Leamos el texto que trata el tema de lo que se conoce como la blasfemia contra el Espíritu Santo. Se encuentra en Lucas 12:10. Dice así: “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.”
Estas palabras fueron pronunciadas por el Señor Jesús. Para entender el significado de ellas, es necesario examinar el contexto. Allí notaremos que a pesar de haber visto con sus propios ojos que el Señor Jesús tenía todas las evidencias que demostraban que él era el Mesías, el Cristo, algunos voluntariamente ignoraron esas evidencias y llegaron a la conclusión que el Señor Jesús echaba fuera demonios por Beelzebú, príncipe de los demonios.
En otras palabras, atribuyeron a Satanás el poder que el Señor Jesús tenía para hacer milagros.
Fue en estas circunstancias cuando el Señor Jesús pronunció las palabras que leímos en Lucas 12:10. En ellas se nota que, si una persona niega que el Señor Jesús es el Cristo, por ignorancia, porque nunca le ha visto personalmente y porque nunca ha visto su poder, puede ser perdonada, si se arrepiente por supuesto.
En cambio, si una persona habiendo visto personalmente al Señor Jesús y habiendo estado plenamente consciente que el Señor Jesús es el Cristo, y habiendo voluntariamente rechazado que el Señor Jesús es el Cristo, ha blasfemado contra el Espíritu Santo, porque es el Espíritu Santo quien en último término testifica que el Señor Jesús es el Cristo.
Este fue el caso de los fariseos que habiendo estado con el Señor Jesús y habiendo visto su poder sin igual, sin embargo, atribuyeron a Satanás las obras que hacía. De esta manera, voluntariamente rechazaron al Señor Jesús como el Cristo, como el Mesías y al hacerlo blasfemaron contra el Espíritu Santo, pecado que, según las palabras del Señor Jesús, jamás les será perdonado.
Hoy en día nadie, ni creyentes ni incrédulos, pueden cometer la blasfemia contra el Espíritu Santo, porque para que este pecado se pueda cometer es necesario que el Señor Jesús esté físicamente presente en este mundo haciendo obras milagrosas, y que, viéndolo con sus propios ojos, el pecador llegue a la conclusión que el poder que se manifiesta en el Señor Jesucristo proviene de Satanás. Sin embargo, hay un pecado que no puede ser perdonado y los únicos que pueden cometerlo son los que salen de este mundo sin haber recibido al Señor Jesús como Salvador. Este pecado se llama incredulidad. Así que, la salvación no se pierde una vez que ha sido otorgada por Dios a la persona que recibe a Cristo como Salvador. La blasfemia contra el Espíritu Santo fue un pecado imperdonable para los fariseos que viendo con sus propios ojos lo que el Señor Jesús hacía, atribuyeron a Satanás el poder que actuaba en el Señor Jesús. Hoy en día nadie puede cometer la blasfemia contra el Espíritu Santo. El pecado imperdonable de hoy en día es la incredulidad. Toda la gente que se condena, en último término es por no haber creído y recibido a Cristo como su único y personal Salvador.