Generalmente se piensa que para vivir en santidad es necesario cumplir con determinadas reglas. Pero en ningún lugar de la Biblia se sugiere siquiera que podemos llegar a ser santos por medio de la obediencia a determinadas reglas.
Al contrario, el apóstol Pablo reprendió a los gálatas por pretender llegar a la santidad de esta manera. Gálatas 3:3 dice: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Lo que Pablo está diciendo, en otras palabras, es: Si no fue posible obtener la salvación por medio de guardar la ley, ¿cómo piensan que es posible obtener la santidad por medio de guardar la ley? Por la presencia de la naturaleza pecaminosa, el ser humano desea todo lo que prohíbe la ley.
El problema no es con la ley, el problema es con el pecado que mora en la persona. Así que la vida de santidad basada sobre el principio de someterse a las rígidas leyes está condenada al fracaso.
¿Qué es entonces lo que Dios propone? Pues el camino que Dios propone hacia la santidad práctica en el creyente, no es por la ley sino por la gracia. Es como si Dios dijera: Te he salvado por mi gracia, por tanto, por amor y no por temor, anda y vive de una manera que sea consistente con esto. Te he dado el Espíritu Santo que mora en ti para que te dé el poder para andar de una manera que sea digna de este llamamiento.
Te recompensaré por cada ocasión que resistas la tentación, o cada vez que digas no al pecado. Ahora se presentaría la siguiente inquietud: ¿Cómo sé qué tipo de conducta está acorde con el llamado de un creyente? Dios respondería diciendo: He llenado el Nuevo Testamento con instrucciones prácticas de justicia para ti. Algunas de estas instrucciones inclusive se llaman mandamientos, pero recuerda que no se trata de leyes que contemplan castigos si no se las cumple, sino que son ejemplos del estilo de vida que me agrada. El momento que somos salvos llegamos a tener una posición de santidad ante Dios.
Por el hecho de estar en Cristo, somos santos delante de Dios. Nuestra responsabilidad es procurar que nuestra práctica se acerque lo más posible a nuestra posición. Estando bajo la gracia, la motivación para vivir en santidad es el amor, no el temor. Los creyentes genuinos instintivamente desean ser santos cuando reflexionan sobre el precio que tuvo que pagar el Señor Jesucristo para pagar por el pecado de ellos.
El recuerdo del Calvario es la motivación más fuerte posible para vivir sobriamente, justamente y santamente. Pero alguien podría objetar esta manera de vivir en santidad diciendo: Si ponemos a los creyentes bajo la gracia, inmediatamente se dedicarán a hacer lo que quieran y a vivir como les plazca. En otras palabras, la doctrina de la gracia fomenta el pecado. Bueno, es verdad que la gracia, como cualquier otra cosa puede ser objeto de abuso. Claro que somos libres de la ley, pero eso no significa que vamos a vivir sin ley. Como bien ha dicho el apóstol Pablo en 1 Corintios 9:21: “No estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo”
Es decir que el Señor Jesucristo es la regla de vida para el creyente, no la ley. De modo que, la forma de vivir en santidad es parándonos firmes sobre la gracia, y haciendo todo lo que nos pide la palabra de Dios, no por el miedo de ser castigados o peor de perder nuestra salvación, porque la salvación no se pierde, sino por el amor que tenemos a Dios por cuando Dios primeramente nos ha amado en Cristo.