Respetando otras opiniones, para mí, la música cristiana es aquella que cumple con al menos los siguientes requisitos: Primero, es una música que glorifica a Dios. La expresión: Glorificar a Dios, significa exaltar una o más virtudes de la persona de Dios o de la obra de Dios, o de la palabra de Dios o del pueblo de Dios. Note lo que dice 1 Corintios 10:31 Si,  pues,  coméis o bebéis,  o hacéis otra cosa,  hacedlo todo para la gloria de Dios. En segundo lugar, la música cristiana debe ser doctrinalmente sana, fundamentada en lo que Dios dice en su palabra.

Los creyentes no deberían cantar cualquier cosa sólo porque suena bonito al oído o se adapta al ritmo de la música, aunque sean herejías. Debemos pensar bien en lo que cantamos, para desechar cualquier cosa que sea contraria a la Biblia. Existe, por ejemplo, una canción cortita que expresa un pedido para que el Señor no se vaya del corazón de una persona. ¿Es esto posible a la luz de la Biblia? Por supuesto que no. El Señor jamás se puede ir del corazón, o de la totalidad del ser, de alguien en quien ya ha entrado.  En tercer lugar, la música cristiana debe incentivar el fortalecimiento o crecimiento espiritual de los creyentes. Note lo que dice 1 Corintios 10:23. Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.

Edificar comunica la idea de construir. La música cristiana debe contribuir a fortalecer el carácter cristiano, no a deteriorarlo, no a estimular al creyente a adoptar el carácter del mundo. En cuarto lugar, la música cristiana debe tener un ritmo que en lugar de estimular el movimiento del cuerpo debe estimular el espíritu para adorar a Dios. La música que usa el mundo para agasajarse a sí mismo echa mano de un ritmo que estimula el movimiento del cuerpo porque está para eso, es una música para el baile, para la diversión. Pero la música cristiana debería enfocarse no en hacer sacudir el cuerpo sino en estimular el espíritu de la persona para adorar a Dios.

En quinto lugar, la música cristiana no debe ser motivo para el enriquecimiento de sus compositores o ejecutores. La Biblia exhorta clara y frontalmente a los líderes de las iglesias a no usar su posición de líderes para el enriquecimiento, ¿por qué entonces no se dice nada del enriquecimiento de los que, entre comillas, están sirviendo al Señor, por medio de cantar o tocar instrumentos musicales? En sexto lugar, la música cristiana no debe ser utilizada para promover o hacer famosos a los ejecutantes. Es triste cuando los cantantes de música cristiana o los compositores de música cristiana se creen poco menos que semi-dioses gracias a los talentos que Dios les ha dado.

Son tan exclusivos que inclusive cobran dinero a la gente que quiere ir a verlos ejecutar su música. ¿Es esto algo que agrada a Dios y trae gloria a su nombre? ¿Acaso el Señor Jesucristo no dijo, según Mateo 10:8: De gracia recibisteis, dad de gracia? No estoy afirmando que está mal que un siervo del Señor, en cualquier área de servicio, sea digno de un salario, pero de esto a codearse con la fama y con la opulencia que resulta de servir al Señor, existe una distancia astronómica. En séptimo y último lugar, la música cristiana no debería ser motivo de tropiezo para ningún creyente. 1 Corintios 8:9 dice: Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.