Los sanguíneos como yo, solemos caer mal por hablar tanto de uno mismo. Una persona que habla hasta por los codos, termina mostrando su vanidad, es como un arbusto frondoso pero sin frutos. Esto es como una autocrítica ya que me he visto muchas veces en esta situación de hablar y hablar de tantas cosas y dar la impresión de que sé de todo, pero en realidad a veces sólo repito cosas que escuché. Esto es vano o vacío. Pero como dice este versículo, pareciera que el hombre no tiene otra cosa más que hablar y hablar de sus propias vanidades. Es fácil identificar a un argentino en otro país (y lo digo con respeto y con conocimiento de causa, porque lo soy) y es porque siempre está hablando en voz alta y muchas veces de sí mismo o de su país.

A una mujer se le conquista con las palabras dulces que se les dice y a los hombres también. Porque a todos nos inflan el ego con muchas palabras bonitas. Es más la mayor queja de muchas parejas es que sienten que ya no les aman porque dejaron de decirles frases románticas o halagos. Así que las muchas palabras multiplican la vanidad y es verdad al final de cuentas el hombre no tiene más que eso para sentir valía.

Pero Dios (me encanta esto), Dios tiene algo diferente, Él te llena de valor y virtud, Él te bendice y tú puedes bendecirle hablando mil maravillas de Él. Bendice a Dios mientras tomas un café con Él.

¿Tienes mucho para hablar y poco que decir?, ¿Has aprendido a medir tus palabras?