¿Dónde dice la Escritura que algún día veremos en el cielo a nuestros seres queridos que han muerto habiendo recibido a Cristo como Salvador?

Existe dos eventos que parecen apoyar la idea que en el cielo reconoceremos a nuestros familiares y más relacionados. El uno es lo que se llama la transfiguración. Mateo 17:1-5 dice: “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” Este evento tiene un significado muy amplio e importante que por ahora no lo vamos a analizar, pero para nuestro propósito es interesante dar atención al hecho que aparecieron dos varones junto a Jesús. De alguna manera que el Nuevo Testamento no revela, los discípulos que estaban con Jesús, es decir Pedro, Jacobo y Juan identificaron a esos personajes como Moisés y Elías.

Tenemos entonces que fue posible saber la identidad de estos varones que murieron y aparecieron vivos junto a Jesús. ¿Quién quita entonces que estando en el cielo podamos reconocer a los que están allí, entre ellos a nuestros familiares que nos precedieron en el retorno al hogar celestial? Algo parecido se infiere de la historia de David y el hijo que tuvo con Betsabé en esa relación adúltera.

Mientras el niño estuvo enfermo de muerte, David pidió a Dios con ayunos y postrado en tierra por sanidad para el niño. Sin embargo, el niño murió porque Dios lo había determinado así. Al saber que había muerto el niño David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas. Los siervos de David protestaron diciendo: Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. La respuesta de David comunica la seguridad que tenía de que le vería en la vida después de la muerte. 2 Samuel 12:22-23 dice: “Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.”

La esperanza que tenía David es que cuando él también muera se iba a re-encontrar con su hijo que acababa de morir. En cuanto a cómo serán los cuerpos de los que habitan en el cielo,  pues, serán cuerpos glorificados, esto significa cuerpos adecuados para morar en el cielo, en la presencia de Dios.

Hablando de la resurrección observe lo que dijo Pablo según 1 Corintios 15:51-55 dice: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

Según esta escritura, los cuerpos glorificados son incorruptibles, esto significa que no se deterioran con el paso del tiempo. También son inmortales, esto significa que la muerte no tiene poder sobre ellos. El cuerpo resucitado de Jesús, es una muestra de cómo serán nuestros cuerpos en el cielo. Además de todo lo dicho, cada cuerpo resucitado guardará alguna relación con lo que era su cuerpo antes de morir físicamente.

Cada cuerpo resucitado tendrá su propia característica particular que los hará distintos unos de otros. Eso es lo que dice 1 Corintios 15:35 “Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.” Cada cuerpo resucitado, a la vez de ser glorificado guardará alguna relación con la “semilla” entre comillas, lo cual es el cuerpo mientras estaba en el mundo.