En esta parábola, el Señor Jesús habla a sus discípulos acerca de la mayordomía. El hombre rico de la parábola representa a Dios. El mayordomo representa a cada uno de nosotros los creyentes. Un mayordomo es alguien a quien se le encarga la administración de los bienes de otro. El mayordomo de la parábola fue acusado de ser disipador de los bienes de su amo. En otras palabras, los bienes del amo estaban desapareciendo en las manos de este mayordomo infiel. El amo por tanto llamó a cuentas a su mayordomo y como la acusación quedó demostrada, lo despidió. Esto hizo que el mayordomo infiel se ponga a pensar en cómo iba a enfrentar su futuro. Probablemente estaba muy viejo o era muy ocioso para trabajar y de hecho era muy orgulloso como para mendigar. ¿Qué podía hacer para no morirse de hambre una vez que deje su responsabilidad como mayordomo?

Fue en estas circunstacnias cuando entró a funcionar la sagacidad de este mayordomo infiel. Se ideó un plan para que cuando esté en necesidad tenga amigos que le ayuden. Su plan fue ir a los deudores de su amo para que paguen menos de lo que en realidad debían. De esta manera, los deudores salían ganando, una ganancia mal habida por supuesto, y hacían del mayordomo infiel su héroe. Los deudores quedaban en deuda con el mayordomo infiel. Lo que el mayordomo infiel hizo no fue porque tenía buen corazón, sino porque quería que los deudores del amo le paguen el favor cuando esté en necesidad. La parte sorprendente de la historia viene cuando el amo alaba al mayordomo infiel, no por haberle robado sus bienes, sino por la sagacidad con la que actuó para garantizar su futuro. La alabanza no es por la corrupción o la deshonestidad del mayordomo infiel sino por el ingenio o la sagacidad con que actuó para asegurar su futuro en la tierra.

Debemos tomar muy en cuenta esto en nuestras propias vidas, reconociendo por supuesto que nuestro futuro como creyentes no está en este mundo sino en el cielo. Así como el mayordomo infiel mostró sagacidad para asegurarse de tener amigos en el futuro aquí en la tierra, nosotros como creyentes, debemos también mostrar sagacidad para usar los bienes de nuestro Señor de tal forma que muchos puedan morar junto a nosotros en el cielo por la eternidad. Este es el pensamiento central de la parábola. Jesús no está alabando la deshonestidad del mayordomo infiel sino la sagacidad para usar lo que tenía a la mano para asegurar su futuro en este mundo. Jesús lo dijo claro, los incrédulos son más sagaces para asegurar su futuro en este mundo que los creyentes para acumular riqueza en el cielo. Nosotros los creyentes debemos ganar amigos que nos acompañen en el cielo por medio del uso sagaz de lo que Jesús llamó riqueza injusta.

Esto no se refiere a riqueza mal habida, sino a la riqueza en general, la cual sirve solamente mientras estamos en la tierra. Cuando salgamos de este mundo, nuestra riqueza no nos servirá de nada, por eso es injusta. En otras palabras, nosotros los creyentes debemos usar el dinero y cualquier otro bien material para ganar almas para Cristo, almas que compartirán con nosotros por la eternidad en las moradas celestiales.