Un error que se comete en cuanto a esto, es pensar que los niños son inocentes antes de tomar conciencia de que son pecadores. No hay tal, la Biblia es muy clara al afirmar que todo ser humano es pecador, aún antes de nacer, no importa si tiene o no conciencia de ello.
Romanos 3:22-23 dice. “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Note lo que dice David en Salmo 51:5. “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. Esto no significa que los actos de dar a luz o concebir sean en sí pecaminosos, sino que desde el momento de la concepción el ser humano posee una naturaleza pecaminosa.
Por otro lado, Dios determina el justo castigo para el pecador que consciente de su estado espiritual rechaza la oferta de salvación en Cristo. Juan 3:36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”
Pero ¿Qué pasa cuando un niño por su inmadurez todavía no sabe que es un pecador y muere en esas condiciones? Pues en ese caso, entra en acción la justicia de Dios. Salmo 97:2 dice: “Justicia y juicio son el cimiento de su trono”. Por ser justo, Dios jamás va a condenar a alguien que no tiene conciencia de lo que es y no tiene conciencia de lo que Dios ha hecho para que pueda ser salvo. El sacrificio de Cristo en la cruz es suficiente para cubrir los pecados de aquellos que, por no tener conciencia de su pecado, no han tenido oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador.
Hablando del sacrificio de Cristo. 1 Timoteo 2:6 dice. “el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”. En verdad que los niños nacen en este mundo como miembros de una raza caída y por tanto bajo condenación de Dios. Pero Cristo Jesús dio su vida en rescate por todos.
Esto no significa que todo pecador es automáticamente salvo. Lo que significa es que cuando un niño alcanza la edad en la cual toma conciencia de que es pecador, debe recibir a Cristo como su Salvador personal para poder ser salvo, pero, como es natural, esto no puede demandarse de los que mueren antes de ser conscientes de su necesidad de un Salvador.
Para ellos, la muerte expiatoria de Cristo les concede la libre dádiva de justificación para vida. Jesucristo llevó la pena del pecado de Adán por ellos. De modo que la Biblia enseña que, si muere un feto o un niño recién nacido, o un niño que todavía no tiene conciencia de pecado es salvo no por ser inocente sino porque Cristo murió por él.