Miraba por mi ventana. En el terreno lindero a mi vivienda una gran fábrica dejaba oír el ensordecedor ruido de sus grandes motores preparándose para otro día de producción. Uno tras otro los empleados comenzaron a llegar y a hacer fila para registrarse en la puerta de entrada. Por la parte de atrás los vehículos se estacionaban apresuradamente en el parqueadero, mientras grandes camiones se ubicaban para comenzar a cargar y descargar su contenido. Luego del inicio del horario de trabajo, el humo negro comenzó a oscurecer el cielo evidenciando que por un día más la fábrica había comenzado a funcionar. Productos tras productos eran diseñados y acabados para su entrega. Obras, producción, motores, trabajo, esfuerzo, residuos.
Algo salió mal y aquella fábrica cerró. La propiedad fue adquirida por un dueño de cultivos a gran escala. Las paredes fueron derribadas, los motores vendidos y el cemento demolido. Debajo, una tierra adormecida por el tiempo comenzó a ser cultivada, labrada, abonada, y al cabo de unos meses podía ver por mi ventana un hermoso huerto de manzanas. Paz, flores, aromas, aves, fruto, más fruto, mucho fruto. Creo que no es necesario destacar la diferencia entre la obra producida por el esfuerzo y el fruto resultado de un proceso interno, ¿verdad?
La vida del hombre y la mujer sin Dios se caracteriza por las obras de la carne, producto del improductivo esfuerzo humano. La vida del hombre y la mujer con Dios se caracteriza por el fruto apacible, paciente y agradable, resultado no de un esfuerzo sino de un proceso interno y de la posición eterna de estar unidos a Cristo.
¿Qué produce tu vida: frutos del Espíritu u obras de la carne? ¿Tu vida se caracteriza por el esfuerzo, el trabajo, el intento y la lucha en tus propios impulsos, o está regulada por ese proceso interior resultado del obrar sobrenatural de Dios en tu vida que produce cambios, lentos pero seguros?
La invitación de Jesús, hoy y siempre, es a descansar en la gran obra de la cruz que está vigente desde hace más de dos mil años, y vivir dando frutos para su reino.
Pensamiento del día: Si tu esfuerzo de hoy por agradar a Dios no está potenciado por el esfuerzo que Cristo realizó ayer, es nada más que esfuerzo.