesis capítulo 3 la sentencia “Del polvo eres y al polvo volverás” nos recuerda lo que somos.

Pero en las manos de Jesús, el alfarero, somos transformados en algo valioso. La humildad y simpleza que representa el barro se convierte en resistencia y utilidad bajo la obra transformadora de Dios en nosotros. Cuanto más dispuestos estamos a que Él trabaje y moldee lo que somos, mayor utilidad tendremos.

A mayor conciencia de nuestra fragilidad humana, mayor resistencia personal y espiritual para guardar como si fuera un tesoro, el plan y el propósito de su Evangelio. Muchos podrán despreciarte o decirte que no vales demasiado; pero Jesús tiene un diseño específico para ti.

Ponte en manos del Maestro con humildad y Él te dará la resistencia necesaria para contener Su Propósito y recompensará tu humildad con grandeza.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Cuando vayas subiendo saluda a todos, son los mismos que encontraras cuando vayas bajando