La exclusión y la pobreza crecen a pasos agigantados no sólo en Latinoamérica sino en el mundo. Los modelos políticos y económicos actuales concentran la riqueza en unos pocos en desmedro de unos muchos. Millones de pobres padecen hambre y no alcanzan a cubrir básicamente sus necesidades. Basta echar un vistazo a las imágenes que navegan por la web para comparar y darnos cuenta de lo ¨Ricos¨ que somos, más allá de las necesidades que enfrentemos diariamente. Miles de refugiados recorren fronteras esperando ser recibidos por algún país generoso que los albergue. Miles de niños huérfanos claman por familias que los amparen y otros, más allá de tener a sus padres, no pueden acceder ni a la salud ni a la educación. Pero sin ir tan lejos, nuestras ciudades, nuestros mundos más cercanos nos invitan a tener compasión. Pero la obra de Jesús en las vidas es más allá de una transformación material y económica. La trasformación Bíblica abarca al ser total, su vida, sus relaciones, su manera de verse a sí mismo y al mundo.
Jesús nos dejó el modelo. Su mirada compasiva, inclusiva y misericordiosa llegaba a la necesidad concreta, pero iba más allá, al corazón. Su Evangelio es Salvación para vida eterna pero también transformación para la vida aquí en la tierra. Relaciones justas, pacíficas, armoniosas. Manifestaciones saludables en la manera de pensar, de sentir y de actuar y sobre todas las cosas, una dependencia espiritual que sana la identidad lastimada por la pobreza
El evangelio empodera y dignifica. Cambia vida y las transforma