Las palabras lisonjeras o canciones dulces al oído pueden ser atractivas y placenteras, nos adormecen y nos hacen sentir cómodos y protegidos y hasta amados; pero muchas veces apelan a hacernos sentir bien y no nos confrontan con el cambio que debemos hacer para crecer y ser mejores personas, espejos más limpios que reflejen mejor la luz celestial.

A nadie le gusta ser reprendido, por naturaleza tratamos o queremos tener la razón en todo, nos molestan las interrupciones y que nos contradigan, mucho más nos enoja que nos corrijan o digan qué hacer. Pero la reprensión de alguien sabio te edifica más que las miles de palabritas dulces al oído. Te invito a que veas quienes te hablan y qué te dicen, examina si sólo son palabras cálidas o te enfrentan con la realidad que necesita cambios en tu vida. El primero que va a hacer eso en tu vida es el mismo Dios, tómate un café con Él hoy.

¿Eres de los que hablan bonito a los demás o con amor les corriges?