A la mayoría de las personas no les gusta hablar de la muerte. El pensar en esto nos genera miedo, fantasías, desconocimiento e incertidumbre. Sin embargo, la muerte es parte de la vida y nadie sabe cuándo será su hora, pero tarde o temprano a todos nos llega. Jesús no le escapaba al tema.
La referencia a su propia muerte estuvo presente en todos sus discursos. A algunos religiosos les resultaba presumido oírlo decir que el que creía en Él, aunque hubiera muerto viviría. ¿Quién se creía ser para prometer semejante cosa?… Sus discípulos tampoco entendían esta palabra y si bien habían visto varias resurrecciones al lado de Jesús, ¿cómo haría Él, por sí mismo, para levantarse de una tumba?… Y más aún ¿prometer vida después de la muerte a todos los que en Él creían?…
Era casi una locura o una presunción superlativa. Pero al fin llegó el día. Los romanos lo castigaron, lo humillaron y lo clavaron de pies y manos en una cruz junto a dos criminales. Esos dos merecían justamente la muerte, Jesús eligió morir.
Entregó su espíritu cuando su obra de salvación había sido satisfecha y nadie excepto dos hombres muy importantes de la sociedad, se ocuparon de su cuerpo.
Nicodemo, un principal de la sinagoga y José de Arimatea, el propietario de la tumba en la cual fue puesto. Un sepulcro prestado cerrado con una piedra y tres días fueron la prueba suficiente de que ya no había vida en Él.
Pero la muerte no le pudo retener y resucitó. Un ángel removió la piedra no solamente corriéndola, sino poniéndola en otro lugar. Esa piedra removida fue la puerta de esperanza para todos los que buscaban al Maestro. ¡No está en esa tumba porque Jesús ha resucitado!
Ese mismo poder que lo levantó de entre los muertos para siempre, es el que nos impulsa a creer que todo lo muerto en nuestras vidas puede resucitar a algo nuevo a través de Su Espíritu.
No sólo en el más allá sino en este presente que a veces nos duele y mata nuestras esperanzas. No busques entre los muertos al que ¡VIVE!
Pensamiento del día:
En la tumba de Mahoma están los huesos de Mahoma. En la tumba de buda, están los huesos de buda. Solo Cristo al tercer día dejó la tumba vacía.