Una de las áreas más sensibles en la administración de una iglesia es el manejo de los fondos.
Los fondos que los hijos de Dios entregan, deben ser manejados con guante blanco. Esto para decir de la manera más clara y transparente posible.
En cada iglesia local, o misión o ministerio cristiano debe haber una persona conocedora de contabilidad, para llevar un registro contable del movimiento económico. Los fondos deben ser celosamente puestos a buen recaudo en cuentas bancarias. Al menos cada mes, esta persona debería presentar balances contables a los líderes. De manera que no quepa la menor duda en cuanto a los ingresos, los egresos, los saldos y cualquier otro detalle. Por regla general, no es recomendable que los líderes de la iglesia participen en el manejo de las finanzas de la iglesia. Los líderes de la iglesia deben decidir la manera como se van a distribuir los fondos. Pero es mejor que sea otra persona, tal vez un diácono, quien se ocupe de la administración y control de esos fondos.
¿Cuál es el ejemplo bíblico para todo esto? Pues permítame citar un pasaje bíblico que se encuentra en 1 Corintios 16:1-4. La Biblia dice: En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo también vaya, irán conmigo.
Pablo está dando instrucciones claras y precisas a la iglesia en Corinto. Estas instrucciones son en cuando a una ofrenda que se estaba recogiendo para ayudar económicamente a los creyentes pobres en Jerusalén. Pablo les dice que deben hacer lo mismo que él instruyó a las iglesias de Galacia. Estos principios bíblicos para la ofrenda se aplican a todas las iglesias locales en cualquier parte del mundo y en cualquier época de la humanidad. Pablo instruye en cuanto a cómo debe ser la manera de recoger esta ofrenda para los santos. La idea en la mente de Pablo era que para cuando él llegue a Corinto, el fondo ya se haya recogido y esté listo para ser llevado a Jerusalén. Pero note lo que Pablo dijo después. Está instruyendo a la iglesia en Corinto que por escrito designen personas que van a llevar ese fondo a Jerusalén.
Es decir que Pablo quería que sean otros, más de uno, los que manejen ese fondo, no él. ¿Por qué? Pues simplemente porque Pablo no quería despertar ninguna sospecha en cuanto al manejo de ese fondo. En todo caso, Pablo dice que, si fuere propio él estaría dispuesto a acompañar a los que van a llevar la ofrenda a Jerusalén. Todo esto es necesario para mantener libre de cualquier duda el manejo de los fondos que los hermanos entregan al Señor. Siempre debe haber más de una persona para verificar cuánto dinero entra en calidad de ofrendas. Cuánto dinero se gasta y cuánto dinero queda en las arcas de la iglesia. De todo esto aprendemos que el manejo de los fondos de una iglesia local, una misión, o de un ministerio cristiano debe realizarse con absoluta transparencia y honestidad.