Para evitar el sentimiento de culpa por este pecado, me gustaría recomendarle algunos pasos que han probado ser efectivos en casos similares al suyo.
Primero, un arrepentimiento genuino. Arrepentirse significa cambiar la mente o cambiar la forma de pensar acerca de algo. En el caso del aborto provocado, pensaba que no había ningún problema con eso y que era la manera ideal para resolver el problema de un embarazo no deseado. Es necesario que cambie su manera de pensar.
Considere al aborto provocado como un asesinato. Yo sé que suena ofensivo, pero así es como ve Dios al aborto provocado. Si le queda algo de duda en mirar al aborto provocado como asesinato, solamente investigue un poco las técnicas de aborto que utilizan los cirujanos que se dedican a esta ingrata tarea y llegará a la conclusión que es atentar contra la vida de una criatura indefensa recluida en el supuestamente seguro seno materno.
Segundo, confiese a Dios este pecado específico. Confesar significa ponerse de acuerdo con Dios. En el caso del aborto, necesita ponerse de acuerdo con Dios en que el aborto es un pecado contra Dios. Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”
Tercero, por fe acepte el perdón y la limpieza de Dios. 1ª Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
Dios es fiel y justo para perdonar el pecado de una persona que lo ha confesado. Acepte por fe esta verdad. Si ha confesado el pecado de aborto, ha sido perdonada de ese pecado. Para Dios es como si nunca hubiera cometido ese pecado. Puede ser que se acuerde de este pecado, pero en lo que a Dios respecta, este pecado está olvidado.
Observe lo que dice Salmo 103:8-12 “Misericordioso y clemente s Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.”
El sentimiento de culpa por lo que hizo no proviene de Dios sino de Usted misma. ¿A quién va a creer? A Usted misma quien dirá cosas como: Lo que hiciste no tiene perdón, o a Dios quien por medio de su palabra le dice: Estás perdonada y limpiada.
No se guíe por sus sentimientos. Los sentimientos son muy variables y nada dignos de confiar. A veces se sentirá perdonada y limpia y vibrará de gozo, pero a veces se sentirá sucia por lo que hizo y se sumirá en el foso de la culpa y la depresión. Así, su vida será como las olas del mar. Unas veces arriba, otras veces abajo.
Pero los creyentes no debemos manejarnos por los sentimientos sino por la fe. La fe dice: Si Dios me ha declarado perdonada y limpia, no tengo por qué sentirme culpable y sucia. De aquí en adelante voy a vivir gozosa de saberme perdonada y limpia.